martes, 23 de agosto de 2011

Capítulo 10: Trato

-Tienen que estar al caer, no debe quedar mucho –contestó Edward a mi impaciente pregunta sobre la llegada de los Volturis. Nos encontrábamos en medio del bosque de la reserva, justo en el claro donde me encontraron inconsciente hacía ya unas semanas. No hacía mucho que la luz naranja del sol del atardecer nos había dejado en penumbras, pero debía de ser yo la única que lo estuviese pasando mal por el hecho de no ver nada porque los demás no hacían más que moverse de un lado para otro, pasando muy juntos y sin llegar a rozarse. Yo me encontraba al lado de Edward que no se separaba de mí en ningún momento, si yo me movía él me seguía, si me agachaba para atarme los cordones de los zapatos el adoptaba la misma forma. Era algo incómodo.
-Ya llegan –dijo Alice minutos después.
El ambiente se cargó de un ánimo tenso y todos permanecieron quietos, dudaba si allí había alguien más aparte de mí. Miré para todos los lados intentando ver a mis compañeros, pero no pude verles con claridad, solo veía las sombras inmóviles de los dos vampiros que me flanqueaban y a los gigantescos lobos que formaban la manada de Jacob algo más atrás. Podía escuchar sus respiraciones suaves, aunque tensas, y vislumbraba el vaho caliente entre la oscuridad en aquella noche fría.
-Que agradable que nos estuvieseis esperando -dijo alguien desconocido-. Pensaba que tendríamos que ir a buscaros.
Su voz sonaba fría y débil, pero se iba notando cada vez más cercana a nuestra posición.
Vi aparecer unas nuevas siluetas -conté siete- que se acercaban sigilosa y lentamente hacia nosotros. Iban muy bien alineados y caminaban todos de forma acompasada, menos los dos que se encontraban en los extremos -supuse que serían los dos nuevos vampiros que habían creado, Enzo, el antiguo amigo de Ben, una persona a la que yo ya había conocido, y Thomas-, pero todos los demás parecían deslizarse sin hacer ningún ruido sobre las hojas que había por el suelo, no se oía absolutamente nada.
-Edward –volvió a decir la voz de un principio, a quien yo ya había reconocido como Aro- ¿no te parece que hay mucho silencio en tú cabeza?, ¿no te preguntas a qué es debido, o ya te has acostumbrado?
No sabía a lo que se estaba refiriendo, pero pude intuir que se trataba de su poder para leer las mentes.
-¿Quién es tú escudo, Aro? –contestó el vampiro que tenía a mi lado, Edward- ¿Renata?
-¡¿Cómo has podido adivinarlo?! –percibí euforia en la contestación de Aro. Se rió sarcásticamente y siguió:- Es maravilloso que los vampiros podamos desarrollar aún más nuestros poderes, ¿no lo crees? Ella se ha convertido en mi nuevo escudo mental, con mucho esfuerzo y tiempo libre para practicar.
Pude escuchar algunas risas desganadas detrás de él, intentando seguirle la gracia que acababa de hacer, pero pronto cesaron y nos vimos sumidos en un silencio asfixiante que pronto rompió el líder de los Volturis.
-¿Es necesario que hagamos presentaciones?, porque creo que Alice os habrá dicho quiénes y qué hacen nuestros dos nuevos amigos –dijo mientras señalaba a las dos personas que estaban a los extremos de su formación perfecta, -tal y como yo había deducido-.
-No, ya os conocemos a todos –dijo Edward secamente a los otros-. Ahora decidnos para que habéis venido y después os marchareis.
-Yo también me alegro de verte, Edward. -dijo Aro con un tono de sarcasmo monocorde-. Y ya sabéis a lo que venimos, una primera impresión de la chica y una posterior transformación que, espero la hayáis informado de todo y después nos marcharemos...con ella.
-Pues déjame que te aclare, Aro, que no irá con vosotros, -dijo Edward saliendo en mi defensa-. Y menos siendo uno de nosotros.
Pero, después de decir eso volvió el silencio, monótono, cargado y frío, más frío incluso que antes. Los alientos calientes de los lobos se oían a nuestras espaldas junto con algunos gruñidos, mi corazón era el que podía sonar con más fiereza –o por lo menos era lo que sentía- en mi pecho.
Mi vista se fue adaptando a la penumbra del claro, pero, pude darme cuenta de que esa noche no había luna, y si la había, allí no se encontraba. Entre tinieblas pude ver los cuerpos mejor formados de los vampiros que teníamos enfrente, sus ojos oscuros relucían y algunas bocas enseñaban dientes blancos perfectos que iluminaban sus rostros increíblemente pálidos, incluso para estar en una noche tan oscura.
Giré la cabeza hacia mi izquierda, allí se encontraba Edward, su figura alta y esbelta protegiéndome de algún posible ataque del aquelarre Volturi. Volví la cabeza hacia el otro lado en el que se encontraba Alice, pequeña y fiera a la vez, con una posición tensa.
-Eso a tenido mucha gracia, Edward –dijo Aro con el mismo tono eufórico-, mucha gracia, y sabes por qué, porque no es verdad y ni tú te lo crees, por tanto, -dijo mientras levantaba su mano derecha- Jane, querida.
Nada más terminar de pronunciar aquella última palabra, Edward se tiró al suelo retorciéndose y gimiendo, saliendo de su boca gritos ahogados y tensos, llenos de angustia y dolor. No me lo pensé dos veces, ni siquiera una, me tiré al suelo con él y me coloqué delante, dándoles la espalda a los otros vampiros. Entonces sentí como un dolor penetrante y agudo me atravesaba la espalda como un puñal ardiendo y se fundía lenta y dolorosamente en mi cuerpo. Ahora Edward estaba totalmente quieto, paralizado, y yo me agitaba con violencia en el suelo. Ya no podía ver nada, el dolor me había cegado, pero ese dolor ya me resultaba vagamente familiar; ya lo había sentido con anterioridad, en aquel mismo lugar hacía ya un tiempo. La misma persona me lo había infligido. De un momento a otro, paró. Había perdido la noción del tiempo. ¿Cuánto tiempo habría pasado retorciéndome?, ¿cuánto tiempo había estado sufriendo? Aquello ahora no importaba, lo que realmente me satisfizo fue que, al girar momentáneamente la cabeza hacia la dirección en la que se debía de encontrar Jane vi, entre las sombras, como el desconcierto y la exasperación cubrían su rostro pálido. Miré a Aro y en su cara había la misma expresión que en la de Jane, pero este seguía encontrándose extrañamente eufórico, ni siquiera había bajado la mano para detener la señal. Eso significaba que Jane todavía estaba ejerciendo sobre mi toda aquella cantidad de energía cruenta y yo no sentía absolutamente nada.
Poco a poco me fui levantando del suelo, volvía a sentirlo todo de nuevo. Me incorporé y escuché algunas expresiones de asombro entre los vampiros. Miré hacia la izquierda y pude ver a Edward de pie junto a mi, mirándome con asombro y ternura.
Respiré hondo y volví la cabeza hacia Aro que ya había bajado la mano y observé una pequeña mueca de agrado en su rostro; Jane seguía con los ojos clavados en mi, con un odio en la mirada imperante, aunque ya había cejado en su intento de hacerme daño.
-No te preocupes, Jane –dijo Aro con jocosidad- no ha sido tu culpa. Por favor, Eva, -era la primera vez que le oía decir mi nombre y aquello me asustó-, podrías venir y prestarme…tu mano, si a Edward no le incomoda.
Le miré y vi como me asentía sutilmente, luego me cogió la mano y los dos anduvimos hacia el centro del pequeño claro.
-“Bloquea tu mente para que no pueda ver tus pensamientos”, -me susurró mientras caminábamos-, “de la misma forma que me haces a mí”.
De acuerdo”, pensé, y después me concentré en el fuego que recorría mi cuerpo normalmente y que formaba un muro en mi cerebro, para que así lo hiciese, ahora mi cabeza era una fortaleza impenetrable.
Aro se acercó los metros suficientes hacia nosotros y me tendió su mano derecha, yo se la cogí con recelo, y, nada más tocar su gélida y suave piel, me arrastró hacia su pecho con un leve tirón. Me sentí muy incómoda, tocaba mi mano intentado sacar algo de ella, entonces me acordé de un comentario que hizo Edward sobre él. Este podía leer las mente de las personas a través del contacto con la piel, pero no solo lo que estaban pensando en ese instante, sino también, lo de días, meses o años atrás.
Hice todo lo que pude para que el fuego siguiese en mi cabeza y bloquease mi mente, pero notaba como si alguien tuviese un enorme martillo y estuviese golpeando el muro formado. Aquello era molesto porque nadie lo había intentado jamás, aparte de Edward, pero él no lo hacía con tanta agresividad.
Miré a los ojos a Aro y pude ver el color rojo intenso de su iris, parecía irritado, lleno de ira porque su poder estaba fallando. Mi mano sentía mucha presión debido a que Aro la estaba apretando muy fuerte, pero lo estaba resistiendo aunque sabía que si él no soltaba, los huesos de mi mano quedarían rotos.
-Yo creo que ya está bien- oí decir a Edward en voz alta.
En ese momento, el muro dejó de dar tumbos, ya nadie estaba martilleándome, y la mano estaba libre de presión, pero Aro ahora me estaba agarrando por la cintura y me tenía contra su cuerpo.
-Es muy bella, Edward- dijo Aro con suavidad, aunque podía apreciarse algo de rencor.- ¿Dónde las encuentras?, primero Bella, ahora Eva... Claro que tú no eres ningún tonto ¿verdad?, las buscas interesantes.
Ahora que mi vista se iba adaptando cada vez más a la oscuridad, pude ver a Edward acercarse un poco más hacia donde Aro y yo nos encontrábamos.
-Pues, déjame que te diga, Edward, que no me parece bien -soltó de pronto en un tono de voz gélido y cortante.- Vienes de vampiro leal, agradable. Pero no puedes cambiar lo que eres, Edward.
Hubo un silencio incómodo en el que yo, sutilmente, intenté zafarme de sus opresoras manos, pero él parecía no sentirlo porque ni siquiera se movió por mis leves impulsos.
-Thomas -dijo Aro seco.- Acércate.
El chico que se encontraba a la izquierda de Aro se acercó rápidamente hasta estar frente a mí. No me gustaba el olor que desprendía, era una mezcla extraña, entre humo y sangre putrefacta. Los dientes le brillaban, de su boca salía un hedor repulsivo. Este se acercaba cada vez más a mí. Tocaba su nariz con mi pelo y aspiraba fuertemente. En su pecho se oían rugidos cada vez más fieros. Me cogió de la cintura con las dos manos y se fue acercando lentamente para, finalmente bajar la cabeza del pelo al cuello, pero antes de que pudiese él tocar mi piel, este salió despedido hacia un atrás. Vi que había sido Edward el causante de aquel movimiento, se había abalanzado sobre él y lo había lanzado varios metros hacia un lado para alejarlo de mi.
-¡No la vuelvas a tocar! -dijo Edward mientras él me agarraba y colocaba de nuevo al lado de Alice.
Thomas se levantó súbitamente y con una mirada amenazadora, se colocó acechante y se dispuso a atacarle, pero Aro le lanzó una mirada mucho más fría y soberbia que la de él y volvió a su lado sumiso.
-No te preocupes, Thomas. -dijo Aro intentando consolarlo-. Cuando venga con nosotros será para ti.
Yo me quedé atónita. ¿Cuando fuese con ellos?, era increíble, parecía aquello un mercado y yo una pieza que se vendía y compraba. Tuve que salir en mi defensa.
-¿Ir? ¿Yo? ¿Dónde? Yo no voy a ninguna parte.
-Tú irás donde se te ordene -saltó una voz femenina más atrás, a la izquierda de Aro.- ¿Cómo se te ocurre contestarle?
-Renata, tranquila- dijo Aro dulcemente.- Creo que ella no lo decía enserio ¿verdad?
-No. -dije rotundamente-. No voy a marcharme de aquí, ni siendo humana ni siendo vampiro. Tengo pensado convertirme, pero me quedaré donde estoy.
-Ya la has oído, Aro.- soltó Edward con un tono triunfante.- Ya podéis marcharos, ella se queda.
-Según una de las leyes que tenemos los vampiros -dijo la voz de un chico que también estaba a la izquierda de Aro-. Si un vampiro convierte a un humano, el primer período de neófito lo debe pasar con su creador, hasta que este se encuentre en condiciones óptimas para su andanza en solitario o para crear un nuevo aquelarre.
Tras decir aquello último noté como Edward se acercaba un poco más y Alice se iba colocando lentamente detrás de mi, escuché como las pisadas de los lobos iban aproximándose despacio. Alice colocó su cabeza cerca de mi hombro hasta que noté su aliento frío y seco en mi nuca, pensé que sería ella quien lo haría y solo se me pasaba una cosa por la cabeza: “Hazlo, hazlo ya. Antes de que sea demasiado tarde”. Él podía escucharme y era lo que quería, pero no movía ni un solo músculo, tan solo estaba allí. Notaba los fríos labios de la vampira tocándome la piel del cuello y sus ojos clavados en Aro.
-Amigo mío. -dijo de pronto Aro en un tono más jovial-. Que la muerda ella, que sea uno de nosotros. O mejor, muérdela tú, pero ¿serás capaz de hacerlo? Ya no solo me refiero al autocontrol, de eso estoy totalmente seguro de que podrás lograrlo. Me refiero...-se paró unos instantes mientras cogía un aire que no necesitaba-, al dolor.
Súbitamente, la inútil respiración de Edward se disipó en el claro y solo quedó un silencio sepulcral que dañaba los tímpanos. Y, ahora mi mente se vio invadida por una única frase que se repetía de forma incesante y que solo Edward podía escuchar: “No le hagas caso”
-Sí, querido. -continuó, la voz de Aro se había vuelto más fría si podía-. Tú has sido mordido, tú sabes el dolor que se siente, y tú, supongo que la amas, ¿no? Podrás soportar ver cómo sufre la chica a la que quieres. Lo oirás en tú cabeza...
El calor empezó a trepar por la espalda. Seguía pensando en que Edward no le hiciera caso pero en breve el muro se construiría en mi cabeza y la fuerza me recorrería por completo.
-Retumbar dentro de ti...
Esta se apoderó de mis músculos y mis extremidades, sintiéndolos yo más poderosos.
-Martillear en tus oídos...
No era capaz de concebir que me estaba sucediendo con exactitud pues, como siempre, el fuego estaba otra vez en mi cuerpo pero no era como el de siempre, ahora parecía alimentarse de rabia contenida y sabía que atacaría en breve si Aro no callaba. Él sería el primero en caer, y después todos los demás.
-Gritos de dolor...
Fin.
Y aquello fue el detonante para que las brasas estuviesen por completo en mi cuerpo. Pensé: “No me frenes, lo siento”, pero no confiaba en que Edward lo escuchase, pues ya habría hecho el muro en mi cabeza para tapar mis pensamientos.
Respiré profundamente, intenté contar, pero seguía escuchando la voz de Aro diciendo cosas como: “No serás capaz..., ella no vale tú dolor..., morirá antes de transformarse...” Estaba más que harta y preparada para abalanzarme sobre él, pero entonces escuché como la voz de Alice susurraba a mi espalda, pegada a mi oído.
-No lo hagas, por favor. Tranquilízate.
Lo había visto. Fuera lo que fuera lo que iba a hacer, ella ya lo había visto y, a juzgar por el deje de su voz, tenía bastante miedo.
Volví a respirar, pero no funcionaba. Iba a saltar.
-Lo siento.- dije volviendo la cabeza hacia atrás dirigiéndome a Alice.
Vi como Edward también miraba de soslayo, pero este seguía pendiente del interminable, aburrido y desgraciado monólogo de Aro.
-Morirá gente.- dijo Alice cortante.
¿Quién?... esa era la gran duda.
Me lo pensé dos veces y controlé mi instinto, pero era muy complicado porque Aro seguía con su extenso discurso y aquello ponía las cosas difíciles.
-En definitiva...-dijo Aro pareciendo que iba a terminar-...Edward, no sirves para nada.
La gota que colmó el vaso. Allí iba a morir gente, lo sabía, pero ya estaba cansada. Arremetió contra él sin ningún motivo y lo iba a pagar muy caro.
Dejé que el calor llenase mi cuerpo y en cuestión de segundos ya estaba que echaba humo. Me preparé para saltar por encima de Edward y Alice me agarró del brazo intentando controlarme, pero me desasí de ella y aparté a Edward de mi camino.
Fui corriendo hasta donde estaba Aro con la intención de placarle, pero otra persona se encontraba en su posición. Un hombre extremadamente grande, como un armario empotrado estaba allí plantado, con una sonrisa de satisfacción. No lo pensé, me dirigí hacia él y en el momento justo salté encima suya. Ni yo misma me lo creía, debía de medir por lo menos dos metros y medio, y, aún así, conseguí tumbarlo. Me encontraba encima de él, con las manos agarrándole el cuello para intentar estrangularle, pero caí en la cuenta de que se trataba de un vampiro y no de un humano, así que eso no serviría de mucho. Mis manos se cerraron y se convirtieron en puños que ardían con ferocidad. Comencé a golpearle la cara, pero esta estaba muy dura, aunque mis manos no sentían ningún tipo de dolor, sabía que a él tampoco le estaba causando muchos daños. Paré, y le olvidé allí en el suelo para dirigirme otra vez hacia mi objetivo, Aro.
Corrí otra vez, pero algo me hizo detenerme. Un intenso dolor estaba perforando mi cabeza. Entonces supe que era Jane la que lo hacía porque ya lo había sentido con anterioridad. Luché con todas mis fuerzas, pero aquello era demasiado. Ella debía de sentir un profundo odio hacia mí porque lo estaba volcando todo ahora. Mientras estaba en el suelo tirada, intentando avanzar y oponerme a aquella fuerza, me dio tiempo a pensar dónde se encontraban todos los demás, todos los de mi bando: Edward, Alice, los lobos...¿Dónde?
Giré poco a poco la cabeza, como pude, y vi que Alice estaba tirada en el suelo y Edward se encontraba atrapado por el vampiro que yo antes había derribado. Un vampiro se encontraba frente a Alice, dando la espalda hacia mi posición, pero supuse quién era. Alec, sin duda, el vampiro que adormilaba los sentidos de los demás estaba controlando la situación.
Pero, ¿dónde estaban los otros Volturis?
Aquellos que faltaban: Renata, Enzo y Thomas no estaban allí.
Me ladeé hacia un lado a pesar de seguir con aquel repentino dolor y vi a la manada de lobos retenida por los Volturis restantes para que aquellos no se acercaran.
Volví la cabeza y recuperé el contacto visual con Aro, que ahora se encontraba más cercano a mí.
-Tú ingenuidad me conmueve -soltó de pronto con esa gélida y sombría voz-. Pero, a la vez, me sorprende -decía mientras andaba hacia mí con un contoneo ligero-. Me sorprende porque, te has querido abalanzar sobre mí para, seguramente, matarme. Y has sido tan osada que, incluso cuando Félix se ha puesto delante de tú objetivo, lo has derribado y lo has agredido sin ninguna compasión para después dejarlo tirado y seguir con tu plan. Me sorprende.
Aro estaba frente a mí, ahora se había detenido y agachado para estar los dos cara a cara.
-Serás de gran ayuda -dijo arrimando su rostro al mío-. Tienes un gran potencial y no será desperdiciado.
Mantuve la mirada, escrutaba sus fríos ojos rojos. Me sumergí en ellos, pero solo encontré un oscuro fondo profundo. Jane seguía con los suyos clavado en mí, volcando aún más odio si cabía sobre mí, y yo, inmóvil en el suelo, seguía debatiéndome, luchando por salir del perímetro de su mirada.
De fondo se escuchaban los aullidos de los lobos de la manada de Jacob, no sabía lo que ocurría tras de mí, pero debía de ser algo horrible a juzgar por los quejidos de estos.
Saqué fuerzas de donde pude y levanté la cabeza del suelo para enderezarmen y ponerme en pie. Una vez arriba, sentí cómo Jane agudizaba más la vista y el dolor aumentaba por momentos, pero yo me resignaba a volver al suelo.
-Déjelos...en...paz-dije entrecortadamente.
-Félix, por favor, podrías acercar a Edward-. Dijo Aro mientras se levantaba también.
No podía moverme, así que esperé a que aquel vampiro enorme trajese a Edward. Segundos después, Edward ya estaba a mi lado, pero era flanqueado por Félix.
-Félix, ayuda a los otros a mantener a raya a los perros- dijo Aro mirando ahora a Edward.
Félix se marchó rápidamente, cuando quise darme cuenta ya se oía su voz en la lejanía.
-Edward, vamos a negociar -dijo Aro levantando algo más la voz porque los aullidos y gañidos de los lobos había aumentado.
-No hay nada que negociar Aro -contestó Edward con algo de dificultad.
-No lo has entendido, parece ser- Aro se acercó mucho más a mi hasta quedar mi rostro y el suyo casi pegados, entonces, subió su fría y dura mano por mi cabeza y sus dedos se engancharon fuertemente en mi pelo, tiró levemente hacia atrás para que yo echase también la cabeza-. Ella no sufrirá las consecuencias, pero, a lo mejor, algún amigo o familiar tuyo sí.
Edward estaba muy tenso, su mandíbula estaba apretada y le daba un aspecto mucho más duro a su rostro.
-¿Y bien? -insistió Aro.
Yo estaba irritada, mientras una me taladraba con aquella mirada infernal, otro me tiraba del pelo arrastrando mi cabeza hacia atrás. En aquel momento deseé volver a sentir el calor para zafarme de aquellas agresiones por parte de los Volturis.
-No hay nada que negociar -.Contestó Edward fríamente.
-Muy bien, -respondió Aro impávido-. Hasta ahora, no hemos querido hacer daño a nadie, pero ya que insistes. ¡Matad a un lobo, me es indiferente! -gritó Aro sin apartar la vista de los ojos de Edward.
Entonces se oyó un gran aullido de dolor que sobresalió por encima de los otros. Después, hubo un silencio sepulcral.
No pude evitar sentirme culpable. ¿Habrían matado en realidad a algún lobo?, si era así, ¿a cuál?
Unas lágrimas empezaron a caer de mis ojos y descendieron por mis mejillas. Pensé en como le afectaría aquello a los demás, pero en el fondo no quería admitir que hubiese muerto nadie.
Ya me lo había avisado Alice, si me lanzaba, alguien moriría. Por qué no la hice caso.
De pronto, noté que algo frío tocaba mi rostro y recogía las lágrimas que iba soltando.
Ladeé la cabeza un poco y vi que Aro había sacado su dura lengua y la paseaba por mi cara secándola.
Aquello me hizo estremecer, y entonces el calor volvió a subir con mucha más fuerza que nunca. El dolor que implantaba Jane en mí se había ido, y ya no notaba la fuerza que ejercía Aro sobre mi cabeza.
Me revolví como pude y noté como Aro soltaba su mano de mi cabeza. Yo estaba libre y ahora él pagaría por lo ocurrido.
El fuego que se escondía en mi pecho, repentinamente se expandió por el cuerpo y notaba que era una bola caliente de fuerza y poder renovados. Levanté el brazo y agarré a Aro por el cuello y le tumbé en el suelo. Él se resistía, pero yo me encontraba con mucha más energía que él. Enseñaba los dientes con voracidad desde el suelo mientras soltaba ruidos feroces por su garganta, me golpeaba los costados con aquellos puños marmóreos, pero apenas sentía dolor. Apreté mi mano mucho más fuerte y el duro y frío cuello del vampiro se estremecía bajo mis dedos. Además de sus gañidos podía oír de fondo como los que se encontraban detrás de mí gritaban y gemían. Alcé la vista y miré hacia atrás para ver que sucedía y vi cómo los vampiros y los lobos se habían enzarzado en una gran batalla en la oscuridad de la noche. Todos estaban luchando entre sí menos Edward que seguía allí quieto, donde había estado antes de mi acción, mirándome con ojos profundos. Su mirada fue la que me hizo soltarle el cuello de Aro, pero seguía sujetándole las manos. Arrimé la cara a la suya y le susurré:
-Di a tus vampiros que dejen de luchar.
-Tienes agallas para enfrentarte al vampiro con más poder de la Tierra -dijo haciendo caso omiso a mi petición-. Cuando vengas con nosotros te mantendremos encerrada y amordazada y te sacaremos en ocasiones especiales.
Agarré sus manos con una sola y la otra la dirigí de nuevo al cuello. Esta vez le cogí del mentón con la palma de la mano y empujé duramente contra el suelo su cabeza y le volví a repetir, ahora algo más fuerte:
-¡Di a tus vampiros que dejen de luchar!
Le solté la cabeza y el abrió la boca de nuevo, esta vez para decir lo que yo le había mandado.
Súbitamente, los gritos y aullidos dejaron de sonar. En su lugar, volvió a haber un silencio tenso.
-Voy a soltarte -le dije despacio-. Voy a confiar en ti, pero como hagas un solo movimiento en falso me lanzaré sobre ti de nuevo y esta vez pagarás la vida que te has cobrado antes.
Así hice, le solté las manos y me incorporé sin dejar de mirarle. Me coloqué al lado de Edward mientras Aro se ponía de nuevo en pie de frente a él.
-Vigílala -.dijo Aro refiriéndose a mí-. Ella sola siendo vampiro dará más problemas que ningún otro aquelarre. Eres la primera en enfrentarte a mí de esa manera -.siguió dirigiéndose ahora a mí.
-Te ha bastado para saber que no se marchará -dijo de pronto Edward.
-Sí...aunque es muy tentadora la idea de llevárnosla. Pero, haremos una cosa -dijo Aro mientras miraba por encima del hombro de Edward para buscar con la mirada a alguien-. Nos marcharemos de aquí cuando la hayas convertido. Trato.
Edward me miró, pero antes de que él pudiese hablar contesté a Aro:
-Trato.
Y le estreché la mano con firmeza.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Capítulo 9: Frío y Calor

La siguiente semana fue la peor de toda mi vida, la pasé tumbada en la cama tan solo levantándome para ir al baño, y muchas de esas veces eran para vomitar.
Estuve alojada en casa de Bella mientras que los lobos de la manada de Sam junto con Jacob y Seth arreglaban el butrón que había en la pared de mi casa, pero lo debieron de pasar realmente mal puesto que todos los días de esa semana hubo lluvias incesantes acompañadas de estrepitosos truenos y llamativos relámpagos, además, no solo se encargaban de reconstruir mi casa, también tenían que vigilar el bosque y los alrededores, tenían que cumplir sus obligaciones de lobo.
Mientras los licántropos estaban fuera, yo me encontraba dentro de la casa de Bella bajo la estricta vigilancia de Seth-que se ofreció a quedarse conmigo algunos días-, Bella y Edward. Pude unir más lazos con cada uno de ellos, ya me consideraban una más a pesar del escaso tiempo que llevábamos juntos.
Las conversaciones que mantuve con Seth eran todas muy divertidas, siempre estaba de buen humor y conseguía sacarme una sonrisa todos los días que estaba conmigo, hacía lo imposible para que yo no me centrase en el increíble dolor que se estaba produciendo en mi interior. Pero a pesar de sus palabras llenas de entusiasmo y su tez aparentemente tranquila, sabía que él también estaba librando una batalla en su interior y sabía que en aquel momento estaba perdiendo, pero no me contó nada acerca de él y sus problemas, siempre hablaba de cosas buenas.
-Ser lobo no está nada mal –dijo la mañana siguiente después de quedarme a dormir la primera noche-. No tienes que preocuparte, y el dolor es pasajero, todos lo hemos pasado.
-Espero que valga la pena –dije con la voz apagada-. He pasado una noche horrible, no pude pegar ojo.
-¿Qué es lo que has hecho?, ¿retaste a Edward para ver quién aguantaba más sin dormir? –dijo entre risas.
-Eso hubiese estado interesante, pero seguro que si hubiese sido eso, ahora mismo, tendría mejor color de cara.
-Entonces, ¿por qué te has levantado con tan mal color de cara? –dijo con tono de preocupación.
-Dormí una o dos horas, pero luego me despertó una gran presión en el pecho, como si una enorme roca me aplastase contra el colchón, y a partir de ahí todo fueron vómitos.
-No hace falta que me cuentes más, de acuerdo- dijo con sarcasmo- Mi misión contigo va a ser la de hacerte olvidar tus insoportables noches. Mientras que la misión de Bella es cuidarte y la de Edward es darte cariñitos, la mía será esa, ¿te parece bien?
-Me parece perfecta –dije entre risas débiles que me raspaban la garganta-. Ahora cuéntame, ¿qué ventajas tiene ser un hombre lobo?
-Para empezar, no somos hombres lobo, sino metamorfos –aclaró él mientras intentaba imitar a un profesor de Lengua.
-Vale, podría deducir que…-paré un momento para coger aire, notaba que me ahogaba, pero fue solo un momento- sois cambiantes de forma, en vuestro caso lobos.
-Exacto, pero las explicaciones las da el menda, entendido –dijo con sarcasmo.
Junté las palmas de las manos y mientras bajaba y subía varias veces la cabeza en señal de disculpa.
-Como has dicho, somos cambiantes de forma, nos transformamos en gigantescos lobos protectores. Podemos entrar en fase, que es como llamamos a la conversión, cuando queramos, en el momento que queramos. Te contaré las ventajas de ser como nosotros: fuerza y velocidad increíbles, todos los sentidos desarrollados, vista nocturna, he de decirte que no vemos en blanco y negro como los lobos de verdad, seguimos percibiendo los colores, oído sensible, olfato refinado, gusto…creo que el gusto es el mismo, en fin, resistencia física más desarrollada y no envejecemos si no queremos, es decir, podemos ser o no ser lobos, en el momento en que dejemos de lado nuestra parte animal, volveremos a envejecer.
-Vaya, también tiene inconvenientes, ¿no? –pregunté casi en un susurro, me dolía la garganta después de toda una noche vomitando.
-Yo todavía no he encontrado ninguna –dijo despreocupado-. A lo mejor dentro de algún tiempo empiezo a planteármelo, pero de momento, ser lo que soy me hace muy feliz.
-Se nota…-me entró la tos y tuve que interrumpirme.
Tosía fuertemente y me estaba quedando casi sin respiración. Notaba un sabor férrico en la boca, Seth se levantó de la cama y fue a por algo de papel. Llegó con un pañuelo y me lo tendió para que me limpiase.
Como supuse, estaba sangrando.  
-Perfecto –dije una vez acabé- Seth, ¿esto es normal?
-A mí no me pasó, no sé si a los otros… –paró un momento, su cara se volvió triste y se quedó mirando al suelo, luego, volvió en sí y siguió hablando-. Pero tú no te preocupes porque, a lo mejor, no te transformas en lobo.
-¿A no? –dije sin comprender qué quería decirme.
-Nosotros nos trasformamos en lobos, pero tú podrías ser otra cosa, un gato, un ciervo o, incluso, un águila.
-Me saldrán alas y pondré huevos, que divertido –dije bromeando.
Intentaba sacarle una sonrisa de aquella boca y lo conseguí, me preocupaba su estado de ánimo, parecía ausente.
-Seth, me he dado cuenta de que tu cuerpo ha cambiado –dije dejando el otro tema de conversación atrás.
-Te has fijado, muchas gracias –dijo mientras ponía sus brazos a noventa grados entre su cabeza y hacía fuerza para mostrarme sus nuevos bíceps- Me estoy desarrollando, me ha dicho Jake que en pocos días seré casi tan alto como él y más grande que Paul.
-Vaya, Sr. Musculitos, -dije con una sonrisa- me gusta verte feliz.
Nos quedamos hablando de todos los temas que se nos ocurrían, y yo me sentía mucho mejor cuando no pensaba en el desagradable dolor que, de vez en cuando irrumpía en mi cuerpo como un torbellino.
Cuando llegó la noche Edward vino para sustituirle.
-Hasta mañana Eva, espero que lo pases mejor esta noche –dijo despidiéndose.
-Gracias Seth, adiós.
-Vaya, os estáis haciendo muy amigos –dijo Edward una vez se cerró la puerta de la calle.
-Sí, realmente es un chico muy simpático, pero me preocupa, estaba distante hoy.
-No le ocurre nada, tranquila –dijo sentándose en la cama- ¿Qué tal te encuentras hoy?
-No muy bien, pero no quiero hablar de ello. ¿Qué has hecho tú?
-Pasé por tu casa para ver que tal iba la obra, no la acabarán hasta dentro de dos semanas si sigue lloviendo. También fui a cazar con Alice y Carlisle, no te voy a explicar ahora que es eso –dijo contestando por adelantado mi pregunta-. No lo haré por la sencilla razón de que tú no te encuentras bien y no quiero que empeores si te cuento los horribles detalles de nuestras cacerías familiares.
-De acuerdo, ¿Alice ha visto algo nuevo en sus visiones? –dije cambiando de tema rápidamente.
-Sí –se quedó callado y contempló la pared varios minutos hasta que por fin volvió a abrir la boca-. Ha visto al amigo de Ben.
-¿Está vivo? –era la única pregunta que podía hacerle.
No me contestó, volvió a quedarse inmóvil y en silencio. Yo estaba expectante, necesitaba saber si aquel chico estaba bien o no, si lo estaba no podría decírselo a nadie al igual que si no lo estaba, era muy complicado.
-Está con ellos –dijo con un tono de voz apesadumbrado.
-Es un… -algo en mi me impedía decir la siguiente palabra, obvia en aquel caso.
Asintió con la cabeza muy suavemente. Sabía de lo que hablaba, lo sabía muy bien.
No podía creerlo, alguien a quien conocía, a quien conocía mi hermana y su novio, no le volverían a ver jamás porque este se había convertido en un vampiro, o sí que lo verían pero de una manera atroz, con una sed de sangre casi insaciable. Estaban en grave peligro y tenía que hacer algo.
-Están bien –dijo Edward con la misma voz de pesadumbre.
-¡¿Cómo lo sabes?! –dije con un tono de voz mucho más alto de lo que quería.
-Los Volturis ya no están en Seattle… –dijo el vampiro reduciendo el tono de voz a medida que hablaba- vienen hacia aquí.
Me sentí aliviada tan solo unos segundos al saber que no estaban cerca de Jess y de Ben, pero esa tranquilidad se esfumó en cuanto Edward dijo que se acercaban aquí. Mi corazón se aceleró todo lo que pudo y otra vez el fuego inundó mi cuerpo y mi sangre se volvió a convertir en lava que sentía correr por mis venas, pero, aquella vez no me quedé sin sentidos, al contrario, se habían agudizado. Lo veía, olía y oía todo, con una claridad mayor a la de antes, y aquello me mareaba.
-¿Eva? Eva, cariño te encuentras bien –oí decir a Edward en un tono de voz dulce y preocupado.
Pero, además de su voz, pude oír como se acercaba un coche a la casa, los neumáticos pisando la tierra mojada del camino, la lluvia rebotando en la carrocería, oía, incluso, respirar a la persona que se encontraba dentro del coche y su corazón latir acompasadamente. Era todo tan extraño, tan sobrenatural.
-Bella, ¡por favor! –dijo Edward en voz alta- Ven, necesito tú ayuda.
Era Bella la que había escuchado llegar en el coche.
Noté como se cerraba la puerta de su camioneta vieja y como unos pies corrían por el barro hasta llegar a la casa. Bella cerró la puerta de esta al entrar y en segundos estaba a mi lado. Nunca me había dado cuenta de que ella olía de un modo extraño, tenía dos olores que no combinaban del todo bien pero que tenían cierto encanto, olía a fresa y a perro mojado. Entonces caí en la cuenta de que ella podía cambiar su forma por la de un enorme lobo y, afuera estaba lloviendo, lógica pura.
-¿Qué la ocurre? –dijo con la voz ahogada.
-Sus sentidos, -contestó Edward con suma claridad- son muy agudos. Ha escuchado el latido de tu corazón cuando estabas en el coche.
-¡Viene alguien más! –dije convencida, aunque no supe por qué.
Ambos se quedaron callados, como si estuviesen esperando algo, los dos con la mirada perdida, hasta que Edward rompió el silencio:
-Es Alice, te ha visto.
¿Cómo podía saber yo quien venía?
Era todo muy desconcertante. El fuego seguía dentro y mi corazón bombeaba sangre cada vez más y más deprisa, este saldría de mi pecho si no se controlaba pronto.
Mientras todo aquello sucedía en mi interior, Bella tenía agarrada mi muñeca izquierda con dos dedos, estaba controlándome el pulso, y Edward decía el recorrido que estaba llevando Alice para llegar a la casa. Entonces empecé a escuchar pisadas suaves y rápidas por la hierba y la tierra mojadas, como el viento pasaba a ambos lados de un cuerpo duro y menudo que se desplazaba con gracilidad, escuchaba el pelo fino y alocado de la vampira que iba siendo calado por las frías gotas de agua que se filtraban por las copas de los árboles.
Alice atravesó la puerta de la habitación, empapada, en cuestión de segundos y, como Bella había hecho antes, corrió hacia mí y se sentó en el suelo a mi lado.
-¡Edward Cullen! –gritó mirando a su hermano con el ceño fruncido-. ¿Cómo se te ocurre decirle ahora lo de los Volturis? Tú tranquila, hablaremos con ellos y no pasará absolutamente nada de lo que tengas que preocuparte –dijo más pausadamente dirigiéndose a mi.
-Tenía que contárselo, ella necesita saberlo todo –contestó el vampiro sin levantar la voz.
-Pero no ahora, sabiendo como se encuentra. ¿Por qué se alteró tanto la última vez? –le recordó Alice- Por una noticia a destiempo.
-Tienes razón, pero, ¿cuándo iba a contárselo? –preguntó Edward con el mismo tono de voz.
Alice no contestó, ella empezó a acariciarme la cabeza con aquellas manos gélidas y duras como la piedra pero eran sumamente suaves y agradables al tacto.
Respiré hondo y un nuevo aroma estaba en la habitación, justo donde se encontraba la diminuta vampira. Era dulce, muy dulce, casi quemaba la nariz, pero poco a poco me fui acostumbrando a el, a aquel olor a flores y a cabello húmedo. Pero todo aquello se fue desvaneciendo lentamente, los olores de la sala se entremezclaban, ya no los podía captar por separado, aunque seguía oliendo bien la habitación. La luminosidad que allí reinaba empezaba a desaparecer y la estancia adoptaba un tono más oscuro y lúgubre, y ahora solo podía percibir el sonido de la lluvia cayendo al suelo de tierra-ahora barro-del exterior, ya no escuchaba cada una de las gotas chocar contra todas las superficies de alrededores, tan solo el sonido de una inmensa tromba de agua caer al suelo y al tejado de piedra de la casa y el salpicar en la ventana.
Volvía a ser yo, una corriente humana de sentidos vulgares, pero me sentía algo distinta. El calor no había remitido, pero era soportable.
-Eva…-dijo Edward inquieto- necesitas dormir.
Me quedé pensando en sus palabras, esas tres palabras me sonaban extrañas, amenazadoras. De algún modo pensaba que él quería atacarme, pero solo había dicho tres palabras vanas, ¿cómo podía sentirme amenazada por ello?, además, él me quería, nunca podría hacerme daño.
Todo este sin sentido pasaba por mi cabeza a una velocidad impresionante, yo no quería reaccionar de forma violenta puesto que no me habían hecho nada malo las personas que allí estaban, pero la llama que se alojaba en mi espalda se iba avivando y eso me hacía enfurecer.
Empecé a sentirme confusa y frustrada, necesitaba aire, necesitaba respirar, me estaba agobiando. Movía la cabeza de un lado a otro, buscando una salida con la mirada, y allí encontré la puerta de la habitación, abierta, y algo me incitó a salir. Me coloqué en pie encima de la cama con un movimiento grácil y luego salté al suelo y miré a todos los que allí se encontraban. Vi sus caras confusas y expectantes, pero nadie decía ni hacía nada. Me coloqué de espaldas a la puerta y fui retrocediendo lentamente hacia ella sin perderles de vista. Ellos me seguían con los mismos movimientos leves, parecían imitarme y eso me enfureció aun más. Me volví y salí por la puerta corriendo para salir a la calle. Atravesé la puerta de la casa que llevaba al exterior y en segundos me encontraba ya fuera, calada por el frío agua de la lluvia, y mis sentidos volvieron a agudizarse. Otra vez todo brillaba de un modo especial, podía oler la tierra húmeda del bosque y también, el asfalto mojado de la carretera que llevaba a Forks, que estaba a varios kilómetros de allí, también podía oír los coches que circulaban por ella. Entre todas aquellas sensaciones tan nuevas y tan gratificantes, no me había dado cuenta de que estaba pisando el barro con los pies desnudos y aquello era perfecto, metía y sacaba los pies de la tierra y la notaba fresca y suave, me hacía sentir libre. Pero aquello acabó con el molesto ruido que sonó a mi espalda, la voz de Edward ya no resultaba tan bonita como antes, tal vez porque estaba enfadada con ellos no me apetecía escuchar a nadie.
-¡Eva, vuelve a casa!
Ignoré sus palabras, no quería estar encerrada entre las cuatro paredes de una habitación sombría, no era lo que me apetecía hacer, notaba que mi sitio no era aquel, que tenía que estar allí afuera, mojándome, siendo libre. Por eso no me volví, por ese motivo no entré de nuevo en casa y por ese motivo empecé a correr en dirección al bosque sin que nada me importase y sin que nada me preocupase.
Entré los árboles me encontraba corriendo sin ninguna dirección, tan solo corría y corría tan rápido que los árboles pasaban a mi lado como difusas manchas verdes y marrones, como ya lo hicieron cuando corrí junto a Edward, pero aquello no me cansaba, no me sentía agotada y, por supuesto, no pensaba parar sin un motivo lo bastante grande como para detener mi euforia.
Pero no estaba sola allí, podía escuchar a los dos vampiros hermanos corriendo detrás de mí, y también olía y oía a varios lobos persiguiéndome, estaba segura de que uno de ellos era Bella, con aquel inconfundible olor a fresa y a chucho.
No estaba pendiente de ellos, no me importaban en absoluto, yo tenía una meta, no sabía cual era, pero lo descubriría.
Me concentra en otras cosas: el sonido de algún animal o de la lluvia al chocar contra todos los objetos por los que iba pasando velozmente, todos los nuevos aromas que se filtraban por mi nariz era sublimes y los colores y formas que distinguía con un detalle increíble a pesar de mi rápida carrera, pero ninguna de esas cosas podía impedir que escuchase con más claridad la voz de Edward y de Alice diciéndome que parase y que volviese a casa. Eso me hacía enfadarme más porque me intentaban obligar a hacer algo que yo no quería hacer.
Me alimenté de mi propia rabia y el calor se hizo más intenso y me volví más fuerte y vi la oportunidad, un inmenso río de algunos metros de ancho que no se podían saltar así como así, pero yo me sentía con suerte en aquel momento y me arriesgué. Apreté más el paso y, al llegar al borde de cauce salté con todas mis fuerzas, era asombroso, me sentía como si estuviese volando, pero sabía que no llegaría hasta el final y que me hundiría en el agua del río y ellos me atraparían si no hacía algo. Pensé en pleno vuelo con toda la rapidez que pude y entonces me fijé en la rama de un árbol enorme que sobresalía en dirección al río y que estaría justo a mi alcance en pocos segundos. En cuanto tuve la oportunidad, me aferré a ella con las dos manos y con un salto tan sumamente refinado que me sorprendí incluso yo de aquel movimiento, me coloqué encima de la rama y me puse en pie sin perder en ningún momento el equilibrio. Me volví y vi a Edward, Alice, un lobo de color rojizo, otro amarillo claro y otro que tenía una mezcla de ambos, podía saber que eran Jacob, Seth y Bella los que allí estaban.
Les sonreí y giré sobre mis pies para llegar hasta el tronco del árbol. Andaba como nunca antes lo había hecho, era como si me estuviese pavoneando pero con movimientos lentos y acompasados, diría que incluso felinos. Llegué hasta el tronco y apoyé las manos en el, entonces sentí la corteza del árbol desvanecerse de estas y también de mis pies, y vi como el árbol empezaba a alejarse desde una perspectiva que me asustó demasiado y me di cuenta de que estaba cayéndome de este y, que pronto toparía contra el suelo y todo terminaría, y todo pasó por mi cabeza, había sido una estúpida al haberme enfadado con ellos sin motivo alguno, había sido estúpida al salir corriendo de la casa de Bella, había sido estúpida al ignorar sus constantes llamadas y avisos, había sido estúpida al haber hecho aquel salto y, había sido estúpida por haber dejado a un vampiro que me amaba y moriría de una forma estúpida y merecida.
Cerré los ojos, dejé la mente en blanco y me abandoné, no importaba ya nada porque el fin se acercaba. El fuego había cesado y mi mente quedaba libre ya, entonces pensé en que Edward estaba cerca de allí y que seguro que podía oír mi mente.
-Edward, te quiero –pensé-. Lo siento.
Y esperé la llegada de la muerte con una sonrisa porque estaba segura de que él me había escuchado, ya sabía los que sentía.


Desperté a los dos días en la misma cama que abandoné sin previo aviso. Pero no me desperté de la manera que yo hubiese querido.


Abrí los ojos porque el fuego había vuelto y, aquella vez, solo podía fijarme en ello. Los sentidos no se habían ido, ni se habían agudizado, estaba completamente paralizada por el dolor, mi cuerpo estaba totalmente entumecido y solo podía gritar con toda mi alma, era lo único que podía hacer.
Y así los días restantes hasta el domingo.
Mis alaridos atraían la atención de las personas que se encontraban cerca de la casa, algunos de ellos no hacían absolutamente nada allí y aquello me enfurecía, pero me percaté de que, como hice una vez, esa rabia producida era la que generaba el dolor y lo hacía estallar en mi cuerpo como una bomba de relojería, pero la otra vez que lo hice me llené de fuerza, ahora deseaba no haberlo hecho nunca.
Edward no se alejaba de mi en ningún momento, estaba siempre a mi lado, acostado en la cama junto a mi, pero mi temperatura era totalmente inestable y cambiaba cuando quería y de forma inesperada. Tan pronto era capaz de alcanzar los 50 ºC como, de repente, entraba en estado de hipotermia. En esos casos, él no podía estar muy cerca de mí por culpa de su gélido cuerpo y le relevaba Bella, pero aquello de que por culpa del frío no pudiese estar a mi lado me mataba, era incluso más doloroso que mi propio dolor interno.
Después de la caída del árbol no pude moverme para nada –además de estar paralizada por el dolor-, tampoco era capaz de articular ninguna palabra por culpa de los llantos y los gritos que mi malestar me provocaba. Solo podía escuchar –si podía- a los que hablaban en la habitación y si la conversación me interesaba, cerraba la boca para poder oírles con más claridad, pero acababa sangrando por la nariz sin saber el motivo de este ataque, podía ser la presión que había en mi cuerpo, porque, no solo mi anatomía se transformaba en un horno o un congelador, también era una prensadora.  
Pero solo con escucharles no me bastaba, necesitaba conversar con ellos porque yo era el tema principal de todas las charlas. Qué iban a hacer conmigo era la pregunta que se hacían todos los días varias veces, cuándo hablarían con los Volturis estaba en el puesto número dos.
Pero, por lo menos, estaba siendo informada de todo lo que ocurría. Alice venía siempre para decirnos lo que había visto relacionado con ellos. Sabíamos las cosas más importantes y relevantes, Enzo, el nuevo vampiro reclutado por los Volturis y antiguo conocido mío, tenía un poder increíble, tenía la fuerza de un neófito –al tener tanto tiempo libre me habían explicado varias cosas sobre ellos como por ejemplo, que los nuevos vampiros son más fuertes porque su propia sangre sigue estando en sus tejidos- y que aquella fuerza la tendría para siempre, incluso, Edward especulaba sobre su inmensa fuerza y estaba seguro de que sería mucho mejor que Félix, -otro vampiro de los Volturis que se encargaba de las ejecuciones más cruentas- y aquello era un grave problema, además, Alice también había visto otro nuevo vampiro con ellos, otro que también tenía un don que a Aro le era de gran utilidad. Aquel nuevo vampiro era un chico joven de diecinueve años que se llamaba Thomas y que podía percibir el don que podría tener cada vampiro si se convirtiesen en uno de ellos, y aquello también era un problema porque lo llevarían a Forks para que determinase si yo iba a tener o no algún don especial con mi transformación, pero era obvio que yo no era normal, y si lo era, estaba sufriendo en vano.


Llegó el sábado por la noche y en el ambiente había muchísima tensión, el dolor era más potente y yo estaba conteniéndome para no gritar, pero era muy difícil, puesto que aquello era comparable con un peso de seis toneladas cayendo sobre mi cuerpo congelado –aquel era un día en el que mi cuerpo estaba igual que el de Edward- y era insoportable, no se lo deseaba a nadie. Pero, a pesar de aquel sufrimiento, fue el único día después de que me cayese del árbol, que pude hablar, pero deseé no haberlo hecho porque estaba furiosa y el comportamiento de Edward lo empeoró más, aunque el final de la discusión fue gratificante aunque no llegó a culminarse.


Me encontraba tumbada en la cama arropada hasta arriba y con Bella a mi lado dentro de ella, Edward estaba en la esquina de la habitación, lo más alejado de mi que podía, y Seth también estaba a mi lado, sentado a los pies del lecho.
Nadie hablaba, solo se oían mis gemidos ahogados, estaba con la boca y los ojos cerrados conteniéndome para no gritar como una energúmena, pero las lágrimas se escapaban de mis ojos y corrían por mis mejillas hasta llegar a la boca, entonces aquello me hacía recordar lo que estaba sucediendo y pequeños quejidos se filtraban por las comisuras de mis labios, no tardaría en sangrar y Edward tendría que irse, y aquello no podía soportarlo.
En aquel silencio agobiante se oía solo eso, pero de pronto se escuchó el ruido de un gruñido que sonó aterrador, y se volvía más intenso y terrorífico. Yo me olvidé de mi agonía y abrí los ojos para buscar de dónde provenía aquel sonido, y miré a Bella y las dos miramos a Seth y los tres miramos a Edward y caímos en la cuenta de que aquel sonido era producido por el vampiro.
Este dirigía su mirada hacia Seth y lo contemplaba con unos ojos de profundo odio, le estaba matando con aquella mirada fría.
-Edward, lo siento –dijo Seth muy despacio-. Se me ha ido la cabeza, perdona colega.
-¡No vuelvas a pensar eso NUNCA! –contestó Edward mientras se levantaba y dirigía hacia él-. ¡Me has oído, chucho!
-¿Qué ha ocurrido? –dijo Bella saliendo de la cama para ponerse en medio de ambos- Seth, ¿qué has pensado?
-No ha sido adrede, lo siento de veras. Tío perdóname –dijo Seth también levantándose de la cama con las manos extendidas para que Edward no se acercase.
-Será mejor que te vayas Seth –dijo Bella agarrándole y empujándole hacia la puerta.
Él no contestó y se dejó arrastrar por ella hacia la salida, no hizo ningún impedimento para que no le echase. Después se escuchó la puerta de la casa como se abría y cerraba detrás del joven hombre lobo.
Bella y yo nos volvimos hacia Edward, este miraba hacia el suelo todavía con aquella mirada vacía y seca, con el ceño fruncido.
Mi dolor ya no existía, pero no porque se hubiese ido ya que todavía seguía latente, ya no existía porque una gran ira se había apoderado de mí ser y pesaba más que los dolores que podía sentir.
-Edward, ¿qué demonios acaba de ocurrir aquí? –pregunté en un tono apagado.
-Estaba pensando cosas que no me han gustado –dijo él bajando la voz- Eso es todo.
-¿Qué era? –intervino Bella-. ¿Estaba pensando cosas sobre Eva?
Asintió con la cabeza.
Aquel movimiento me hizo llenarme rápidamente del calor abrasador que solía estar en mi cuerpo. Solté un quejido leve y me senté en el borde de la cama preparada para levantarme y dirigirme hacia el vampiro.
-¡Tiene que ser muy complicado ser tú, ¿verdad?! –dije poniéndome en pie muy suavemente, sin alterar todavía mi pausado tono de voz-. Es decir, ¡escuchando todo el tiempo las opiniones de la gente, tanto si te gustan como si no!
-No…-intentó decir él, pero le interrumpí:
-Muy duro –dije yendo hacia él despacio-. ¡Pues escúchame bien, Edward Cullen, no puedes obligar a la gente a cambiar lo que piensa porque a ti no te guste, tan solo por el simple motivo de que lo estás escuchando tú también! ¡No puedes! ¡Habrá cosas que piensen unos sobre mi que a ti no te agraden pero no puedes cambiar las cosas porque tú quieras!
-Estaba pensando en…
-¿En qué estaba pensando Seth?, ¿en algo subido de tono sobre mi? –dije acercándome cada vez más a él.
-En parte –dijo posando sus dulces ojos amarillos en los míos.
-No me molesta, es muy posible que a ti sí, pero… -me detuve.
-Pero…-dijo él todavía con los ojos puestos en mí.
-Bella, por favor. Puedes salir de la habitación –dije girándome hacia ella.
-Sí, por supuesto –me contestó ella mientras salía y cerraba la puerta.
Volví a la cama sin decir ninguna palabra y Edward vino detrás de mi callado también. Me senté en el borde y él me imitó quedándose justo a mi lado, ya no sentía frío, así que él podía estar a mi lado perfectamente. Yo tenía los ojos clavados en el suelo, pero, de vez en cuando le miraba por el rabillo del ojo.
-Compréndeme –dijo él en tono de disculpa mirándome el perfil de la cara.
-Bella me contó lo de la imprimación –dije en voz muy baja, todavía sin mirarle a los ojos-. Era eso en lo que pensaba Seth, ¿verdad?
-¿Cómo lo has sabido? –preguntó él muy desconcertado.
-En estos días he podido observar y conocer muchas de tus expresiones vacías, y eso que yo no sé leer ni la mente ni las caras de los demás –dije manteniendo los ojos en el suelo de piedra negra-. Sé que no te hubieses enfadado tanto porque Seth hubiese pensado algo lascivo sobre mí, sé lo mucho que te molestó la imprimación de Jacob. Pero de todo esto me he dado cuenta ahora y te iba a regañar por eso, y lo siento de veras.
-No tienes por qué disculparte, tienes toda la razón, pero tengo serias dudas sobre tu naturaleza y sobre si te puedes imprimar tú también, y dejarme, y no podría soportar otra más –dijo cogiéndome con sus congeladas manos las mías.
-Edward, te quiero –le contesté mirándole a los ojos directamente.
Y sin dejarle decir ni una sola palabra más, me lancé a sus labios robándole todos los besos que no me pudo dar en esa semana.
Caímos los dos lentamente sobre la mullida cama y girábamos de un lado a otro mientras nuestros labios se unían y se separaban continuamente y nuestras manos acariciaban dulcemente el cuerpo del contrario. Las mías subían por su espalda y se quedaban largo rato enganchadas entre su pelo cobrizo mientras que las suyas se quedaban en la curvatura mi espalda, inmóviles.
Ya no me acordaba del dolor, ni de la quemazón, ni del frío, ahora me sentía llena de fuerza, otra vez con vida, otra vez como antes.
Edward empezó a respirar algo más fuerte y, entonces supe que se estaba poniendo algo nervioso y que no tardaría en perder el control, pero no me importó porque lo que yo quería era eso, quería saber qué sucedería si él se volvía agresivo contra mí. Pero, a pesar de su respiración nerviosa, no separó mi cuerpo del suyo como ya hizo una vez, no, continuamos juntos, rodando por la cama de un sitio a otro sin que cesaran las caricias ni los besos.
Empecé a desabrocharle la camisa azul cielo que llevaba nueva aquel día y yo levanté los brazos para que me quitase la parte superior de aquella camiseta ancha que utilizaba para dormir. Nos tumbamos en la dirección correcta de la cama y seguimos besándonos apasionada y acaloradamente –aunque yo era la única de los dos que podía sentir aquel sentimiento-.
-Déjalo Eva –dijo de pronto Edward.
Me empujó de su cuerpo muy despacio y me posicionó en la cama lentamente mientras él se levantaba de esta y se colocaba su camisa, después me entregó la mía y se volvió a sentar a mi lado en la cama.
Yo estaba poniéndome la camiseta cuando oí como se cerraba la puerta de casa y una voz aguda preguntaba a Bella dónde estaba Edward. Luego, oí los pasos suaves, rápidos y acompasados de Alice que acababa de entrar por el umbral que conducía a la habitación en la que nos encontrábamos el vampiro y yo.
-Gracias –pensé mientras le miraba indirectamente.
Pude ver una sonrisa torcida en el perfil derecho de su cara.
-He visto lo que estabais haciendo –dijo Alice sentándose en el otro lado de la cama- No pasa nada. ¡Ven Bella! –gritó girando la cabeza en dirección a la puerta.
Bella apareció y entró en la habitación con una sonrisa de satisfacción en la cara. Se acercó a Alice y le dio un golpecito muy suave en la espalda a esta. La vampira asintió y la sonrisa de Bella se intensificó aun más. Entonces miré a Edward que seguramente las estaba leyendo la mente, y vi exasperación en su rostro y supe inmediatamente lo que estaban pensando.
-Los Volturis han estado en casa –dijo de pronto Alice con un tono preocupado-. Han hablado con Carlisle y él me ha enviado aquí para que os cuente lo sucedido.
-No la convertiré, Alice –dijo Edward mirándola fijamente a los ojos.
-Eres muy pesado –le contestó Bella sustituyendo su anterior sonrisa por una más seria-. Deja que ella elija.
-No discutáis porque los Volturis quieren verla siendo lo que es ahora, así que, de momento nada de transformaciones. –dijo Alice ahora mirándome a mí-. Carlisle ya les ha dado una fecha y hora.
-El miércoles de la semana que viene a las ocho de la tarde –dijo Edward en voz baja-. Me parece muy pronto, además, ella no se encontrará en condiciones de asistir a ninguna parte.
-No te preocupes, ya no siento lo mismo que antes, seguramente ya me esté recuperando –dije intentándole convencer en vano porque sabía que él no iba a acceder-. Bella, mañana haré el examen para policía, puedes decírselo a tu padre.
-Eva, si quieres ser un vampiro, no podrás desempeñar tu trabajo como policía, -dijo Alice acariciándome la mano dulcemente- por lo menos hasta que estemos seguros de que puedes estar al lado de humanos sin comértelos.
-Entonces renunciaré a ser policía, por el momento –contesté algo triste por la idea de no poder ejercer como policía al convertirme en vampiro-. Espero que merezca la pena.
Edward no me miró, ni a mi ni a nadie, simplemente, se quedó callado y con la cabeza bajada, posando sus ojos en el suelo. Sabía que no se encontraba bien por lo que se vería obligado a hacer en unos días, pero tenía que entender que yo quería ser lo mismo que él y que su familia, que quería formar parte de ellos, que siempre había soñado con ser un vampiro –aunque solo fuesen imaginaciones- y ahora podría conseguirlo y no iba a renunciar a aquel cuento de hadas –o de terror, según cómo y quién lo mirase-, lo conseguiría.
-Eva, será mejor que descanses y que te recuperes –dijo Alice sonriente.
-¿Quiénes van a asistir a la reunión? –dijo Edward en un tono muy serio, seguía sin levantar la cabeza.
-De los Volturis irá Aro, Jane, Alec, Félix, Renata y los dos nuevos fichajes: Enzo y Thomas. Carlisle, Esme, Rosalie, Emmett y Jasper no pueden ir, ellos no soportan el olor de Eva y ellas intentarán alejarles de la zona todo lo que puedan ya que nos veremos en el bosque, cerca de nuestra casa, y si la manada de Jacob quiere asistir sería conveniente, los Volturis ya no tienen nada contra ellos.
Vi algo de exasperación en el rostro de Edward, realmente no quería que se celebrase aquella reunión por el destino tan funesto que pensaba que iba a tener yo, pero era lo que deseaba.
-De acuerdo, -dijo finalmente el vampiro-. Eva, cielo, acuéstate y descansa.
Todos fueron saliendo de la habitación dejándome allí sola para dejarme dormir, algo que necesitaba.

martes, 9 de agosto de 2011

Capítulo 8: Explicaciones

-¡NO TE ATREVAS A PONERLA UNA MANO ENCIMA!
-¿Qué me vas a hacer si la toco?
-Si lo haces, chucho, te arrepentirás toda tu miserable vida.
-Oh, que valiente la sanguijuela. Estoy deseando enfrentarme a ti y dejarte por los suelos.
-El puñetazo que te ha dado antes ella no te ha dejado claro que, incluso una humana puede contigo.
-Ahora me has cabreado, monstruo. Ella me ha pegado, ojo por ojo. Bella hazte a un lado.
-Paul, déjala.
-¡HAZTE A UN LADO!
-¡No voy a dejar que la toques, ni yo ni ninguno de vosotros!
-Paul, olvídalo. Vamos a hablarlo.
-Sois repugnantes, tú y tu manada. Venís y nos atacáis y luego queréis aclarar las cosas.
-Hemos cometido un error y lo sentimos.
-Un error que podía haber acabado con la vida de Eva.
-¿Qué ocurre con mi vida? –dije en un suspiro ahogado.
No supe si me oyeron hasta que no vi la sala completamente colapsada de personas. Las voces que había estado escuchando entre sueños habían sido de Edward, Bella, un tal Paul y otra persona, un hombre que no había oído hablar nunca. Miré donde me encontraba y estaba otra vez en la cama de Bella y Jacob, esperaba que aquella vez no sangrase, había un vampiro en la sala y no sabía cual podía ser su reacción.
Giré la cabeza hacia la derecha y allí, sentado en la cama a mí lado pude ver a Edward que me miraba con unos ojos negros llenos de ira y temor. Detrás vi que estaban Bella, Jacob y Seth y Leah Clearwater se encontraban frente a la puerta mirando hacia el pasillo.
-¿Cómo te encuentras? –me preguntó Edward con una voz aterciopelada mientras me acariciaba la cabeza.
-He tenido días mejores. Pero no te preocupes, -dije incorporándome en la cama-, ahora quiero saber qué demonios ha ocurrido esta mañana en mi casa.
-Eva, te desmayaste al entrar aquí y Bella te trajo hasta su cama, pero eso fue alrededor de la una y media del mediodía del Miércoles y hoy… es Sábado, y está anocheciendo –me explicó con la misma voz dulce.
-¡¿QUÉ?! –dije completamente alarmada.
-Eva, cielo, -dijo cogiéndome de la mano- llevas inconsciente casi tres días. Te lo explicaremos todo cuando te hayas recuperado.
Me quedé atónita, no pude articular palabra, para mí era como haber dormido media hora tan solo. No podía creérmelo, por qué me había desmayado era la pregunta inicial, tendría que haberme ocurrido algo muy grave como para estar tres días en cama.
-¡QUIERO HABLAR CON ESA CHICA! –oí a alguien gritar desde otra habitación.
-Si le dejáis pasar ateneos a las consecuencias –dijo Edward totalmente calmado.
-¿Qué ocurre? ¿Quién quiere hablar conmigo? –supuse que “esa chica” era yo.
-¡VUELVE AL BOSQUE, PAUL! –dijo una voz grave llena de respeto y mandato.
-¿Quién quiere hablar conmigo, Edward? –volví a preguntar.
No obtuve respuesta, miré a Edward, y este contemplaba la puerta. Seth y Leah seguían allí, pero ahora miraban hacia el interior de la habitación, observándome. Seth dibujó una sonrisa y me la dedicó especialmente, se sentía muy complacido por mi presencia, pero su hermana no parecía que le entusiasmase mi presencia, estaba muy incómoda. Bella y Jacob se acercaron por el otro lado de la cama y se sentaron en esta, ambos tenían amplias sonrisas.
-Ahora tú tienes que descansar…
-¡Más! –dije interrumpiendo a Bella-. Lo siento, pero me encuentro bien, y lo que menos necesito es dormir, ahora quiero que me expliquéis que pasó el miércoles.
-Sabes que soy un vampiro –dijo Edward sacando aquel tema tan intrigante-. No soy el único monstruo que habita en el mundo. ¿Te acuerdas de las leyendas de los lobos?
-Vale, ¿quién de esta sala puede transformarse en un lobo gigante? –dije sabiendo un poco de qué iba el tema.
Entonces contemplé como todos los que estaban en aquella sala -menos Edward- iban levantando poco a poco sus brazos; Seth, Leah, Jacob y Bella tenían los brazos extendidos hacia el techo, me quedé totalmente asombrada, ¿cómo puedo estar metida en esto? Era inexplicable.
-¿Habéis sido vosotros los responsables de que el salón de mi casa haya sido destrozado y los que nos habéis perseguido por el bosque? –pregunté atónita.
-No, nosotros os hemos salvado el pellejo cuando la manada al completo de Sam os perseguía –dijo Leah con un tono enfadado.
-¿Sam? ¿Sam Uley, el de la “otra banda” de la reserva? –Pregunté atando ya algunos cabos-. Por favor, que alguno de vosotros me explique esto.
Los cuatro bajaron las manos y Seth y Leah se acercaron más a la cama, Edward comenzó a hablar:
-Empezaré por el principio: mi familia y yo somos vampiros, todos y cada uno de nosotros. Llegamos aquí hace muchos años, pero nunca matamos a nadie. Un día, el abuelo de Jacob nos descubrió cazando animales en sus tierras, hicimos un pacto: nosotros no morderíamos nunca a nadie aquí y ellos no nos delatarían. Los Cullen no podemos entrar en ciertas partes de Forks y alrededores, eso también funciona a la inversa. El caso es que un día nos marchamos de aquí pero hace unos años volvimos a instalarnos. Al cabo de un tiempo, los Quileute se sintieron algo especiales con su sangre debido a nuestra presencia, eso les hace transformarse en grandes lobos. Nuestra presencia actúa como una alarma para ellos.
*Sam fue el primero en convertirse en licántropo y luego le siguieron otros; Jared, Paul, Seth, Leah, Quil, Embry y Jacob fueron su manada hasta que, por motivos repentinos que tenían que ver con Bella y conmigo, Jake decidió separarse de Sam, ningún lobo puede hacer eso, pero Jake tenía que haber sido el Alfa principal, pero se lo cedió a Sam. No obstante, Seth y Leah le siguieron y luego Quil y Embry, reduciendo la manada de Sam pero después se le unieron Collin y Brady.
*Te preguntarás cuáles fueron los motivos de la separación de Jake. Como te he dicho, tiene que ver con Bella y conmigo. Verás, Bella y yo teníamos una relación, pero los lobos no veían bien que ella tuviese de novio a un vampiro. Después de una batalla con un aquelarre enemigo formado por nuevos vampiros, Bella eligió a Jake, manteníamos un triángulo amoroso, por llamarlo de alguna manera. Inmediatamente Jacob se imprimó de Bella, la imprimación es algo que tienen los lobos hacia una persona, es como si se enamorase locamente de esa persona, y en ella hubo una reacción algo extraña, algo que nunca había sucedido jamás, ella no tenía ningún parentesco con la tribu Quileute, pero se convirtió en una licántropa e inmediatamente de imprimó de Jacob. Yo, por supuesto, sabía que no tenía absolutamente nada que hacer así que decidí olvidarlo y aceptarlo.
*Un año después, la manada de Sam no se sentía segura con que Bella fuese una de los suyos así que intentaron matarla, entonces Jacob, que se había vuelto a unir a la manada de Sam, pensó en romper por segunda vez los lazos con ellos creando de nuevo su propia manada junto con los que antes le habían acompañado: Seth, Leah, Embry y Quil. Poco después arreglaron las cosas con los otros y ahora intentamos vivir todos en paz y armonía, manteniendo una relación de amistad o lo que más se parezca a esta.
*Pero, todo iba estupendamente hasta que apareciste tú, una pequeña humana a la que raptaron cinco encapuchados y la llevaron al bosque. Dijiste que llevabas tiempo viviendo en Forks, nunca te habíamos visto por aquí, nunca habías llamado la atención hasta ese día, en el que Carlisle te olió y se volvió agresivo. Tan solo tu dulce aroma despertó en los vampiros varones un frenesí incontrolable, era como si volviésemos al principio de nuestra creación. Yo soy el único que puede estar a tu lado sin matarte repentinamente, ni siquiera Carlisle, un vampiro que puede trabajar con la sangre no pudo resistirse a ti y acabó hiriendo a mi hermano Jasper, a Seth y a Quil. ¿Por qué desde aquel día empezaste a llamar nuestra atención?, los encapuchados. Sospechamos que son los Volturis.
*Estos son lo más cercano a la realeza en el mundo de los vampiros, ellos aplican nuestras leyes basadas simplemente en no revelar nuestra naturaleza, si lo hiciésemos, moriríamos al instante. Lo dedujimos a partir de tu sueño, demasiada coincidencia que las personas con las que soñaste se llamasen igual que ellos. El caso es que estábamos muy interesados por este tema, cuando nos lo contaste nos sentimos muy sorprendidos porque; ¿qué quieren los Volturis?, ¿cuál es su finalidad? No lo sabemos. También nos contaste que tu piel se regeneraba al hacerte una herida, cicatrización inmediata, eso nos alarmó un poco más, y también nos contó el padre de Bella, Charlie, que tu examen físico había sido extraordinario, increíble, nunca había visto a nadie correr dos kilómetros de circuito con obstáculos en menos de tres minutos, no sabíamos que pensar, luego está que, de vez en cuando, puedes bloquear tu mente impidiendo que yo no pueda saber lo que piensas y que no pueda entrar en tus sueños, y lo último de todo y lo más sorprendente, has pegado a dos hombres lobo furiosos y los has dejado medio inconscientes cuando nadie que no tuviese una fuerza descomunal, como la nuestra o la de ellos, podría conseguirlo. Eres un enigma.
Nos quedamos callados y yo empecé a asimilar toda aquella historia sorprendente que bien podía haber sido sacada de un libro.
-Haber si me he enterado –dije con voz pausada-: Tú y tu familia sois vampiros y la tribu Quileute y Bella son hombres lobo, eso está claro, ¿no?
Todos asintieron con la cabeza.
-Vale, tú y Bella fuisteis novios –proseguí aclarando las ideas- y Jacob estaba enamorado de Bella también. Entonces un día esta te dejó a ti por él ella se convirtió en lobo y los dos se enamoraron locamente. ¿Es eso lo qué pasó?
Volvieron a asentir.
-Ahora bien, unos vampiros poderosos, los Volturis, me raptan y a partir de ahí a mí me empiezan a ocurrir cosas extrañas; por ejemplo, el olor que os atrae, la cicatrización, la velocidad y una fuerza descomunal. Eso es todo.
-Veo que lo ha pillado a la primera –dijo Seth con una sonrisa-. ¿No te preocupa?
-¿Preocuparme?, ¿el estar rodeada de vampiros y hombres lobos...? –dije sarcásticamente-. Por supuesto que no, es como si estuviese en una película.
Todos se rieron por mi reacción. Estaba encantada de haber echo amistad con tantos personajes de cuento. Siempre había sido mi sueño, pero estaba el tema de mis “superpoderes”, por llamarlo de alguna manera.
-Una cosa –dije preocupada- no sabéis que me ocurre a mí, ¿verdad?
-No estamos seguros, estamos buscando a los Volturis para aclarar el tema –dijo Edward mientras me acariciaba el pelo-. Alice está en ello, pero no les consigue ver por culpa de los lobos.
-¿Por culpa de los lobos? –saltó Leah con voz irritada- ¿Por culpa de los lobos?, lo sentimos pero no podemos salir de la reserva. Así que no digas, por culpa de los lobos. Bastante que os estamos ayudando ya no estando cerca de vosotros. Me ponéis enferma.
Después de decir aquello, Leah salió de la habitación y se dirigió al exterior cerrando con fuerza la puerta.
-Perdona a Leah, no está acostumbrada a los vampiros –disculpó Seth a su hermana-. Y tampoco se siente cómoda con tu presencia.
-¿Por? –pregunté muy interesada.
-Porque no sabemos lo que eres. Verás, ella ha deducido que tú también podrías ser…una licántropa. –dijo Seth dudando de ello-. Os lo explico, punto número uno, el olor. Nuestro olor les quema la nariz al ser muy fuerte…
-Oléis a perro –le interrumpió Edward con una sonrisa.
-Pero en el fondo sabéis que os gusta, como tu olor Eva. Punto número dos y este es el más evidente, la cura instantánea. A nosotros si nos hacen alguna herida externa o interna se nos cura al instante, como a ti. Y punto número tres, la fuerza y la velocidad. Has sido perseguida por unos lobos enormes que son capaces de dejar a un guepardo mordiendo el polvo y no te han atrapado y has atizado a Sam y a Paul.
-Sam es el jefe de la manada, el de color negro ¿no?, entonces Paul es el que quería hablar conmigo por haberle pegado, el gris –dije mientras volvía atrás en mi memoria recordando lo que había pasado hacía tres días.
-Exacto, tiene su lógica –terminó de decir Seth- ¿Guardas algún parentesco con los Quileute?
-No, siempre he vivido en California, y mis padres, mis raíces son españolas, pero no tiene nada que ver con la tribu –le expliqué no muy detalladamente.
-Pero Seth, si lo fuese –dijo Bella- ¿por qué no se ha convertido en lobo?, ¿a qué está esperando?, no te molestes por esto Eva, pero…
-A que me convierta –dije en un susurro interrumpiéndola.
Me vino a la cabeza la imagen de los Volturis en mi sueño, el diálogo que habían mantenido después de que me hubiesen torturado: “Me gustaría tenerla, pero yo no seré quien la una a nosotros.” “Nos mantendremos al margen, quiero ver cómo reaccionan los otros ante esto…, parece poseer un don, imaginaos cuando se una a nosotros las grandes cosas que podrá hacer.” Aquellas palabras provenían del vampiro llamado Aro, el líder. Me querían convertir en un vampiro para que me uniese a ellos, pensaban que mi don se intensificaría si era un vampiro.
-¿Cómo? –dijo Edward extrañado-. ¿A qué te refieres?
-A los Volturis –dije en voz alta-. Recuerda sus palabras: Me gustaría tenerla, pero no seré yo el que la una a nosotros”, a qué se podría referir.
-Esperaban que tú la convirtieses –dijo Jacob poniéndose en pie-. Imagina, si ellos la transformasen se la comerían antes, tenían la esperanza de que tú fueses el único capaz de eso.
-Bueno, ya sabemos lo que quieren –dijo Bella juntando las manos-. ¿Qué vas a hacer?
Edward estaba totalmente callado, inmóvil. No se le oía respirar, era una estatua. Tenía la mirada clavada en el suelo, estaría inquieto, pensando en si me convertiría o no, él ya sabía mi opinión, se la había dicho unos días atrás.
-No la convertiré –dijo finalmente-. Hablaré con los Volturis antes.
-Edward, la convertirán antes ellos –dijo Bella levantando repentinamente la voz-. Y se la llevarán, entonces, no tendremos nada que hacer.
-Habrá otra alternativa, siempre la hay –dijo Edward levantándose de la cama.
-No la hay, -contestó Bella ahora irritada- conmigo no lo hiciste, hazlo con ella.
-No lo haré, Bella. Que te quede claro. Da gracias de que a ti no te convertí, sino, no estarías ahora con Jacob.
-Gracias –dijo Jake levantando la mano.
-¡Calla! –Gritó Bella acercándose a Edward con el ceño fruncido-. ¿La has preguntado a ella, como hiciste conmigo?, ¿la has dado la oportunidad de elegir?
-Nunca será un vampiro –dijo Edward en un susurro-. Ella no puede ser condenada.
-Edward, no vuelvas a sacar el tema del alma, ¿y si no cree? No respetarás su decisión.
-¡Lo hago por ella!
Ambos se quedaron callados, aguantándose la mirada el uno al otro; los profundos ojos pardos de la mujer loba contra la intensa mirada dorada del vampiro. Allí estaban hablando de una elección que solo podía inmiscuirme a mí, pero no era capaz de meterme en medio. Por una parte estaba de acuerdo con Bella, no creía en el tema del alma, tendría que respetar mi decisión; por otro lado, pensaba que era mejor hablar con los Volturis, o por lo menos intentarlo, no podrían ser tan malos.
-O por ti –dijo finalmente Bella-. Temes probar su sangre, temes no dejar de parar y temes matarla por eso. Eres el único que podría hacerlo, se lo vas a pedir a Jasper o a Emmett o a Carlisle que están deseando hincarla el diente. ¿Podría hacerlo Rossalie?, no, porque ella nunca probará la sangre humana y tampoco convertirá a nadie en vampiro, ella no lo hubiese sido si no la hubieseis encontrado casi muerta. ¿Podría hacerlo Esme?, sinceramente, no la veo convirtiendo a nadie en vampiro, ella es lo más parecido a una madre que hay en el mundo de los vampiros y, como tal, nunca mataría a nadie. ¿Podría hacerlo Alice?, no, por la sencilla razón de que ella no pararía.
La sala volvió a quedarse en silencio, únicamente se oía la respiración alterada de Bella, luego, siguió con su monólogo:
-¿Podrían hacerlo los Volturis?, probablemente, pero ellos se la llevarían y sabes que nunca la dejarían marchar si ella tiene ese don tan impresionante, jamás saldría de Volterra. ¿Podría hacerlo cualquier otro vampiro?, por supuesto, pero, ¿confías en otro vampiro?, además, no hay uno en Egipto que convirtió a un humano solo porque sabía que él tendría un poder especial y lo protege con su vida, pídeselo a él, ¿no? Lo siento, te quedas solo.
Volvió a pasar un ángel, entonces lo vi claro.
-Conviérteme –dije en bajo pero con la suficiente frecuencia como para que me escuchasen todos los que allí se encontraban.
Cada uno me miró con una cara distinta y las fui analizando una a una: Seth se tornó serio aunque no podía evitar una sonrisa que se le escapaba por la comisura de los labios, quiso parecer enfadado pero se le notaba que le agradaba mi elección, la cara de Jacob era un poema, por un lado sus cejas estaban tan fruncidas que se le juntaron haciéndole parecer que tenía una sola, pero su mirada expresaba algo distinto, no sabía que podría ser, y sus labios esbozaban una sonrisa torcida maravillosa, Bella era realmente feliz, fue tal la sorpresa que su sonrisa normalmente cerrada, le empujó a enseñar unos hermosos dientes blancos, y Edward era el que menos podría alegrarse de mi decisión, en su faz no había nada, una perfecta cara de póker, tan solo vi un movimiento en él, sus ojos habían pasado del rostro de Bella al suelo y luego se clavaron en los míos.
-¿Qué os parece? –dije sosegada.
-Me parece una muy buena elección, Eva –dijo Bella acercándose a mí para darme un abrazo.
-Sí, uh. Otra amiga vampira –gritó Seth saltando de alegría.
-No sé Bella, tú sabes que estoy en contra de que los chupasangres hagan más de ellos, es por la manada. –dijo Jake cruzándose de brazos.
-Pero ella no hará nada, tendría a los Cullen que la ayudarían –dijo Bella soltándome para volverse hacia él-. A demás, tienes que darles tú permiso, sino el pacto se rompería.
-Tendré que pensarlo, pero lo más seguro es que te salgan enemigos –dijo Jacob hablándome a mí-. A Paul no le caes nada bien e intentará cogerte por sorpresa.
-Bienvenida al club de los monstruos, Eva –dijo Seth acercándose a mí para darme él otro abrazo-. ¿Se lo digo a Leah?
-¡NO! –gritaron al unísono Bella y Jacob.
-Va a dar igual, en cuanto entremos en fase buscará en nuestra memoria para saber que ha ocurrido.
-Pacto, entrar en fase…Seth, tú te encargarás de enseñarme esas cosas si es verdad que podría llegar a ser como vosotros –dije soltándome de sus brazos.
-Por supuesto, será todo un placer enseñar a una novata.
-Edward, necesito tú opinión –le pregunté volviéndome hacia él.
-Ya la sabes. –contestó sumamente serio.
-¿Lo harás? –dije mientras me levantaba de la cama.
-No, ahora no –dijo mirándome y yendo hacia mi posición- No te levantes, estás débil.
Tenía razón, me sentía muy débil, las piernas me flojearon y mi cuerpo se derrumbó bajo mis pies. La cabeza me daba vueltas y no podía controlar mi peso, noté algo frío en la espalda que se iba aferrando a mi cintura y me volvió a dejar sobre la cama, era Edward que me había sujetado para que no me cayese. Se sentó a mi lado otra vez en la cama y me acarició el pelo muy despacio. Sus brillantes ojos amarillos no estaban orientados hacia los míos, sino que estos se hallaban contemplando mi mano izquierda que estaba posada en mi regazo.
-Bella, dile a Charlie que Eva no asistirá al examen. Se encuentra indispuesta para realizar la prueba –dijo Edward con voz serena.
-¿Cómo?, claro que haré la prueba –salté casi encolerizada- Llevo meses preparándome para ello.
-Pero si quieres ser un vampiro no podrás trabajar hasta que no te hallas rehabilitado –contestó Edward con un tono de sarcasmo- O prefieres seguir siendo humana.
-Edward, eso no es justo –dijo Bella frunciendo en ceño- Eso no es jugar limpio, la estás haciendo chantaje.
-Bella, cállate. Es algo entre ella y yo –dijo el vampiro con voz lenta y pausada.
-¿Me vas a convertir?, porque si es así renunciaré a la policía. Y cuando me encuentre rehabilitada podré serlo, ¿no? –contesté con el mismo sarcasmo con el que me había echo él la pregunta.
Se quedó callado, le había pillado, pero supuse que ya se esperaba mi respuesta así que no sabía a qué venía aquel silencio tan sepulcral. No se oía nada en la sala, Edward había adoptado su habitual forma de estatua y todos los demás también parecían ausentes. Entonces percibí un olor a flores muy agradable y segundos después apareció una chica pálida y menuda, con el pelo oscuro totalmente revuelto y unos resplandecientes ojos de color oro, era Alice, la hermana de Edward. Llevaba un conjunto muy normal, pantalones vaqueros ajustados, blusa beige con algunos volantes y una chaqueta larga y de fina tela de color marrón, pero aquella ropa tan simple la sentaba de maravilla, era como ver vestido a un ángel, había algo que la hacía tener una especial belleza.
-Hola Eva, veo que ya lo sabes todo –dijo Alice acercándose a mi para darme un abrazo- Tranquila, conmigo no corres peligro. ¿Qué tal te encuentras?
-Eh, bien. Muchas gracias –dije quedándome atónita.
-Vi como te lo decían, así que solo venía a avisaros.
-¿Lo viste? –dije intentando buscar una respuesta a mi propia pregunta.
-Sí, ¿Edward no te ha contado que veo el futuro?
-Ah, sí vale. Ya lo pillo –dije cayendo en la cuenta, Edward si me lo había contado, él leía mentes y ella tenía visiones- ¿A qué nos has venido a avisar?
-He visto a los Volturis, se encuentran en Seattle, pero vendrán para saber como van las cosas por aquí.
Algo extraño pasó en el interior de mi cuerpo. No me acordaba del calor que subía y bajaba por mi espalda hasta el momento en el que Alice dijo que los Volturis estaban en Seattle. El calor ya no era solamente fuego, este se había espesado, como si una masa caliente corriese por mis venas, dentro de ellas ahora había lava hirviendo. Me entró pánico al darme cuenta de que unos vampiros estaban en la misma ciudad en la que se encontraba mi hermana y su novio.
-Eva, ¿te encuentras bien? –preguntó Seth.
Su voz sonó débil, como si mis oídos estuviesen taponados y no le hubiese oído con total claridad. Mis ojos se empezaron a cansar y una leve niebla me iba dejando sin visión, mientras, el espeso líquido caliente que corría por mi cuerpo se solidificaba poco a poco. Me sentía totalmente mareada, sentía las manos de Edward acariciándome la cara y pude verle entre tinieblas como movía los labios, pero ya no oía nada. La respiración fue aumentando, era arrítmica y sofocada, intentaba coger aire porque me estaba asfixiando. La boca se me secó, la lengua estaba dormida y no sabía si estaba sacándola o si era ella la que cortaba el paso del aire por mi tráquea.
Dejé de ver a la gente que se encontraba allí, lo último que pude percibir de forma visible de ellos fue que todos movían la boca, la abrían y cerraban todos a la vez, sus caras estaban descompuestas y vi como Seth salía corriendo de la habitación junto con Alice. No me dio tiempo a ver más, una tela negra me privó del sentido de la visión, no oía tampoco, y no sentía la boca. Solo notaba un aroma dulce, muy agradable, era el olor de Edward, pude reconocerlo. Noté que el ambiente se empezaba a cargar de nuevos olores, como si hubiesen llenado la habitación de velas aromáticas de todo tipo. Olía a sal, a hierro, a madera, a tierra mojada, a fuego, olores que normalmente no olías hasta estar en una situación determinada, pero también había olores cotidianos, a flores, a chocolate, a un ambientador de pino que se cuelga en el coche, a champú de fresa y a perro, pero no me disgustaba ninguno de esos aromas aun mezclados porque los podía percibir todos por separado.
Me olvidé por un momento de aquel sentido y busqué el otro que me quedaba, el tacto, seguía sintiendo la piel fría de Edward esta vez alrededor de mi cuerpo, ya no notaba la ropa que me cubría la parte superior del cuerpo, salvo el sujetador, ahora había enroscado a mi cuerpo los brazos fríos del vampiro, su torso marmóreo estaba desnudo y pegado al mío, y su mejilla derecha tocaba la mía contraria.
Entonces me di cuenta de que intentaba enfriarme, mi piel debía abrasar, estaba segura de que podrían freír un huevo en mi espalda. El gélido cuerpo de Edward ya no parecía tan frío ahora, ya no era como si estuviese tocado un bloque de hielo con las manos desnudas, era, más bien, como si lo tocase con guantes de lana.
Seguía con la lava en mi interior, esta vez fluyendo con más violencia, tuve que olvidarme de mis dos únicos sentidos que tenía ahora para centrarme en el ritmo tan acelerado que mantenía mi corazón, este me estaba haciendo temblar al mismo compás, parecía convulsionar pero Edward me mantenía aferrada a su cuerpo. El intenso movimiento producido por mi corazón no podía compararse con nada, ni siquiera con el pequeño y acelerado latido de un colibrí, no era comparable a nada que yo hubiese visto u oído con anterioridad. Sentía los impulsos violentos de este en mi pecho y el torrente de sangre que fluía por mi cuerpo.
El calor fue remitiendo poco a poco y la sangre ya no la notaba pesada, ahora era más líquida, como siempre.
-Carlisle, se ahoga –oí decir a alguien-. ¿Qué hago?
Por fin escuchaba algo, no distinguí su voz porque esta seguía lejana, pero fue un alivio volver a oír. También empecé a recuperar visión, me quitaron la venda muy lentamente, esta se iba desvaneciendo e iba siendo reemplazada por una luz brillante que todavía no me dejaba ver la habitación con claridad.
-Eva, Eva. ¿Puedes oírme? –Dijo una voz-. Eva, por favor. ¿Me ves?, ¿puedes hablar?, di algo. Por favor.
Noté otra vez como la lengua recuperaba su forma, pero no pude gesticular ninguna palabra, la voz no salía por mi boca, era como si el calor anterior las hubiese abrasado.
El cuerpo frío de Edward volvía a parecerme el mismo de antes, incluso empecé a tiritar un poco, los olores habían desaparecido y la habitación olía como en un principio. Mis ojos se fueron adaptando a la cegadora luz que me había deslumbrado antes y pude ver por fin los cuerpos y las caras de las personas que allí estaban: Bella, Jacob, Seth había regresado, al contrario que Alice, y Edward seguía a mí lado, abrazándome. Me intenté apartar un poco de su cuerpo porque este ya me producía bastante frío. Se alejó y cogió mi camiseta que estaba manchada de sangre, se la tiró a Bella y esta después de atraparla salió corriendo de la habitación para volver otra vez a ella pero sin camiseta. Edward me arropó con las sábanas de la cama para que no pasase frío.
-Eva, ¿estás bien? –dijo Edward.
Ahora oía su voz con total claridad. Su timbre suave y melódico pasó por mis oídos como si estuviese escuchando música clásica.
-No puedo echarme nuevos amigos, me ocurren cosas muy extrañas –dije intentando quitarle hierro a lo sucedido.
Todos sonrieron cuando escucharon aquello, no sabía si era por mi voz, que resultaba la de un camionero recién levantado, o por la satisfacción de oírme hablar.
-Gracias a Dios –dijo Edward abrazándome todo lo fuerte que podía estrecharme entre sus brazos-. Llevas horas inconsciente. No sabía lo que te ocurría, pero podía oír todo lo que pensabas con muchísima claridad.
-Espera, ¿horas? –dije perpleja.
-Sí, todo esto empezó hará unas seis o siete horas –dijo Seth-. Gracias Carlisle.
No me había fijado en ello, Seth sostenía un teléfono móvil plateado. Acababa de cerrarlo después de haber dicho aquella última frase.
-¿Carlisle? –Pregunté, había escuchado antes su nombre, pero estaba taponada y no lo sabía con certeza-. ¿El doctor Cullen?
-Sí, Carlisle nos ha ayudado, por supuesto no le hemos dejado que venga, y menos si estabas sangrando –dijo Edward mientras me limpiaba la parte superior de los labios con la mano.
-¿He sangrado? Por eso la camiseta manchada.
Asintió con la cabeza y luego me besó en los labios, solamente rozándolos, un pico. Después se apartó y me tumbó en la cama.
-No podrás hacer la prueba, Bella ya ha llamado a Charlie –me dijo el vampiro al alejarse de mi.
-¿Qué? No Edward, tengo que hacer la prueba. Llevo mucho tiempo preparándome para el examen. Bella dile a tú padre que estaré allí a las nueve y media.
-No puedes hacer eso, estás muy enferma –dijo Bella acercándose a mí-. Si te da un ataque como el de hoy te llevarán al hospital y te harán pruebas y notarán que hay algo raro en ti.
Me quedé pensando, era lógico, debía quedarme en cama hasta que me recuperase por completo, tenía razón en lo del hospital. Si me ocurría algo podría ponerles en serio peligro a todos.
-Tenéis razón, quizás el año que viene.
-No hará falta que esperes tanto tiempo –contestó Bella sentándose en la cama-. Como tienes algo de enchufe y la prueba anterior la hiciste estupendamente, mi padre ha hablado con los otros dos examinadores y han decidido atrasar el examen al lunes de la semana que viene.  
-Vaya, no me lo esperaba, dile que muchas gracias. Por cierto, ¿el sabe lo de…?
-Lo de los lobos y los vampiros, sí. Bueno, solo lo de los lobos. Verás, un día, a Jake no se le ocurrió otra cosa que entrar en fase delante de mi padre –dijo Bella mientras le echaba miradas furtivas a Jacob.
-Se debió de quedar de piedra –contesté muy asombrada.
-Lo mejor de todo fue la cara que puso cuando me desnudé –contó Jacob riéndose desde el otro lado de la habitación-. No sé que se le tuvo que pasar por la cabeza cuando me quité la ropa.
Nos quedamos viendo como Jacob se partía de la risa y nosotros respondimos a sus carcajadas riéndonos con él. Pero aquello se vio interrumpido por el tono de un teléfono móvil.
-Suena como el mío –dije extrañada.
-Es que es el tuyo, -dijo Seth sacándose mi móvil del bolsillo de su vaquero- fui a tu casa con Jacob para cogerte algo de ropa limpia y para arreglarte un poco el butrón de tu casa, en ese momento llamó tú hermana Jessica y tuvimos que cogerlo.
-¡Mi hermana! ¿Se encuentra bien? –dije mientras me incorporaba en la cama totalmente alterada.
-Sí, está perfectamente. Hombre, preguntó que quién era yo y que qué coño hacía con el móvil de su hermana, palabras textuales. Y entonces le dije que era un amigo y que te habías quedado a pasar la noche con una amiga.
-No te creyó, ¿verdad? –dije totalmente convencida.
-Exacto –afirmó Seth-. Ni una de mis palabras. Entonces me amenazó con que llamaría a la policía y que dónde estabas y todo eso, pero yo la hice frente y la contesté a todas sus preguntas muy educadamente.
-No seas mentiroso Seth –intervino Jake-. Le dio tanto miedo que colgó el teléfono, tú hermana lleva llamando cada diez minutos.
Cogí el móvil, que aun seguía sonando, y me puse el auricular en la oreja dispuesta a contestar, pero ella habló antes y soltó por su boca todas las palabrotas que sabía repitiendo cada una de ellas dos o tres veces más, entonces era mi turno:
-Hola Jess, yo también me alegro de oír tu voz.
-EVA, ¡¿DÓNDE TE HAS METIDO?! LLEVO LLAMANDO TODO EL DÍA A TÚ MÓVIL Y NO ME LO COGES, EN TU LUGAR OIGO A UN NIÑATO DICIENDO QUE HAS PASADO LA NOCHE EN SU CASA Y QUE ESTABAS DORMIDA. ¡NI SE TE OCURRA VOLVER A MENTIRME, ME HAS ENTENDIDO! –gritó como una energúmena.
-Jess, estaba durmiendo porque me he quedado estos días en casa de una amiga, entonces él cogió el teléfono y contestó, nada más –la expliqué en un tono muy inferior al suyo.
-Vale, eso se explica antes. Dile al que cogió el móvil que siento haberle faltado el respeto a su madre ocho veces. –dijo con voz de arrepentimiento.
-Ya te vale, pero tranquila, seguro que te perdona. Dime, ¿qué querías? ¿Sigues en Seattle?
-Sí, sigo aquí, solo llamaba para preguntarte qué tal va todo por allí, ¿te has preparado el examen para mañana?
-Al final lo hacemos la semana que viene pero voy muy preparada.
-Me alegra oír eso.
-Oye, sabes que está desapareciendo gente por allí, ¿no?
-Sí, oye ¿te acuerdas de Enzo?
-¿El amigo de Ben?, ¿el grandote?
-Ese, se ha denunciado su desaparición. Hace tres días que no saben nada de él.
-¿Cómo está Ben?
-Algo preocupado. Hablaron para quedar y salir una noche, pero él no fue y a raíz de eso no hemos vuelto a verle.
-Vaya, dale recuerdos a Ben de mi parte.
-Lo haré. Me alegra haber hablado contigo, pero tengo que colgar, vale.
-Vale, ten mucho cuidado. Te quiero.
-Y yo, un beso.
Y su voz se dejó de escuchar y fue seguido del tono del teléfono que daba por terminada la conferencia.
Colgué el teléfono y lo dejé en la cama a mi lado.
-Seth, dice que lo siente –dije disculpando a mi hermana.
-Bah, no pasa nada –contestó él con una sonrisa burlona.
-Me ha dicho que un amigo de su novio ha desaparecido, ¿debo ponerme en lo peor? –pregunté sin dirigir la vista a nadie en particular.
-Tal vez hayan sido los Volturis o tal vez no –dijo Edward sentándose otra vez a mi lado-. Eso no lo sabemos.
-Podríamos preguntárselo a Alice, ella lo habrá visto –dijo Bella efusivamente.
-Está bien, hablaré con ella –dijo Edward cogiéndome de la mano-. Pero no se lo podrás decir a Jessica.
-No hay problema –dije complacida-. Pero, si me conviertes en vampiro, ¿qué pasará con mi familia?
-No te preocupes por eso ahora –contestó Edward antes de besarme en la frente.
Sus fríos labios me dejaron sin aliento, no podía creer que me gustase tanto aquella sensación tan gélida cuando a mí me gustaba mucho más el calor. En cuestión de días había cambiado de opinión respecto a tantas cosas, había cambiado tanto mi cuerpo también.
-En serio te he hecho cambiar tanto de parecer –dijo el vampiro en un susurro y sin separar su boca de mi frente.
Había bajado la guardia y no me acordaba de que podía leerme la mente. Asentí muy despacio y luego aparté la cabeza de él para mirarle a sus ojos enigmáticos.
-Has cambiado muchas cosas de mi mundo –dije levemente.
La habitación se quedó en silencio durante largo tiempo, pero fue interrumpido por la voz de Seth:
-Eva, será mejor que te dejemos descansar.
-Pero, ¿me voy a quedar a dormir aquí? –dije apartando la vista de Edward para dirigirla a Bella.
-Sí, Jake y yo dormiremos en el salón –contestó ella con una sonrisa.
-Yo dormiré afuera –dijo Seth cruzándose de brazos-. Vigilando, Edward se quedará aquí contigo.
-No me parece bien, yo debería…
-Eva, -me interrumpió Jacob- Bella y yo hemos dormido en condiciones mucho más complicadas, nuestro sofá es bastante cómodo.
-No te preocupes –dijo Bella antes de salir de la habitación.
La siguieron Jacob y Seth y Edward después cerró la puerta de la habitación.
Se acercó al armario y de el sacó una manta, la extendió encima de la cama. Yo no tenía frío así que lo vi innecesario.
-Si quieres que me tumbe contigo en la cama la vas a necesitar –dijo él contestando a mi pensamiento.
-¿Tú duermes? –dije echándome hacia la derecha para que se metiese dentro de la cama.
-No, -dijo mientras se quitaba los zapatos y se metía entre la sábana y la manta-. Tampoco paso frío pero me meto dentro para hacerte compañía, tranquila, no te congelarás si no me tocas.
-Vaya, va a ser así siempre hasta que me conviertas –dije poniéndome de lado para mirarle.
-Ahora tú temperatura es inestable, no sabemos como reaccionaría tu cuerpo al frío o al calor excesivo –contestó él sin mirarme-. Será mejor que descanses y te olvides de los vampiros y los lobos de momento.
-Tienes razón, pero será complicado si duermo con un vampiro y en el salón hay dos personas que se convierten en lobos gigantes –dije poniendo un tono sarcástico-. ¿Me das un beso de buenas noches?
Sonrió y me miró con sus ojos dulces, se acercó a mí y me dio un beso en la boca de la forma más suave que pudo tratándose de un vampiro. Yo quería seguir con mis labios pegados a los suyos, pero el fue precavido y cortó aquel beso en cuanto notó que me ponía algo frenética.
-Todavía no, Eva –dijo susurrando.
-De acuerdo, -dije apartándome de él y haciéndome un ovillo-. Puedo preguntarte algo, ¿verdad?
-Por favor –contestó riéndose despacio- Esa pregunta me ofende.
-Cuando empezó a salirme sangre, ¿qué hiciste?, es decir, deduzco que por eso se fue Alice, pero tú.
-Aguanté como pude –dijo cerrando los ojos y frunciendo el ceño- Tal vez no te acuerdas, pero dejaste de sentir mi piel durante pocos segundos, en ese momento me encontraba fuera mientras que Bella te limpiaba la sangre con la camiseta. Cuando ya estuviste limpia volví para abrazarte, estabas ardiendo.
Asentí muy despacio, los ojos se me habían cerrado y me estaba quedando completamente dormida, no sé si siguió hablando porque yo ya había caído en un dulce sueño.