Intenté diferenciar dónde me hallaba, pero no reconocí nada en absoluto debido a que mis ojos estaban completamente desenfocados.
Estaba segura de que me encontraba acostada en una cama, bastante cómoda dígase de paso, arropada hasta el cuello. Me sentí agobiada, quise zafarme de aquella envoltura tan calurosa, sabía que era otoño y quizás seguía estando en el estado de Washington, pero el sol de la mañana me daba de lleno en la cara hasta abrasármela.
De mi boca salió -o por lo menos intentó salir- un quejido. ¿Había alguien en aquel lugar que pudiese ayudarme? Por lo visto sí, había una silueta esbelta al lado de la cama, inmóvil, quise pensar que era una persona y no un perchero lo que allí había y, por suerte, acerté.
Me incorporé hasta sentarme en aquel lecho blandito y por fin se escurrieron las sábanas, pero seguía teniendo calor, ¿es que me encontraba en llamas y nadie se daba cuenta?, era asfixiante.
Mis ojos seguían empañados pero pude percatarme de que me encontraba en una habitación pequeña, con un solo armario, un espejo de pared y una cómoda, además de aquella cama de matrimonio, pero claro, todo aquello era adivinado por pura intuición porque en ese momento no veía con claridad.
Me toqué la cabeza con una mano y luego esta se deslizó hacia los ojos para frotarlos y conseguir algo de visibilidad, pero fue en vano.
Me sentía totalmente mareada, la cabeza me daba vueltas y estaba segura de que si aquello no paraba acabaría por vomitar, con lo mal que lo pasaba. Miré hacia todos los lados, pero no quise decir nada por miedo a que las palabras no me salieran, estaba nerviosa y seguía acalorada.
Aquella silueta empezó a moverse lentamente hacia mí y tuve la sensación de que yo me intentaba alejar de ella poco a poco y sin que se notase. Paró de repente y pareció moverse ligeramente hacia un lado, como si se estuviese girando hacia la derecha, donde pude ver un hueco del tamaño de una puerta y, seguramente, sería eso, pero allí parecía haber otra silueta, o una muy grande o dos muy juntas, no estaba segura. Sentí que algo caliente llegaba a mis labios, algo suave, como un líquido espeso, de olor salado y sabor metálico.
Sangre, estaba sangrando.Era normal que sangrase por la nariz cuando hacía calor, también me sangraba cuando dormía mucho, pero nunca lo hacía cuando recibía algún golpe, una reacción extraña.
Me toqué la parte superior del labio para intentar recoger la sangre y no manchar la cama, pero fue imposible. Esta calló en mi ropa y en las sábanas. Mierda, les tendría que pagar la tintorería a los que me habían acogido, la primera noche y ya estorbando. La sangre también llegó a mi boca, no me desagradaba el sabor que tenía, sabía que no era normal, y parecía poco higiénico, pero no me molestaba notar su sabor.
-Traed papel para taponarla la nariz.-oí decir a alguien, parecía una mujer.-Y también traed alcohol.
El papel, como había dicho, era para taponarme la nariz y así parar el torrente de sangre que salía por ella, pero, ¿para qué era el alcohol?
Intenté no pensar en ello y me centré más en su voz, que sonó confusa y amortiguada, como si estuviese atrapada ella en una urna y yo tuviese los oídos tapados con algodones muy gruesos.
Yo seguía sin distinguir nada, reconocí a la primera silueta acercándose a mí y sentándose a mi lado en la cama. No me tocó, pero si lo hubiese hecho estaría gritando de dolor debido a su piel. Esta desprendía tanto calor como si fuese un radiador encendido al máximo, y lo que menos necesitaba ahora era más de lo mismo.
Extendió su brazo hacia atrás abriendo la mano mientras otra silueta se acercaba. Había más de una persona allí.
Esta era grande, muy grande, superaba con diferencia a la primera, podría haberse confundido, en mi estado, con un oso debido a su piel morena. La sombra le tendió algo sin decir nada, debían de ser el papel y el alcohol que había pedido antes. La chica solamente me tendió un trozo un pañuelo y yo no supe reaccionar, entonces, ¿qué pasaba con el alcohol?
No veía del todo bien y tampoco escuchaba con claridad, así que estabaconfundida, decidí hablar sin saber si las palabras que iba a decir iban a salir como yo pretendía.
-E…est…estoy“pedida”. No, veo ni…oigo “ben”.-dije.
Sabía que no lo había dicho correctamente, porque en el momento en que iba hablando, las palabras me venían a la mente de forma torpe, había dado una idea un poco extraña de mí, una completa estúpida a la que le sangraba la nariz, no veía ni oía nada y tampoco sabía ni siquiera hablar, lo estaba bordando.
-¿Qué demonios la pasa en la boca?-oí decir a alguien, en su voz pude percibir algo que le hacía gracia aunque esta sonaba mucho más lejana que la de la chica que se encontraba a mi lado y la de la silueta que la precedía.
¿Otra persona más? Si que levantaba expectación.
En aquella pequeña habitación había demasiada gente, una chica, alguien tan grande como un animal y alguien a quien le hacía gracia mi voz, ah y yo.
-A dicho que está perdida, que no ve ni oye bien.-esta voz venía de alguien más cercano, probablemente del grandote.-Lo veo lógico, ¿no?. ¿Cuánto tiempo lleva tirada en el bosque?
-Jacob, shhh.-dijo la chica que estaba sentada conmigo en la cama.-Acaba de despertarse y es muy probable que no recuerde nada, ¿cómo quieres que se tome eso que has dicho?
En cierto modo, la chica tenía razón. Enterarme de pronto que había estado una noche entera o, quizás más, en el bosque inconsciente no era, precisamente, el significado de levantarse y que te den una agradable sorpresa. Me podía haber pasado cualquier cosa, un oso, un lobo o un puma podrían haber acabado con mi vida y nadie se hubiese enterado, pero también quería saber todos los detalles posibles de lo que había ocurrido aquella noche.
La chica me limpió la nariz con suavidad intentando no tocarme con aquella piel ardiente. Mientras lo hacía, aspiré el olor del pañuelo para saber si este estaba impregnado de alcohol, pero aquello olía simplemente a papel y a la sangre que este absorbía. Después de manchar tres o cuatro trozos más, la chica se dio por vencida, la hemorragia no paraba y aquello parecía una matanza.
Mi ropa debía de ser un gran manto rojo y yo ya podía comprarles un juego de sábanas nuevas porque estas ya no servían ni para reciclarlas. Me tendió un trozo de papel nuevo pensando que sería mejor que me las apañase yo sola, y yo aprobaba aquella decisión.
Poco a poco recobré la vista a la perfección, ya pude verlo todo con gran detalle. La chica que se encontraba a mi lado tenía la piel blanca, pero no tan pálida como para ir a tomar el sol y ponerse roja, en ella había color, tal vez debido al calor que desprendía esta. Era muy guapa, con el pelo castaño al igual que sus ojos, unos ojos grandes. Con unos labios perfilados de forma perfecta que dejaban ver una sonrisa a su vez también perfecta.
Al otro lado del cuarto, también próximo a la cama, el chico con apariencia de animal. No estaba del todo equivocada al compararle con un oso. Era muy grande y tenía el pecho-muy bien depilado-totalmente al descubierto, con unos enormes músculos, tendría veintisiete años tal vez, aquello sí era una agradable sorpresa. Si había sido él el que me había sorprendido con la noticia de haber estado tirada toda la noche en el bosque, lo perdoné rápidamente, no podía enfadarme con un chico que estuviese tan bien, además, era muy guapo, de piel mucho más morena que la de la chica, tenía apariencia de nativo, pero no tenía el pelo largo como el de los antiguos que vivían en tipis.
Y, al fondo, en la puerta, un chico de no más de diecisiete añosde edad estaba aguardando también sin camiseta, podría ser perfectamente el hermano pequeño del otro, su pelo era también más corto, y era algo más bajo. Sus músculos no eran tan grandes como el del chico mayor, eran más fibrosos.
Les fui mirando uno a uno mientras les sonreía, pero creo que ellos no vieron mi expresión debido al papel ensangrentado que me tapaba nariz y boca, aun así, uno a uno me devolvieron la mirada también con una sonrisa. Parecían muy agradables todos y, tan solo por ese gesto ya me caían bien, no se veía nada malo en todos aquellos ojos marrones.
La hemorragia por fin paró y lo único que quedaba en mi cara era un rastro de sangre reseca que me quité frotándome con la minúscula parte del papel que no estaba manchada. La chica me tendió la mano para que la entregase el pañuelo y así tirarlo a la basura. Lo cogió, se levantó, lo echó a una papelera metálica junto con todos los demás que había utilizado y, seguidamente, lo roció con un líquido transparente que le entregó el chico de la puerta.
¿Para eso era el alcohol?, no les debía de gustar la sangre y por eso tenía que comprarles sábanas limpias, si había manchado de forma indirecta también el colchón, se lo pagaría encantada.
-Ve a por cerillas, Seth.-dijo la chica girándose hacia la puerta para hablarle al chico que se encontraba allí.
De modo que se llamaba Seth, y creí haber escuchado otro nombre cuando estaba taponada, Jacob tal vez. Seth el de diecisiete y Jacob el de veintisiete, les pegaban los nombres.
Seth salió corriendo de la habitación para traer las cerillas, perfecto, más calor. Allí alguien iba a morir asfixiado y todo apuntaba a que sería yo.
Tendría que seguir en Washington, ¿no?, allí siempre hacía frío, aunque saliese el sol, en cambio yo entraría en breve en combustión.
Moví la cabeza en busca de alguna pista que me lo demostrase. La luz del astro rey se había vuelto de un color verdoso, como si se filtrase entre las ramas de árboles con mucho follaje. ¿Me encontraba en una casa en medio del bosque? Ya haría preguntas, mientras tanto decidí no impacientarme.
El chico volvió con una pequeña caja de cerillas que le entregó a la chica, todavía no sabía su nombre.
Esta la cogió, sacó una y la encendió con cuidado para no quemarse. Después la tiró a la papelera de metal y, de esta salió una llama que debió de incinerar al momento los residuos que había dentro.
Fui notando el calor que se hacía cada vez más intenso, me pondría a sudar de un momento a otro. Me toqué la frente, la cara, el cuello y, cuando quise bajar más, había algo que me lo impedía. Llevaba puesto un abrigo muy grueso, aquel era el motivo de mis sofocos, aquello era también lo que se había manchado de sangre, también tendría que comprarles uno nuevo, porque no era mío. Inspeccioné el interior abriendo el cuello de este para averiguar si llevaba algo más debajo, no me faltaba nada, camiseta de manga larga y pantalones vaqueros, mi estilo habitual. Lo desabroché deprisa y me lo quité, lo puse a un lado de la cama donde no había sangre, no quería mancharlo más.
Levanté la mirada y allí vi a tres completos desconocidos que me observaban detenidamente con ojos expectantes.
-Os compraré unas sábanas y un abrigo nuevo, lo prometo.-dije mientras señalaba ambas cosas con las manos, estaba muy avergonzaba, me recogían y encima le manchaba las cosas, yo tenía ese don.
-¿Un abrigo?-dijo la chica mientras se acercaba a la cama para mirarlo con detenimiento.-El abrigo no es nuestro.
-Mío tampoco.-contesté desconcertada.
De modo que alguien me había plantado un abrigo encima para que no cogiese frío en medio del bosque. ¿Qué había ocurrido la noche anterior?
-Bueno,¿empezamos con las presentaciones?-dijo el grandote.
-Yo soy Seth Clearwater.-dijo el chico del fondo señalándose con las dos manos.-Yo, señorita, he sido el que te ha rescatado de la peligrosa noche.
-Dilo todo Seth, no tengas morro.-le instó el otro.
-Bueno, no he sido yo solo, me ha ayudado otro chico, luego vendrá.-dijo mientras miraba con recelo a su compañero, aunque esbozaba una amplia sonrisa.
-Así me gusta. Soy Jacob Black.-dijo el musculoso mientras se acercaba a la chica y la agarraba de la cintura. Era su novia, seguro.-Y te encuentras en nuestra casa.
Sí, era su novia, hacían buena pareja, aunque, ¿cuantos años se llevaban? No era algo que me preocupase, la edad nunca me pareció ningún impedimento.
-Y yo soy Bella Swan.-dijo la chica, por fin sabía su nombre, este era italiano, pero no parecía tener acento.
Los tres me habían dicho sus nombres, por tanto, ahora me tocaba a mí, nunca me gustaron las presentaciones, no se me daban bien. Me incorporé en la cama, les miré a todos, respiré hondo y dije lo principal.
-Yo soy Eva Jones, la ocupa que se encuentra en vuestra cama.
Al parecer les hizo gracia, Seth se río a carcajadas mientras que Jacob y Bella diseñaban en sus caras pequeñas sonrisas.
Cuando las risas cesaron el chico de la puerta se acercó a la cama y dijo:
-¿De dónde eres Eva?-preguntó a la vez que se sentaba a los pies de donde me hallaba.
-Bueno, soy de Los Ángelespero-tragué saliva porque iba a nombrar a donde me había mudado y, después obtendría la contestación de si me encontraba en el mismo estado donde vivía actualmente o estaba en cualquier otro.-Ahora vivo en Forks, está en Washington.
-Bien, es de aquí.-dijo Jacob girándose hacia Seth mientras le dedicaba una sonrisa de alivio y soltaba a la chica.-Se me pasó por la cabeza que sería un problemón que fueses de cualquier otro sitio, porque, ¿qué harías aquí?
-Lo mismo pensaba yo.-le contesté con un suspiro.-Entonces, ¿sigo en Forks?
-Sí, así es.-dijo Bella acercándose hasta sentarse a mi lado en la cama-Bueno, estás más cerca de La Push, pero sigues en la zona. Dinos, ¿qué haces aquí?
-Pues, no lo recuerdo-le dije cuando posaba una de las manos en la cabeza.-La verdad es que no recuerdo mucho, sombras, voces de personas, un bosque.
-No recuerdas lo que hiciste antes de despertarte aquí.-dijo Seth.
Negué con la cabeza mientras le miraba.
-Saliste de fiesta, ¿verdad?-dijo mientras se echaba para atrás y se apoyaba en sus brazos, dejó escapar de sus labios una sonrisa de satisfacción.-Te pillaste una gorda y no recuerdas nada, que malo es beber.
Me hizo gracia, aquel chico era muy simpático y lo que dijo no iba para hacer daño, sino en forma de broma, además, aquello tenía sentido, pero yo no bebía alcohol.
-Tu teoría es muy buena-le dije con una sonrisa- pero yo no bebo alcohol.
-Claro-contestó mientras me guiñaba un ojo.-Nada de alcohol.
Estaba completamente de broma, solo pude reírme de aquello, me gustaba su humor, tenía pinta de ser un buen chico, el que se ofrece para animarte en un momento duro, te conozca o no.
-Seth, no la agobies, oíste a Alice.-le dijo Jacob cruzándose de brazos y dando a entender que se habían acabado los chistes.
El chico se enfurruñó y yo le dediqué una sonrisa con la intención de decirle con ella que no importaba que hiciese aquello. Pareció entenderlo perfectamente y volvió a sonreír.
-Bueno, ya te acordarás de algo-siguió la chica.-Ahora vas a desayunar, te parece.
Su voz sonaba amable y muy dulce, me habían encontrado unas personas bastante agradables. Bella y Seth se levantaron del lecho y se encaminaron hacia la salida, Jacob les siguió cuando ellos ya habían desaparecido, bajo el marco de la puerta se giró hacia mí y dijo:
-Te esperamos en la cocina, está junto al salón, cruzando el umbral de esta puerta hacia la izquierda.-y después de esto se marchó tal y como había dicho segundos atrás, hacia la izquierda.
Me quedé allí sentada un rato más, asimilando los pequeños datos que había obtenido en aquellos minutos. Los nombres y los rostros de los desconocidos, el lugar en el que me hallaba, lo poco que sabía de mi noche anterior, etc. Solo podía esperar para ver como se iban desarrollando los acontecimientos que habían ocurrido en tan corto plazo de tiempo.
Me senté en el borde de la cama y apoyé los pies en el suelo, otra incógnita, ¿qué hacía descalza? El suelo era de piedra, pero no era muy fría, podía plantar los pies sin congelármelos. Me puse en pie y todo me dio vueltas, mi manía de levantarme deprisa. Reposé mi mano sobre la pared más cercana y agaché la cabeza cerrando los ojos. Esperé para abrirlos y que todo se colocase donde estaba en un principio.
Volví a incorporarme y una voz salió de otra parte de la casa.
-¿Te encuentras bien?-dijo Bella en tono alarmado.-Seth, te importa ir a por ella.
-No, Bella, me encuentro bien, no pasa nada.-la grité desde allí dirigiéndome rápidamente hacia la puerta que daba a otra zona del inmueble.
Pero Seth ya estaba allí esperándome con una sonrisa burlona.
-Mademoiselle, la acompañaré hacia la cocina.-dijo tras levantar la cabeza, pues había hecho una reverencia muy pronunciada.
Yo le respondí con otra mientras le respondía:
-Muy amable por su parte, monsieur.
Ambos nos echamos a reír después de esto, era un chico de diecisiete años que parecía simpático y solo intentaba hacerme estar alegre, además, él parecía ser siempre así.
Me acompañó por un corto pasillo hasta llegar al salón y detrás de este se encontraba la cocina. Allí estaban Bella y Jacob desayunando huevos y zumo, yo era más de dulce por las mañanas, pero estaba hambrienta y no iba a poner ninguna pega porque, yo era una invitada inoportuna.
-¿Dónde están tus zapatos, Eva?-me dijo Jacob al mirarme los pies descalzos.
-No lo sé, creí que los tenía, pero…
-Mírate la parte de atrás de la espalda por si acaso también has despertado sin un riñón.-dijo Seth cuando se sentaba en una de las sillas que había al rededor de una mesa redonda.
Miré alarmada en busca de cicatrices en los riñones, pero no vi nada, también me palpé con las manos aquella zona y tampoco sentí algo que me indicase alguna que había cicatrices.
Los dos chicos se echaron a reír cuando vieron terror en mi cara y miraban como tocaba mi espalda alarmada. Yo les fulminé con la mirada tras explorar mi cuerpo pero ellos seguían riendo a carcajadas.
-No les hagas caso, Eva.-dijo Bella intentando ignorarles-Ven, siéntate a la mesa. ¿Qué prefieres, huevos o cereales?
-Si me das a elegir, prefiero los cereales.
Me acerqué a la mesa y me senté en la silla que se encontraba frente a la de Jacob que seguía riéndose pero de forma menos estruendosa. Seth se había levantado y ahora estaba en la cocina sirviéndose el desayuno, volvió a la mesa con un plato lleno huevos y salchichas, dispuesto a devorarlo se vio interrumpido por la voz deJacob.
-Ve a la habitación y apaga el fuego de la papelera.-dijo mientras le tendía un vaso lleno de agua.
Ya no me acordaba de que minutos atrás me había estado sangrando la nariz y los papeles manchados habían sido quemados, ¿dónde tenía la cabeza?, tendría que haberme acordado de aquello, lo que había en los pañuelos era mi sangre. Tenía que aclararme como fuese.
Seth salió del cuarto y en segundos volvió con el vaso vacío y con gran ansia por comer, pero Jacob lo volvió a interrumpir diciéndole:
-Sal fuera y avisa a Quil y a Embry de que no vengan hoy por aquí.
-Si es por mí, tranquilo. Yo me marcharé en seguida.-dije rápidamente.
Sabía que el motivo de que aquellos dos chicos no fuesen a aquella casa era por mi presencia.
-Eva, no te preocupes.-me dijo Bella dejando un tazón lleno de cereales encima de la mesa.-No resultas ninguna molestia, además, últimamente esta zona no es muy segura, así que cuando quieras irte, Jacob te llevará a donde necesites.
-De verdad, no quiero causaros molestias, no es necesario.
-Por favor, Eva-dijo Jacob volviéndose hacia mí.-No es seguro y estaremos también más tranquilos nosotros.
Asentí recogiendo sus palabras con muchísimo aprecio. Eran, sin duda, unas personas muy amables, había tenido muchísima suerte. ¿Podríamos convertirnos en amigos?, esperaba que sí, pero solo nos conocíamos de aquello y, yo me iría pronto, tampoco quería abusar de ellos.
Seth salió por la puerta hacia la calle y le vi correr en dirección al bosque mientras se tocaba los pantalones, ¿qué estaría haciendo?, tal vez sus amigos Quil y Embry viviesen cerca.
Volví la cara hacia el desayuno que me había preparado Bella. Cereales normales y corrientes con leche, lo que yo solía comer por las mañanas. No era lo mío desayunar huevos con beicon y salchichas y algo de zumo, me gustaba más lo dulce: tostadas, cereales, tortitas o un café.
-Bella, ¿tú no desayunas?-dije preocupada observando que ella se sentaba en la mesa sin comer nada.
-No, comeré algo más tarde.-contestó devolviéndome una sonrisa.
Seth entró por la puerta del salón poco después de que yo terminase de beber la leche del tazón. Parecía nervioso y algo angustiado. Se sentó a la mesa para comer por fin lo que tenía en el plato, aunque estaba frío se lo comió encantado, parecía realmente hambriento, como si no hubiese comido en días.
-No vendrán por aquí en todo el día, no te preocupes.-dijo Seth con la boca llena de comida.
En cierto modo me sentía culpable, había arruinado los planes de esos chicos, a lo mejor tenían algo importante que hacer, porque, al fin y al cabo, eran chicos normales, podrían ir a la playa, o de senderismo, o, simplemente iban a ir al cine. Yo tenía el don de la ubicuidad. Era perfecta para estar en los momentos menos oportunos.
-¿No te has encontrado a nadie más?-dijo Jacob mientras se levantaba para dejar su plato vacío en la pila del fregadero de la cocina.
-No te preocupes, Jacob-dijo Seth levantando la mirada del plato de comida.-No había nadie más, pero seguro que se ha enterado.
Sus palabras no tenían sentido para mí, pero Jacob pareció entenderlas, al igual que Bella, que se relajó al escuchar las últimas palabras, “pero seguro que se ha enterado”.
¿Quién se había enterado?, probablemente algo que a mí no me incumbía y decidí que era mejor no preguntar por aquello y pensé en entablar una conversación con ellos, algo que a mí me interesaba porque trataba de eso.
Me levanté de la mesa sin hacer ruido, cogí el bol vacío y lo llevé donde también estaba el plato donde había desayunado Jacob, al fregadero. Volví a sentarme donde estaba y pregunté:
-¿Dónde me encontrasteis?
Bella miró a Jacob y este a su vez, miró a Seth que tenía la boca llena. Nos reímos de aquella expresión tan divertida y este también se rió, pero con más cuidado para no atragantarse. Después de un tiempo, tragó la comida y contestó a mi pregunta:
-Pues, estaba yo caminando por el bosque cuando,-miró a Jacob con una expresión de ayuda, él le guiñó un ojo, como si confiase en la historia que iba a contar-oí a alguien. Me dirigí allí corriendo, la voz del chico sonaba muy fuerte, como si estuviese gruñendo. Recuerdo que llegué a un claro pequeño de la zona, algo más alejada de aquí, pero relativamente cerca.
*Tú estabas en el suelo tumbada con un abrigo encima-el abrigo de antes-y alguien estaba a tu lado, mirándote. No se movía y a mí no me daba buena espina, me acerqué para ver quien era y, solo se trataba de un chico al que conocemos. Miré haber si te pasaba algo, si te encontrabas herida, pero tranquila, fue de modo superficial.
*Como no encontré nada extraño, te cogimos y decidimos traerte aquí, era el lugar más cercano que conocíamos y, también el más seguro. Aquí te acostamos en la cama y minutos después despertaste. Fin de la historia.
-¿A qué hora me encontrasteis, más o menos?
-Pues, no sé exactamente, pero sabemos que te despertaste a las ocho y cinco.
Giré la cabeza de un lado a otro buscando algún reloj. En una estantería cerca del televisor había uno digital, marcaban las diez y veinte, que rápido pasaba el tiempo en aquel lugar.
Me dispuse a hacer la siguiente pregunta que me inquietaba.
-¿Dónde estoy?, es decir, sigo en la zona, pero más cerca de La Push me habéis dicho, ¿verdad?
-Exacto.-dijo Jacob.-Te encuentras más cerca de la reserva Quileute, en La Push, que de Forks, pero sigues en Washington. Aunque no en la reserva, donde están todos, sino en medio del bosque.
-Me alegra saber que sigo en el mismo estado.-dije mientras les dedicaba una amplia sonrisa.
-¿Con quién vives en Forks?-me preguntó Bella.
-Con mi hermana mayor Jessica.
-Estará preocupada, ¿no?-dijo Seth comiéndose la última salchicha que le quedaba en el plato.
-No, me deja bastante libertad. No está constantemente encima de mí. No quiere agobiarme.
-Pero, ¿qué edad tienes?-volvió a preguntar Seth mientras se levantaba para dejar el plato también en la cocina.
-Tengo veinte, cumplidos en Abril.
-Los aparentas, ni más ni menos.-dijo Seth volviendo a la mesa a modo de cumplido.
Le sonreí de oreja a oreja, ese chico me gustaba, de algún modo, ya me había caído bien, no le olvidaría en mucho tiempo.
-Eva, si te vas acordando de algo, cualquier cosa, ¿nos lo dirías?-dijo Jacob intrigado.
-Sí, claro. Si eso me ayuda a averiguar que pasó, sin duda.
Se hizo el silencio, volví la cabeza para mirar el reloj y este daba ahora las once menos veinticinco, aquí el tiempo pasaba muy deprisa, volando.
Seth se levantó y se dirigió hacia la salida dispuesto a cruzar la puerta que daba a la calle, pero antes se volvió hacia Jacob y le hizo una señal. Este le dirigió una mirada y rápidamente se fue hacia él. Los dos salieron de la casa y les pude ver como se dirigían corriendo al bosque, Seth volvía a tocarse los pantalones, ¿le molestarían al correr?
-Bella, ¿te importaría que tomase una ducha?-la pregunté.
-No, por supuesto que no. Yo te prestaré algo de ropa limpia y te lavaré la que tienes, está manchada de barro y algo de sangre, así que…
-Respecto a la sangre,-la corté-lo siento. Te juro que te compraré sábanas nuevas.
-No te preocupes por las sábanas, las lavaré ahora también.
Nos quedamos calladas algo de rato. Después, Bella se levantó y se dirigió a la puerta.
-Eva, el cuarto de baño se encuentra al lado de la habitación, a la derecha.
Me puse en pie y fui en la dirección que me habían dicho cruzando del salón al recibidor y de este al pasillo que daba al baño. Bella me siguió de cerca hasta allí. Abrí la puerta y dentro había un cuarto pequeño con lo mismo de todos los baños. Un retrete, un bidé, un lavabo insertado en un armario y con un espejo encima, un toallero y una ducha, lo mismo que en todos los baños del mundo.
-Te traeré la ropa y las toallas, enseguida vuelvo.
Se marchó con paso decidido y yo me quedé sola allí. Me miré en el espejo y no tenía buen aspecto. Era como si hubiese estado retozando en un campo de tierra mojada. Mi ropa era un desastre, algunas gotas de mi sangre, manchas de polvo y hierba en los pantalones y en la camiseta y, juraría que esta estaba algo húmeda. Mi pelo estaba hecho una maraña, totalmente enredado y mi cara estaba oscura y algo manchada de sangre todavía. El contorno inferior de los ojos tenían sombras negras, había amanecido con ojeras, algo normal en mí.
Mientras me limpiaba la cara con algo de agua, Bella entró en el baño conropa limpia, seguramente suya y dos toallas blancas, una para la cabeza y otra para el cuerpo. Me lo dio todo, y antes de que se marchase la retuve unos minutos para hablar con ella.
-Bella, ¿podría preguntarte algo?-la dije.
Ella asintió y me dirigió una mirada de desconcierto. En realidad no era una pregunta muy importante, pero me había llamado la atención aquel movimiento, aunque podría imaginarme el por qué de este.
-¿Por qué quemasteis los pañuelos ensangrentados?, es por pura curiosidad, hay gente a la que le marea la sangre, no puede con el olor y vomita, pero, los tres estabais bastante cómodos, pero a la vez preocupados.-Bella me miraba con los ojos llenos de asombro, no se esperaba aquella pregunta.-No pasa nada si no me contestas, no la tenía que haber hecho, olvídalo.
-No, no pasa nada, es solo que…no me lo esperaba. Hay gente por la zona a la que no le resulta fácil estar cerca de la sangre.
-Ah, sí, lo entiendo. A mi madre no le gustaba, se ponía malísima cuando la veía.
Ella sonrió y dijo:
-Pensé que me ibas a preguntar por Jacob y Seth, su salida a la calle tan mal disimulada.
-Sí, me he dado cuenta de esa escabullida tan bien preparada-dije con sarcasmo, a Bella la hizo soltar una risa tímida.-Pero, sabía que no era asunto mío, no soy de las que se meten en la vida de los demás, y supuse que sería algo de cuando Seth salió para hablar con vuestros amigos Quil y Embry se llamaban, ¿no?
-Sí, Quil y Embry. Bueno, voy a dejar que te duches y cuando estés lista sales. Te he dejado un pantalón vaquero, una camiseta de manga larga y ropa interior limpias, y las dos toallas. Tienes el gel y el champú dentro de la ducha y, eso es todo.
Dicho esto, se marchó echando una última ojeada al cuarto, cerró la puerta y me quedé otra vez sola en aquella habitación.
Coloqué el montón de ropa de Bella debajo de las toallas que iba a utilizar para secarme, lo puse en el mueble del lavabo y empecé a desnudarme. Tiré la ropa sucia a un rincón y me metí en el plato de ducha. Abrí el grifo del agua caliente al máximo y luego regulé la temperatura abriendo el frío, no quería más calor.
Tardé aproximadamente unos veinte minutos, también les pagaría la factura del agua de ese mes.
Una vez limpia, salí y me envolví en la toalla más grande y luego me sequé el pelo con la pequeña. Una vez me sequé por completo el cuerpo me enfundé la ropa que me habían dejado, Bella y yo teníamos la misma talla. Recogí mi ropa de la esquina y me decidí a salir al pasillo. Fui directa a la cocina y allí encontré a Bella que estaba metiendo las sábanas manchadas de sangre en la lavadora. Me acerqué y la hice una señal con la mano en la que tenía la ropa. La cogió y también la metió en la máquina antes de encenderla. Una vez activada se fue al frigorífico y saco una lata de Coca-Cola, me ofreció otra a mí y yo la acepté, después se dirigió al salón y se sentó en un gran sofá de color verde, la seguí y me senté junto a ella con la lata abierta en la mano. Volví a mirar el reloj, ya eran las once y diez.
-Bueno, Eva, ¿qué quieres preguntar?-me dijo Bella tras beber un sorbo de la lata.
Aquello me pilló desprevenida, ¿a qué venía aquello?, ¿tanto se notaba que quería hacer tantas preguntas como fuesen necesarias? Yo también pegué un trago al refresco y me aclaré la voz para decir:
-Se nota mucho.
-Solo un poco, dime.
-Cuéntame algo de tú vida, algo que no te importe contarme.
-Bueno, pues memude con Jacob aquí hará dos años, por lo menos, no lo recuerdo muy bien. El caso es que me di cuenta de que él sería la persona con la que pasaría el resto de mi vida.
*Esta cabaña la construyeron unos amigos míos, en principio iba a tener otra utilidad, pero debido a varios acontecimientos que pasaron después, decidieron regalárnosla. Por aquí suele pasar mucha gente a lo largo del día, a pesar de que está entre la reserva y Forks, en mitad del bosque.
-Vaya, vivís en mediode la naturaleza. ¿No hay osos o lobos por aquí cerca?, recuerdo que hace un tiempo hubo varios avisos de gigantes animales que se comían a la gente.
-Sí, fue una época de mucho dolor. Pero no se han vuelto a ver a aquellos animales. Y los que más se suele acercar por aquí son lobos.-dijo a la vez que dejaba escapar una sonrisa despreocupada y graciosa.-Están controlados., Jake es el que se encarga.
Bebí otro trago mientras la observaba detenidamente, había algo en la conversación que la hacía gracia. El tema de los lobos parecía no molestarla mucho, estaba segura de que la agradaban.
Permanecimos calladas mientras tomábamos más refrescos de cola, hasta que el silencio se vio perturbado por una alarma. Miré a los lados en busca del sonido, pero cuando me quise dar cuenta, este cesó. Volví la cabeza para mirar a Bella que ya no se encontraba a mi lado, sino cerca de la televisión apagada, en sus manos descansaba un reloj, el mismo reloj que había mirado yo muchas veces antes para consultar la hora. De aquel pequeño reloj digital salió un sonido que avisaba que eran las doce. Debió de ser una alarma programada porque solo le oí esa vez en toda la mañana.
-Jacob y Seth estarán al llegar.-dijo Bella mientras se volvía.-Voy a salir a fuera un momento, no tardo.
Yo asentí y ella salió de la habitación hacia el pasillo y de este a la calle. Me asomé por la ventana que había allí para verla, pero no vi nada, solamente los árboles del bosque. No se percibió movimiento alguno. ¿Habrá ido por otro sitio?
Vacié la lata bebiendo el último trago y lo llevé a la cocina para tirarlo a la basura. Estaba sola en la casa de unos desconocidos, no podía hacer nada más que esperar a que alguien llegase.
Regresé al salón y me detuve ante la única estantería que había allí, a la derecha del televisor. Este era de madera de roble ya muy viejo, allí estaba el reloj digital de antes, solitario en una balda. También había libros de poesía y algunos clásicos: Orgullo y Prejuicio, Romeo y Julieta, Cumbres borrascosas o Sueño de una noche de verano. En las otras había adornos decorativos y marcos llenos de fotos. Me quedé mirándolas una a una, vi todas las caras llenas de felicidad, Bella junto a Jacob, Jacob con Seth y dos chicos más, todos ellos sin camiseta, Bella junto a una chica joven, me quedé mirando la foto con suma curiosidad, más precisamente a la mujer que no reconocía de lo foto. Ella tenía la piel mucho más pálida que Bella, era bajita y delgada, con el pelo de color negro, corto y alborotado, con las puntas hacia distintas direcciones. Sus ojos tenían el mismo tono que el topacio. Tenía una belleza misteriosa, parecía frágil pero había algo en ella que decía lo contrario. Ambas me sonreían desde el marco y yo les devolví otra igual de amplia.
Posé la imagen donde estaba en un principio y seguí observando las demás. Un hombre con un traje de policía, lo reconocí en seguida, eran el jefe de policía de Forks, Charlie Swan, “de modo que estoy en la casa de la hija del jefe Swan, estupendo”, me dije a mí misma de forma sarcástica.Supe quien era porque era el hombre que iba de vez en cuando a la academia de policía de allí para darnos algunas charlas sobre los ciudadanos, la justicia y deber policial.
Desvié la mirada de aquella fotografía y la fijé en otramucho más grande que las demás, esta fue la que me llamó la atención. Muchas personas enfrente de una caballa de piedra, parecía una foto familiar, reconocí a Jacob agarrando por la cintura a Bella en el medio de los demás, Seth a la derecha de la pareja, al lado de su amigo Jacob, y a la derecha de Seth se encontraban seis personas más, cinco de ellos chicos tan grandes y morenos como los dos anteriores, y, todos vestidos solamente con pantalones pirata, la otra persona que quedaba era una mujer, no muy alta pero igual de morena que los otros, también llevaba pantalones pirata, pero ella era la única que llevaba una camiseta, esta tenía el pelo liso cortado a media melena, se parecía más que los demás a Seth, estaba segura de que ella era su hermana. Y, al lado de Bella, a su izquierda, la chica de la foto anterior volvía a mantener una sonrisa de oreja a oreja, y al lado de estas seis personas más de las cuales solo conocí al doctor Carlisle Cullen, “tienen una familia muy completa”, dije en voz baja. Los que se encontraban al lado de Bella debían de ser la familia del doctor Cullen, todos ellos pálidos, con los ojos amarillos y aquella belleza propia de dioses. Había una diferencia de color bastante notable, o muy morenos, o muy pálidos. Miré a todas y cada una de las personas que se mostraban sonrientes en la imagen y solo uno se llevó toda mi atención. Un chico de la familia Cullen, se encontraba al lado del doctor, con una media sonrisa. Tenía el pelo despeinado y de color cobrizo, y los ojos del color del oro líquido, su nariz recta y sus labios redondeados le hacían insoportablemente hermoso. Era casi tan alto como el doctor aunque más musculoso que este. No pude seguir admirando la imagen porque un destelló salió del bosque y me hizo dirigir los ojos hacia allí. Me asomé por la ventana para ver que me había cegado y distraído, pero no vi nada. Retrocedí otra vez hasta el puesto que había ocupado antes en el sofá y me senté.
Eran las doce y cuarto, hacía quince minutos Bella se había marchado a la calle y me había dejado sola.
Me recosté sobre el respaldo poniendo las manos en la nuca, cerré los ojos e intenté recordar qué había ocurrido la noche anterior.
Hice un gran esfuerzo por volver atrás en mi memoria hasta acordarme de que salí el sábado por la noche con algunos amigos del pueblo. Nunca probé el alcohol, ni el tabaco ni mucho menos las drogas, así que aquella noche no iba a hacer una excepción. Salimos a Port Ángeles, a una discoteca que conocían mis acompañantes. Entraríamos allí a la una o las dos de la madrugada del domingo, bailamos hasta que empezaron a montar bronca un amigo mío y el portero de la entrada, “Albert, tú en tu línea”, me dije. Por su culpa nos echaron a todos.
Elissa y yo fuimos las únicas que no bebimos, así que nos tocó conducir de vuelta a Forks. Dejé a los demás en sus casas a las cuatro y veinticinco, recordé la hora porque me llamó mi hermana Jessica, “si llegas a casa, no te preocupes cuando yo no esté, me voy con Ben dos días a Seattle” me dijo.
Llegué a casa a menos veinticinco, aparqué el coche en la puerta del garaje, me quité los zapatos de tacón y subí los escalones que daban al porche cuando me vino un olor a quemado detrás de la casa. Dejé los zapatos en la puerta…
-Ya sé donde dejé mis zapatos,-dije dando un salto del sofá y poniéndome de pie me miré los pies descalzos.-Con algo de suerte seguirán allí.
Volví a sentarme y a cerrar los ojos para centrar otra vez la historia:
Fui bordeando la casa hasta llegar a la parte de atrás, pero no encontré ningún fuego, el olor salía del bosque, aunque no olía a madera quemada, sino que era dulce, muy dulce, como si estuviesen en el fuego muchas chucherías, las típicas esponjas de dulce de caramelo.
Corrí hacia el bosque con el móvil en la mano y…no recordaba nada más. Me incorporé y puse las dos manos en la cabeza mientras me apoyaba con los codos en las rodillas desviándome hacia delante. Traté de pensar cómo seguía la historia, pero solo venían imágenes oscuras, sombras de personas y la voz de un hombre. Esta sonaba como un tenue suspiro, y las palabras que empleaba tenían un rasgo de antigüedad, como de otra época, pero no podía recordarlas.
Me estaba quedando dormida recordando todo aquello, a pesar de haber estado inconciente y llevar ahora bastantes horas despierta, una niebla sembraba mi mente de caos. Me volví a recostar y cerré los ojos dejando que aquella espesa neblina me inundara por completo dejándome dormida, entonces me encontré soñando.
Estabaen el bosque, pero ahora era de día, hablaba con el doctor Cullen pero, detrás de este, todos los chicos morenos con el torso desnudo que se encontraban al lado de Seth en la foto estaban allí,-menos Seth y Jacob- protegiéndole. Miré a mi espalda y me encontraba sola, por tanto, los chicos intentaban defender al señor Cullen de mí, yo era la amenaza. Volví a mirar para atrás y, ahora se encontraban flanqueándome, Bella y la única chica que estaba al lado de los amigos de Jacob, y detrás de ellas, el novio de Bella y Seth. Pero, de pronto, la luz que había en el sueño se vio arrastrada por una oscuridad intensa y volvía a estar sola, en aquel bosque. Me encontraba perdida, agobiada, una presión me impedía respirar, como si algo con mucha fuerza me retuviese, tampoco podía moverme. Por suerte, pude volver a respirar poco a poco, la presión disminuía y volvía a recuperar el control de mi cuerpo pudiendo moverme por fin, y cuando estaba a punto de cesar toda la fuerza, una gran quemazón me llenó el pecho, no podía gritar, quería que me quitasen aquel hierro candente que me atravesaba el tórax, pero allí no había nada y la quemazón se fue extendiendo hacia la espalda, yo seguía sin gritar. Ahora mi columna era una lengua de fuego que me llegaba hasta la nuca. Tenía que resistir todo lo que pudiese, el dolor terminaría y volvería a ver la luz. Finalmente el sueño terminó en un grito desgarrador y la imagen del destello que había visto antes en la entrada al bosque.
Me levanté corriendo del sofá y me dirigí al baño. Estaba empapada en sudor y sabía que el último grito que se oía en el sueño era mío y que lo había dado tanto en mi subconsciente como de forma física, ¿por qué lo sabía?, porque me había desgarrado la garganta. La tenía totalmente dolorida, me ardía y, no solo eso, el esfuerzo que había hecho al gritar tenía también como consecuencia el sabor a sangre.
Llegué al cuarto de baño sin saber si había alguien en la casa. Me abalancé sobre el lavabo y abrí el grifo de agua fría para refrescarme la cara. En aquel momento, el agua era similar a pisar el cielo. Aquella pesadilla había hecho mella en mi subconsciente. ¿Cuánto había dormido?, mirando la piedra dela pila, unas gotas de color carmesí mancharon el agua que estaba en ella, retenida por un tapón.
Aquel día iba a perder más sangre que en un mes entero.
Me lavé la nariz y cogí un trozo de papel para taponar el orificio de donde salía la sangre. Encontré lejía y un trapo en el armario que había allí y lo impregné todo con el producto. Froté con fuerza algunas manchas que habían caído en el suelo y luego volví a limpiar el lavabo. Cuando hube acabado, lo dejé todo donde estaba y comprobé que ya no me salía más sangre.
Antes de atravesar siquiera el marco de la puerta para ir al salón, un olor entró por mis fosas nasales que me hizo estremecer.
La próxima semana más.