sábado, 21 de mayo de 2011

Capítulo 4: Las señales

Me desperté tranquila, sin sobresaltos. Eran las ocho de la mañana y ya estaba en pie, preparándome el desayuno, tenía las pruebas físicas de la policía a las nueve y media y no quería llegar tarde, tenía que viajar en coche hasta Port Ángeles.
No pensé en nada de lo que me había ocurrido el día anterior, estaba totalmente concentrada en el examen, no quería fallar.
Me dirigí al baño para ducharme y lavarme los dientes, luego fui a vestirme con el traje de deporte que nos habían dado en la academia, una sudadera gris con el escudo de la policía en el lado izquierdo del pecho y un pantalón de chándal de color azul marino. Me peiné con la típica coleta que solía llevar y me puse la gorra azul que venía con el traje, me calcé unas deportivas blancas y salí a la calle, más concretamente al patio que rodeaba la casa. Salí y el sol me dio directo en los ojos, había nubes en el cielo, pero los rayos se filtraban por estas de forma muy potente. Me dirigí a la parte de atrás, a la zona trasera de la casa, esta estaba al lado del bosque donde me perdí, no quise recordarlo y empecé a correr en círculos por allí. El aire era gélido, me azotaba la cara y me quedaba sin aliento, pero yo seguí con mi entrenamiento, intentando controlar mi respiración para que no me produjese flato.
Paré a las ocho y media para descansar un rato y beber algo de agua. Volví a dentro y cogí las llaves del coche. Cerré la puerta de casa y me metí en mi calentito Ford Kuga blanco y me dirigí hacia la carretera para llegar hasta Port Ángeles.
Llegué allí en media hora, me sobraba tiempo, así que aparqué el coche en la zona más cercana a la academia y salí de allí para dar una vuelta por las calles del pueblo.
Cuando en mi reloj de muñeca marcaron las nueve y cuarto dejé mi caminata hacia ninguna parte para volver sobre mis pasos y llegar al centro donde me iban a examinar lo antes posible. Una vez allí, vi a todos mis compañeros de la academia esperando en una gran sala, todos hablando en silencio. Me senté en una silla apartada de los demás, no mantenía mucha relación con ellos, sabía que no todos pasaríamos a ser policías y todos serían capaces de cualquier cosa por llegar a serlo, por eso mismo no mantenía mucho contacto porque, y si me hacía amiga de uno de ellos y luego este tuviese que pasar por encima de mí para conseguir la plaza, ya me había pasado eso antes y no quería repetir la experiencia.
Un hombre salió por una puerta que había al fondo a la derecha del cuarto y todos se quedaron callados cuando este hizo su aparición, sabíamos quien era, el sargento Horace Smith, él vigilaría nuestras pruebas físicas junto con otros dos cargos importantes, el jefe de policía de Port Ángeles, Roger Thomas Johnson, y el jefe de policía de Forks, Charlie Swan, a su hija la había conocido el día anterior, entonces me pregunté, ¿sería esa una de las señales de las que me había hablado Seth? Busqué haber si había metido la libreta que solía llevar encima y la encontré, pero, ¿cuándo la había metido yo allí dentro, en los bolsillos del pantalón del chándal? La última vez que la había visto había sido cuando apunté la noche anterior el número del móvil de Bella y no recordaba dónde la había dejado. La cogí y escribí, con el bolígrafo que llevaba atado a ella, en una hoja la palabra “Señales”, y debajo de esta escribí: “1ª) jefe de policía Swan/padre de Bella”. Guardé la libreta otra vez en mi bolsillo rápidamente y volví la cabeza hacia la persona que estaba en la puerta.
El sargento Smith se dirigió hacia el centro de la sala y luego salieron por la misma puerta por la que había salido él el jefe Johnson y el jefe Swan, y fueron a reunirse con él.
-Buenos días. –Dijo el sargento Smith-. Hoy serán sometidos a una serie de pruebas físicas que no les llevará mucho tiempo realizarlas. El jefe Johnson les explicará ahora en que consistirán dichas pruebas.
Todos fijamos la vista en el jefe de policía de Port Ángeles.
-Hola, buenas chicos. –dijo dando un paso hacia delante-. Uno a uno seréis llamados por apellido y nombre, cruzaréis esa puerta y os encontraréis un largo pasillo, lo cruzaréis hasta llegar a una puerta de aluminio. Atravesadla y llegaréis a un circuito embarrado, tendréis que sortear los distintos obstáculos que se os aparecerán en el. La prueba será superada con buena nota si obtenéis una buena marca, que será distinta dependiendo de si sois hombres o mujeres, vuestra altura y vuestro peso. Tardaréis alrededor de siete minutos en completar el circuito.
-El jefe de policía Swan será quien os llame, él os acompañará y también será uno de los examinadores de esta prueba. –dijo el sargento Smith.
-Cuando acabéis la prueba, -siguió el jefe Johnson-. Entraréis en el mismo pasillo del que salisteis y entraréis en otra habitación distinta esta, la distinguiréis porque en el lateral del marco de la puerta pondrá “RESULTADOS”. Eso es todo.
Después de aquella introducción el sargento Smith y el jefe Johnson se marcharon por la puerta por la saldríamos todos a continuación. El jefe de policía Swan se quedó allí, sonriendo, luego dijo:
-Iré diciendo los apellidos y los nombres en orden alfabético y os acompañaré hasta el circuito, allí se os explicará con más detenimiento la prueba, de acuerdo. -dijo algo más serio-. Allen, Michael. Luego Brown, Lilian.
Un chico, probablemente Michael Allen, se levantó de una silla, era moreno, con los ojos pequeños y azules y el pelo de color castaño rojizo. Este salió por la puerta detrás del jefe Swan. La chica, Lilian Brown, se encontraba de pie y caminaba de un lado a otro de la sala, estaba muy nerviosa. Miré la hora del reloj, exactamente las nueve y media de la mañana, aproximadamente, la prueba duraba siete minutos. No me fijé en mis compañeros, solo mis ojos se centraron en las manecillas de mi reloj, esperando a que alcanzasen la rayita que indicaba el número treinta y siete.
Esperando en aquella habitación dejé de mirar la hora y conté a las personas que allí se encontraban, contándolos uno a uno, llegué hasta la cifra número veintinueve, con el que se había marchado éramos treinta, treinta aspirantes a policía, nos dividirían entre el pueblo de Forks y el de Por Ángeles, dependiendo de la zona en la que viviésemos y de cuantos aprobásemos. Recordé que cuando entré en la academia éramos sesenta, y habían ido eliminando a la gente que no había aprobado los exámenes teóricos o los tests psicotécnicos, las pruebas médicas y, ahora eliminarían a algunos de nosotros, pero después de este examen quedaba otro más, el definitivo.
Miré el reloj y ya eran las diez menos veintitrés, la aguja ya había alcanzado el treinta y siete y, justo en aquel momento apareció el jefe Swan por la puerta.
-Brown, Lilian acompáñeme. –dijo desde allí-. Bryant, Alexander es el siguiente.
La chica salió por la puerta muy despacio y yo seguí contemplando la hora. No sabía los nombres ni apellidos de mis compañeros, no sabía cuando me iba a tocar, pero no estaba nerviosa, en absoluto.
Pasaron otros siete minutos y el jefe Swan volvió a hacer su entrada en la habitación.
-Bryant, Alexander venga conmigo. Collin, Edward… -dijo, noté que su voz se quebraba al decir aquel nombre-. Vaya preparándose.
Salieron por la puerta los dos hombres y yo me quedé pensando en el nombre que había dicho, Collin, Edward. ¿La segunda señal? No tenía por qué, el nombre era el mismo, pero el apellido no, aunque se pareciese extrañamente al apellido Cullen. No podría ser aquello como otra señal, pero, volví a sacar la libreta y, en la hoja en la que había escrito antes puse: “2ª) Edward Collin, parecido a Edward Cullen”, volví a guardar la libreta y dejé de pensar en ello.
El policía era muy puntual y siempre pasaban siete minutos desde que cogía a uno y a otro.
Collin, Edward.
Cooper, Stephanie.
Daniels, Jason.
Uno por uno, pasando una vez más por la “D”, dos veces por la “E”, tres por la “F”, dos por la “H” hasta llegar a la “J”.
-Hall, Logan puede acompañarme ya. Jones, Eva. –dijo mientras me miraba-. Va a continuación.
Dicho eso esbozó una ligera sonrisa y se marchó cerrando la puerta algo más fuerte que las otras veces.
Me había mirado a al cara y había sonreído, a los otros que había nombrado solo los miraba cuando se encontraban de pie o levantaban la mano para indicar su posición, y nunca había sonreído a nadie excepto a mí. Los otros se percataron de aquella reacción y me miraron al cerrarse la puerta, sus ojos me atravesaban y era muy fácil saber lo que estaban pensando. Pensarían que yo era la enchufada o algo así, que pasaría la prueba sin necesidad de hacerla. Aquellos siete minutos fueron insoportables y muy lentos, todos mirando y hablando, no me gustaba ser el centro de atención y aquello me iba poniendo cada vez más nerviosa, entonces se abrió la puerta.
-Jones, Eva acompáñeme. –Dijo sin atravesar la puerta-. Mills, Helena es la siguiente.
Me levanté decidida, sin darle importancia a nada ni a nadie en la habitación, salí por la puerta y oí como se cerraba suavemente. Entonces miré el largo pasillo de izquierda a derecha, al lado de la puerta de la que había salido había otra con un cartel en el que ponía “RESULTADOS” en letras mayúsculas, y al fondo una puerta de aluminio, allí es a donde nos dirigíamos.
Seguí de cerca al jefe de policía de Forks hasta allí, y antes de abrirla se giró y me miró.
-Bella me ha pedido que te diga que se encuentran bien, Jake le dijo que estabas algo nerviosa por su salida y la de Seth y los lobos, pero que no pasó absolutamente nada de lo que tengas que preocuparte.
-Le puede decir que me alegro de que al final no les ocurriese nada.
-Yo me encargo. Por cierto, le dije que tenías la prueba física y me dijo que te deseara suerte, por parte de todos.
-Muchas gracias.
Aquella pequeña conversación resultó agradable y tranquilizadora, era por eso por lo que me había sonreído y mirado al decir mí nombre. Ya no me encontraba nada nerviosa, y me relajé aun más de saber, por fin, que Bella y Seth se encontraban a salvo.
-Edward dice que lo harás muy bien.-dijo el jefe Swan abriendo la puerta y saliendo al exterior.
Edward Cullen también sabía que me presentaba para policía, se lo habrían dicho. No me gustó nada escuchar aquello último. Por un lado me alegraba de su confianza, pero algo me impacientaba y las piernas me flaquearon, no tuve más remedio que aguantar y moverlas para salir al exterior.
El cielo estaba encapotado, lleno de nubes oscuras, y el sol apenas se veía. Unas gotas empezaron a caer.
-“Voy a tener suerte al correr por el barro”, pensé
Allí, a pie de pista, se encontraban el sargento Smith y el jefe de policía Johnson, luego se le unió el jefe Swan. Yo me anduve hacia ellos hasta ponerme enfrente.
-Jones, Eva. –dijo el sargento, esperaba una respuesta.
-Presente. –dije decidida, me erguí en el sitio.
-Va a ser sometida a una prueba de ejercicio físico en la que tendrá que correr por este circuito, -dijo señalándolo con la mano-, deberá sortear algunos obstáculos mediante saltos, arrastrando su cuerpo o trepando con o sin ayuda de cuerdas, nunca deberá abandonar el circuito para burlar los obstáculos, si lo hace, su prueba no contará. Deberá llegar al final del circuito en un tiempo inferior a seis minutos, si se ve sobrepasado dicho tiempo se la detendrá y se dirigirá a la habitación señalada con el cartel de “RESULTADOS”. Tiene alguna pregunta.
-No, señor.-dije respirando hondo.
-De acuerdo. –Dijo el jefe Johnson-. Colóquese en la línea de salida, tocaré el silbato una vez para dar la salida, si a sobrepasado el tiempo límite lo tocaré dos veces y usted se deberá de detener, saliendo inmediatamente del circuito y viniendo hacia aquí para que el jefe de policía Swan la acompañe a la habitación.
Asentí y me dirigí hacia la marca salida del circuito, me coloqué para salir corriendo, concentrándome bien en mí meta: llegar hasta el final superando los obstáculos sin salir del circuito y sin superar un máximo de seis minutos.
Un calor descomunal me recorrió la espalda, era como estar en un de mis sueños en los que me despertaba gritando, pero aquel calor no dolía, sino que me llenaba de energía. El fuego se fue apoderando de mi cuerpo en cuestión de segundos, envolviendo mis piernas y mis brazos, dándoles más fuerza, era capaz de todo en aquel momento.
El silbato sonó una vez y salí disparada, estaba lloviendo ahora con más ímpetu, pero no me preocupé por el agua. Me sentí libre, corría más rápido que nunca, de pronto vi el primer obstáculo, una barra de metal que me llegaba por las rodillas, lo superé sin problemas, vi la siguiente barra que me llegaba por la cintura, otro pequeño salto y ya había pasado al otro lado sin detenerme, ahora vi una pared de hormigón que me llegaba también por la cadera, me preparé para lucirme, haría algo que nunca había hecho, pero estaba segura de que me saldría a la perfección, haría el salto del ángel. Corrí a más velocidad y salté el muro pasando la cabeza primero, extendiendo las manos hacia delante al caer y rodar sobre mi cuerpo para seguir corriendo. Lo había hecho sin hacerme ningún rasguño, a la perfección a pesar de que era mi primer salto de este estilo. Me sentí totalmente libre.
Seguí corriendo a un ritmo menos acelerado que el anterior, fijé mi vista en el siguiente obstáculo, otro muro de hormigón pero algo más alto que yo, no podría saltarlo por encima, tendría que trepar y pasar al otro lado. Salté y me agarré al borde de este, pasé una pierna y después la otra, luego me dejé caer y seguí corriendo, había perdido algo de tiempo en aquel sitio y aceleré el paso. Quedarían dos o tres pruebas más, vi la siguiente, tendría que arrastrarme por el suelo, pasando por debajo de unos alambres. Me tiré al suelo y me empujé con los brazos y las piernas todo lo que rápido que pude, no me resultó nada complicado y crucé al otro lado en cuestión de segundos, aunque habría jurado que era bastante largo. Me puse en pie y seguí corriendo, no quedaba nada. Una última prueba, una zanja llena de agua que tendría que saltar, mediría aproximadamente un metro y medio de largo, y parecía profundo. Aceleré todo lo que pude y salté sin tocar el agua que era salpicada por la lluvia. Caí rodando al suelo de forma lateral llenándome de barro la espalda, las piernas y la cabeza, me levanté y seguí corriendo el tramo final pensando dónde me había dejado la gorra, en el coche, el la sala o enganchada al alambre, podía pensar en aquello porque estaba segura de que iba con tiempo de sobra. Llegué al final del circuito sin acordarme de donde la había dejado y decidí dejar de pensar en eso. Paré y no me sentí nada cansada, el agua de la lluvia me mojaba entera y era algo que me aliviaba. Miré a los tres policías y los encontré con las bocas abiertas. Fui hacia ellos corriendo y, una vez allí, no hablaron hasta pasados unos minutos.
-Jones, Eva. –dijo el sargento Smith con los ojos desorbitados-. Ha completado el recorrido en dos minutos treinta y cuatro segundos. Es la mejor marca que hemos visto en toda nuestra carrera.
-Y el salto del ángel que ha hecho, -dijo el jefe Johnson- ha sido impresionante. Nadie lo había hecho nunca, solo se limitaban a ser mecánicos, pero usted ha sido sublime.
-Realmente asombroso. –Dijo el jefe Swan acercándose a mí-. Todavía quedan tres minutos, ¿qué vamos a hacer usted?
Esbozaron los tres una sonrisa que nunca me imaginé verlas en sus rostros, era felicidad lo que sentían.
El calor que había atestado mi cuerpo minutos antes se estaba desvaneciendo y yo me sentí aliviada por notar su ausencia, había estado bien, pero no me sentía con más fuerzas para soportar aquel fuego sin ponerme a gritar. Les miré con una sonrisa, me fijé en sus cabezas y vi que ellos si tenían gorras, no tenían el rostro empapado, a diferencia de mí, que tendría que tener una pinta horrible, mojada y llena de barro.
-Jones, Eva –dijo el sargento- tendrá que acompañar al jefe de policía Swan hasta la habitación donde se encuentran los compañeros que ya han realizado esta prueba. Cuando ya hayan completado todos, la prueba, nos dirigiremos hacia allí para comunicarles los resultados.
Yo asentí y seguí al jefe Swan hacia la puerta de aluminio que nos llevaría otra vez adentro.
-Has hecho una prueba asombrosa. –Dijo abriendo la puerta-. Quedan todavía unos minutos, si no te importa podríamos hablar un poco.
-Claro, por supuesto. –le contesté entrando en el pasillo.
-¿Cuándo conociste a Bella?
-Bueno, ayer. Me encontraron en el bosque y me llevaron a su casa.
-Sí, eso fue lo que me dijo, habían encontrado a una chica en el bosque. ¿Cómo fuiste a parar allí?
-No lo recuerdo, solo me dirigí al bosque porque olí que algo se estaba quemando y, de repente, me encontraba acostada en la cama de Bella.
-La policía de Forks está investigando algunas desapariciones por la zona, pero es algo similar a lo que te ha ocurrido a ti. Por eso quiero que nos cuentes todo lo que recuerdes, es importante.
-Por supuesto, también tengo que informar a Jake, así que no me importa en absoluto decírselo a alguien más.
-Me alegro de que nos puedas ayudar, Eva. Pasa ya por esta puerta. Nos veremos en un rato.
Asentí y abrí la puerta del letrero. Allí había catorce personas, todas ellas manchadas de barro, pero ni por asomo se acercaban a mi estado. Todos se volvieron hacia mí y se extrañaron de mi aspecto. Pensarían que me habría salido la prueba muy mal, pero yo sabía que eso no era así.
Fueron llegando personas cada siete minutos, algunos con la cara resplandeciente, otros casi llorando, pero hubo una chica que me llamó la atención. Esta también se fijó en mí y se sentó a mi lado.
-Hola, soy Anna. –se presentó ella.
-Yo Eva. –la contesté.
-Vaya, tú aspecto es realmente… -se cortó a mitad de la frase, no sabía como describirme.
-Sí, estoy muy presentable. –terminé por ella.
-Exacto, esa es la palabra, -dijo ella riéndose- ¿tan mal te ha salido?
-No, para nada. Lo que pasa es que he estrenado el suelo. Cuando iba a empezar empezaba a llover.
-Que buena suerte tienes.
La sonreí y ella me devolvió otra sonrisa de oreja a oreja.
-Bueno, y a ti que tal te ha ido. –la pregunté.
-Pues, no ha sido uno de mis mejores días, he llegado justita de tiempo, pero es que estaba derrotada.
-¿Por?, ¿qué te ha pasado? –la pregunté intrigada.
-Hoy, alrededor de las seis de la mañana, he amanecido en medio del bosque.
Aquella confesión me hizo estremecerme, ¿la habría ocurrido lo mismo que a mí?
-Y, ¿cómo llegaste allí?
-Lo último que recuerdo es ver al atardecer una luz brillante, cegadora. Como si algo se estuviese quemando, no supe lo que era y fui hacia su dirección, que era dentro del bosque y…ya.
-¿Es lo último de lo que te acuerdas?
-Sí, después de esto me iré directa la comisaría de Forks y anunciaré este pequeño lapsus, haber si me pueden ayudar.
-Ahora están investigando algunas desapariciones como esa. –Anna me miró extrañada al decir aquello.
-¿Cómo sabes eso?
-Porque yo me desperté ayer en casa de unas personas que me recogieron en el bosque.
Se quedó boquiabierta con lo que le dije. Estuvimos hablando de ello mientras pasaban las personas restantes, pude contar cuatro, y después llegaron los policías y tuvimos que detener nuestra charla. Se colocaron en mitad de la sala y todos les escuchamos.
-Todos y cada uno de ustedes han completado el recorrido. Ahora se les informará quien no ha aprobado el examen físico.
Estaba muy nerviosa, aunque sabía que mi marca había sido muy buena no pude evitar sentirme algo agobiada con el resultado. Todos estaban igual de nerviosos que yo, algunos podían disimularlo a la perfección, a otros se les notaba a la legua.
-Bryant, Alexander; Collin, Edward; Mills, Helena; -sentí un gran alivio al no escuchar mi nombre-. Stewart, Anna; Tucker, Jason. No han aprobado la prueba, lo sentimos.
Miré a Anna y ella me miró a mí, aquella era la primera vez que habíamos hablado en todo el curso y no volvería a saber de ella. Nos abrazamos, tenía los ojos llorosos, peo no parecía estar triste por no haber pasado.
-Si llegas a ser policía, investiga lo que te he contado antes. –me dijo riéndose entre sollozos.
-Por supuesto, ¿te volverás a presentar?
-Quizás el año que viene, mi sueño siempre ha sido ser policía, y no me cansaré de intentarlo.
Las dos nos volvimos a abrazar, después, ella se fue por la puerta que estaba al otro lado de la sala con todos los otros, y me di cuenta de que Edward Collin también había suspendido.
Las veintiocho personas que estábamos allí vimos como se marchaban, cuando el último cerró la puerta, el jefe de policía Swan dijo:
-El último examen tendrá lugar el lunes de la semana que viene, a la misma hora y en el mismo lugar que hoy. Quien apruebe ese examen entrará en el cuerpo de policía de Forks o en el cuerpo de policía de Port Ángeles, dependiendo de sus condiciones. Pueden marcharse.
Los tres policías salieron de la sala los primeros, seguidos de aquella multitud que se encontraba eufórica. Yo me quedé la última, para no toparme con ninguno al salir de allí. Me acordé de Anna y de lo que le había pasado aquella noche, saqué mi libreta y apunté: “3ª) Anna Stewart se despertó en el bosque/lo último que recuerda es una luz brillante.”; ¿podría considerarse aquello como una señal?
Salí del centro y me dirigí hacia el coche, al entrar en el, miré en el asiento del copiloto y vi mi gorra, ¿cuándo me la había quitado? No le di importancia y me conduje hasta mi casa. Una vez allí, fui directa a la ducha, necesitaba lavarme y quitarme todo el barro que llevaba encima. Me vestí y me preparé algo para comer, tampoco tenía mucha hambre. Miré el reloj de mi muñeca y eran las dos y media de la tarde. No tenía absolutamente nada que hacer, tendría que entrenar para el siguiente examen físico, pero ya me pondría por la tarde, así que me tumbé en el sofá y me dormí, estaba derrotada.


No había tenido sueños, -como casi nunca cuando dormía una siesta- tenía las piernas dormidas y me costó muchísimo andar hacia la cocina. Al llegar miré en la puerta del frigorífico y me di cuenta de que tenía una nota de mi hermana que decía: “Haz la compra, hay dinero en el bote. ¿Puedes comprar algún refresco? Besos. Jess”
Cogí el bote de encima del mueble de la cocina y saqué cincuenta dólares. Cogí las llaves del coche, me monté en este y me dirigí al supermercado del pueblo. Allí me encontré con Thomas Roberts, el ayudante del jefe Swan, me acerqué para saludarle, pero la conversación se extendió algo más, hablando de mi extraordinario tiempo en el examen, me contó que su marca también fue una de los mejores. Seguí mi trayecto por la tienda comprando todo lo que era necesario, además de los refrescos.
Al salir de allí con el carro, choqué con una señora que no hizo más que gritarme porque había asustado a su perrito. “Vieja loca”, pensé.
Metí las bolsas en el coche y después me fui a la gasolinera, todavía me sobraba algo de dinero, así que lo utilicé para rellenar el depósito.
Mientras iba por la carretera para volver a casa, conducía sin darme cuenta de nada, sin prestar atención a las cosas. Pensaba en que ya no había tenido más señales desde aquella mañana, y no había absolutamente nada que me llevase hacia la reserva Quileute, ni al bosque. Iba por la carretera pegada a la zona del bosque, algo me hizo girar la cabeza hacia la masa forestal oscura que había a mi izquierda. El sol todavía no se había escondido del todo y algunos rayos se filtraban por la densa arboleda, estonces fue cuando una luz cegadora salió de allí. Miré rápidamente y allí la vi, iba justo a mi lado, como si fuese corriendo. Me quedé mirándola durante un rato y no me percaté de que seguía al volante de mi Ford. Me iba acercando a la zona del bosque, donde estaba la luz, entonces giré la cabeza otra vez hacia la carretera y vi un árbol enfrente, me iba a empotrar contra el. Fue un acto reflejo, intenté volver otra vez a mi carril, pero me pasé y mi coche se caló en la cuneta embarrada. Salí ilesa de aquel despiste, los coches que pasaban me pitaba, peroro no les hice caso. Bajé del coche y miré otra vez al bosque, donde hacía segundos estaba aquella luz ahora no había nada, solamente la oscuridad del bosque aunque yo sabía que aquello seguía allí. El sol ya había desaparecido en el horizonte y no quedaba nada de la luz que solía dejar tras esconderse, este se veía oculto por las nubes negras que avecinaban tormenta.
Di una vuelta alrededor del coche para asegurarme de que no había sufrido ningún rasguño, simplemente estaba atascado allí, lleno de tierra mojada.
-Perfecto, tendré que lavarlo otra vez. –dije en voz alta.
Me recosté sobre el capó del coche pensando en aquella luz brillante que había visto, y caí en la cuenta de una cosa que me habían dicho aquel mismo día, horas atrás. Saqué la libreta que metí en el bolsillo del pantalón limpio que me puse después de ducharme, y fui a la hoja en la que había apuntado las señales, allí leí y releí la número tres: “Anna Stewart se despertó en el bosque/lo último que recuerda es una luz brillante”. ¿Sería la misma luz brillante que acababa de ver?, ¿ahora podría considerarse como otra señal? Lo apunté como posible señal: “4ª) Una luz brillante (posiblemente la misma que había visto Anna) me ciega mientras conduzco y me hace salir de la carretera.”
Tiré la libreta dentro del coche muy cabreada, no sabía lo que estaba sucediendo. Unas luces de un coche aparecieron por el mismo carril por el que conducía yo anteriormente, y se pararon detrás de mí. Un chico salió del coche y se acercó a mi, no pude verle la cara hasta que no estuve cara a cara conmigo, su rostro era alargado, con una nariz larga y perfilada y una barba de varios días, esto le hacía un chico muy guapo, su pelo rubio -al igual que su barba- estaba cuidadosamente peinado con gel y sus ojos eran de color azul, era alto y delgado. Me miró sorprendido, como si yo no tuviese que estar allí.
-¿Puedo ayudarte en algo? –me dijo, no tendría que tener más de veintidós años.
-Eh, bueno. Me he salido de la carretera, pero estoy bien. –dije señalando el coche.
-Un Ford Kuga, es bastante bueno. ¿Cómo te has salido de la carretera?
Pensé en decirle lo de la luz, pero preferí mentir, algo piadoso y sin dar mucho detalle.
-Solo…me despisté. Giré el volante en un acto reflejo y eso es lo que ha pasado. –dije, tampoco le estaba mintiendo del todo.
-Bueno, si necesitas ayuda. Soy Mike Newton. –dijo tendiéndome la mano.
Se la estreché mientras le decía mi nombre.
-Eva Jones, encantada.
-¿Te dirigías a la Push? –dijo señalando la carretera-. Puedo remolcarte si quieres.
-No, no iba hacia la Push, ¿por qué? –dije extrañada.
-Porque has cogido la carretera que lleva hacia allí.
Era cierto, había tomado la carretera que me llevaría a la Push, había estado siguiendo a aquella la luz sin darme cuenta. Tenía que apuntar aquello en la libreta, eso sí podía considerarlo una señal.
Mike se quedó mirándome algo extrañado, quise cambiar el por qué iba yo a la Push a, por qué iba él.
-Y, tú ¿por qué vas a la Push? –le dije-. No te veo muy parecido a los demás Quileutes.
-Sí, -dijo riéndose a carcajadas-eh…bueno, en realidad no voy a la reserva concretamente. Voy a una casa en el bosque, a ver a una amiga y a su novio.
No podía ser, me quedé con la boca abierta cuando dijo aquello: “una casa en el bosque/una amiga y su novio” Pensé en cuanta gente de la zona podría vivir en la reserva Quileute, en medio del bosque, precisamente una chica y su novio. Me arriesgué a preguntar los nombres de aquellas dos personas y obtuve la contestación que esperaba.
-¿Puedo preguntar sus nombres? –dije recelosa.
-Sí, son Bella Swan y creo que él se llama Jacob… ¿Black?, no sé. Ella iba conmigo al instituto, el chico es de la reserva, no lo conozco mucho, la verdad, un día fuimos al cine y la cosa acabó algo rara, en fin.
Tendría que apuntar aquello enseguida. “Maldito Seth y sus puñeteras señales”, pensé. No podía estar pasando aquello, no era posible. Intenté poner cara de póker y hacer como si no estuviese sorprendida por aquello.
-Am, Bella y Jake.
-¿Los conoces? –me preguntó él realmente interesado.
-Sí, pero solo de un día. Son muy amables. Les podrías dar recuerdos de mi parte.
-Y, ¿por qué no te vienes? –dijo-. Te remolco si hace falta, a mí no me…
-No, muchas gracias. –dije interrumpiéndole-. Tengo que volver a casa, tengo cosas que hacer.
-Lo primero será lavar el coche, ¿me equivoco? –dijo echando una ojeada a mi Ford blanco lleno de barro.
-Por supuesto, me gusta que mi coche esté presentable. –dije sonriéndole-. Muchas gracias por bajarte a preguntar qué me había pasado.
-No se merecen, Eva. –Dijo devolviéndome la sonrisa-. Eres de Forks, ¿no?
-Sí, vivo algo más alejada del pueblo, lo que pasa es que me he despistado y me he pasado la salida.
-Bueno, ya nos veremos. –dijo despidiéndose levantando la mano y yendo hacia su coche.
Se montó en su automóvil –no pude distinguir la marca- y desapareció por la carretera hacia el horizonte alumbrado por sus faros.
Estaba realmente estupefacta, ¿qué demonios había pasado? Lo que me había dicho Seth el día anterior iba a ser cierto, ahora sí me lo creía del todo.
Me metí en el coche y apunté: “5ª) Conozco a un chico, Mike Newton, amigo de Bella y Jacob.”, “6ª) La luz me había desviado hacia la carretera que lleva a la Push.”
No sabía si estar asustada o intrigada, si dirigirme a casa de Bella o volver a la mía, si buscar a Seth para darle una paliza por haber dicho aquello o dejarle con vida. Elegí las opciones de intriga, volver a casa y dejar a Seth con vida.
Arranqué el coche y puse dirección a mi casa. No pensé en aquello, puse todos mis sentidos en la carretera para no despistarme otra vez, concentrándome al cien por cien en todas las señales, semáforos, pasos de cebra, peatones y otros coches. Me conseguí evadir de todos mis pensamientos hasta llegar a mi destino.
Descargué las cosas y las coloqué en sus respectivos lugares. Miré el reloj, eran las nueve menos cinco de la noche. Me volví a duchar para despejarme la mente, me puse el pijama y me metí en la cama sin cenar, se me había pasado el hambre por completo. No sabía que podría depararme el día siguiente y estaba muy nerviosa y a la vez cansada. Mí mente estaba atestada de información de aquel día y quise barrerla toda para dejar paso a una imagen que había decidido guardar. Me quedé dormida pensando en el rostro y el cuerpo de un dios griego de esa época, esta me reconfortó al instante; pensé en Edward Cullen.

sábado, 14 de mayo de 2011

Capítulo 3: Este es Edward Cullen y es…

Aquel era el aroma más impresionante que había aspirado nunca, el más agradable, el más excitante, el más gratificante…se me acababan las calificaciones para aquel olor único, embriagador. Probablemente, si el paraíso pudiese oler a algo, esa sería su fragancia. ¿Qué demonios podía oler tan bien? Era como el olor del chocolate y la menta juntos, también podía oler a hierro, como si hubiese sangre, claro que, tenía que tener en cuenta que hacía unos minutos, mi nariz estaba llena de ella.
Fui directa al salón para descubrir de dónde salía aquella fragancia. Una vez allí, pude ver a seis personas hablando entre ellas, solo a tres de ellas las conocía: Bella, Jacob y Seth, a las otras tres simplemente las había visto en las fotografías que había en el salón. Una chica pequeña, muy pálida y sonriente, con los ojos amarillos y el pelo negro alborotado hablaba con Bella y con otra chica, esta era morena, con los ojos castaños y el pelo negro a media melena-era la chica que había identificado como la posible hermana de Seth debido a su gran parecido-las tres se encontraban de pie en la zona más cercana a la puerta. Al fondo, al lado de la cocina, Jacob y Seth-todavía sin camiseta-miraban al chico del que me había quedado prendada al ver la fotografía grande de allí, el que se encontraba al lado del doctor Cullen.
En persona era muchísimo más guapo, su pelo cobrizo despeinado, su cuerpo musculoso, no tanto como el de Jake ni tan fibroso como el de Seth, su tez blanca, sus labios carnosos y redondos y, sus ojos de color topacio que miraban directamente a mí posición. Me estaba mirando a mí, y yo me sentí tonta, estaba temblando, no me gustaba ser nada el centro de atención, aunque solo fuese de una persona a la que no conocía.
Este esbozó una leve sonrisa de satisfacción que me hizo enloquecer, me había quedado totalmente hipnotizada, enganchada en sus ojos. Quería apartar la mirada de ellos, pero eso demostraba cobardía por mi parte, ¿cuántas veces me habían aguantado la mirada? Muchísimas, y yo nunca me había sentido acobardada, hasta aquel momento. No podría resistir aquel par de ojos amarillos entrando directamente en los míos. Era o él o yo, y estaba segura de que yo no los iba a bajar hasta que no los bajase el otro antes o hubiese una distracción.
El chico volvió a reír, como si aquello que había pensado lo hubiese oído.
No debía haber hecho aquello que hice, pero le devolví la sonrisa. Inmediatamente me arrepentí de aquello porque me hizo distraerme y desvié la mirada hacia el suelo. Había perdido, y lo que era peor, había sido intimidada por aquel hermoso chico al que no conocía de nada. Su sonrisa se intensificó, sabía que había ganado aquella batalla, pero más adelante sería yo quien ganase la guerra.
Entré en el salón y me fui directa al grupo donde se encontraba Bella. Ella y la chica pequeña me acogieron con amplias sonrisas, pero la morena no fue tan simpática, ya empezaba a hacer enemigos.
-Chicas, os presento a Eva Jones.-dijo Bella posando una mano sobre mi hombro.-Ella es la chica que estaba en el bosque.
-Hola.-dije sonriéndolas y saludándolas con la mano.
-Hola Eva, soy Alice Cullen-dijo la menuda de pelo alborotado mientras se acercaba para darme un abrazo.
Era agradable, y olía muy bien a flores, pero, al pasar su cara contra la mía para soltarme noté que su piel era fría y dura, no me importó demasiado. Algo me dijo que era una de las personas más simpáticas que podía haber allí, además de Seth.
-Tú eres la hija del doctor Cullen, ¿verdad?-dije.
-Sí, ¿conoces a mi padre?-contestó extrañada, entonces vi como le dirigía una mirada al chico que estaba hablando ahora con Jacob.
-He oído hablar de él, y le he visto algunas veces por el hospital, pero nunca me ha atendido,-dije ignorando la mirada que me enviaba Bella, ¿era extraño que conociese de lejos al doctor Cullen?
Seth se acercó sigilosamente por mi espalda hasta llegar al lado de la otra chica que todavía no conocía. La dio en el brazo con fuerza y ella le devolvió el golpe en el pecho, pero ambos se reían.
-Hola, yo soy Leah Clearwater, la hermana mayor de Seth.-me dijo por fin, mostrándome una amplia sonrisa blanca.
-No trates mal a Eva, Leah.-dijo Seth.-O te daré en el hocico.
Leah empezó a zurrarle de broma y Seth se fue corriendo hacia el pasillo para salir a la calle, su hermana le siguió mientras se reía y decía:
-Si vas a darme en el hocico será mejor que lo hagas ahora, chucho.
¿Chucho?
Dejé a un lado aquellas voces que se iban haciendo más bajas hasta acabar inexistentes y me centré en la conversación de Alice y Bella que, lamentablemente, pillé a destiempo, por tanto no pude captar gran cosa.
-…no les he visto, no te preocupes.-decía Alice mientras le posaba la mano en el hombro a Bella.
-Avisaremos en la reserva de todos modos.-contestó Bella.- ¿Jasper?
-Estable.
Aquella conversación carecía de sentido, por mucho que intentase centrarme no conseguía hilar todo aquello. ¿A quién no había visto Alice?, ¿de qué no se tenía que preocupar Bella?, ¿qué había que avisar en la reserva?, y, ¿quién era Jasper?, eran incógnitas que a mí no me incumbían y, ni mucho menos iba a preguntar.
-No conoces todavía a mi hermano, ¿verdad, Eva?-me dijo Alice mientras me empujaba levemente hacia la esquina, donde se encontraban Jacob y el otro chico.
-No, no he tenido el placer.-dije cuando iba avanzando despacio hacia allí.
Posé mi mirada en Jacob que me sonrió y, este la dirigió al otro, pero en esa mirada no había nada de la que me había enviado a mí hacía segundos, era una mirada a la que perfectamente, si se la hubiese dado voz, habría dicho:
-“No me fío ni un pelo de esto, pero te daré un voto de confianza”
El chico pareció captarla rápidamente y respiró hondo antes de nuestra presentación. Bella se acercó al chico y le posó una mano en el hombre, como si le estuviese dando ánimos, luego cogió a Jacob por la mano y se lo llevó a la cocina, no muy lejos de nosotros.
Cada vez me aceraba más y más a la zona donde estaba este y me iba sintiendo algo mareada y muy acalorada, tenía ganas de caerme, desplomarme en el suelo y permanecer allí, inmóvil en el frío suelo de piedra. Seguía descalza y nadie pareció percatarse de aquello. Miré a los lados mientras andaba hasta dirigir los ojos a la estantería, más concretamente al reloj digital, eran las dos menos veinticinco. Recordé que hacía varias horas me había quedado dormida en el sofá pensando en lo que me había ocurrido la noche anterior.
Volví los ojos otra vez hacia Jacob que ahora se encontraba junto a Bella en la cocina hablando con ella.
Llegué frente a aquel chico alto, pálido y atractivo. Escruté sus profundos ojos y estos hicieron lo mismo con los míos. Al hacer aquello adoptó una expresión de desconcierto, como si ahora le costase mirarme a los ojos. Su mirada pasó a mis labios y volvió a los ojos, ¿esperaba que dijese algo? Antes de que él o yo hablásemos lo hizo su hermana.
Eva, este es Edward Cullen.-dijo Alice con una amplia sonrisa.-Y es…
No terminó la frase. Esta se quedó inmóvil, petrificada, con los ojos mirando el infinito. Su expresión estaba desencajada, como si la hubiese entrado mucha información de pronto en la cabeza y estuviese luchando por contenerla y entenderla toda. Edward también tenía la mirada perdida, pero sus ojos miraban con desconcierto a Alice. Bella y Jacob dejaron de hablar súbitamente y también se centraron en ella, pero no se movieron.
En cuestión de minutos, el ambiente se había vuelto tenso, una atmósfera cargada de incertidumbre, todos parecían saber qué le ocurría a Alice menos yo.
Volvió en sí, al mismo tiempo que miraba a Edward, luego volvió la cabeza para mirar a Bella y a Jacob, ¿qué había ocurrido allí?
Yo seguía pensando en lo que había dicho Alice antes de interrumpirse, “este es Edward Cullen, y es…”
¿Qué era aquel chico?, era pintor, era músico, era estudiante de secundaria-aquello era imposible porque aparentaba tener veinticuatro años-, era taxista… había tantas cosas que podía ser ese chico que algunas eran descabelladas y otras muy pobres. Aquella incógnita me estaba matando y Alice se dio cuenta de eso, directamente volvió la cabeza hacia Edward y le dio un golpecito en la espalda.
-Dile ¿qué eres?, Edward.-le dijo la chica.
Aquello sonaba como si ella hubiese hablado demás y no supiese salir de aquella pequeña metedura de pata, así que le había cargado el muerto a su hermano.
-Eh, bueno, Alice.-dijo Edward.-Todos aquí saben lo que soy, menos ella.
Era la primera vez que escuchaba su voz, suave y dulce, aunque tenía una enorme firmeza. Me la había imaginado como la de un dios glorioso, al igual que su belleza, uno poderoso, que pudiese mandar en todo lo que quisiese, y así era.
-Soy, el chico que te encontró en el bosque.-concluyó finalmente.
Él era el que me había salvado, el que había dicho Seth en su breve historia de cómo me encontró. El que estaba a mi lado quieto, mirándome. Era él.
No supe reaccionar, si abalanzarme a su cuello para darle un millón de besos por haberme encontrado o simplemente darle las gracias por ello, finalmente, opté por lo segundo, era más mi estilo, aunque me hubiese gustado besar aquel rostro.
-Muchas gracias por salvarme.-dije sonriéndole, estaba muy nerviosa.
-Todavía no sé tu nombre.-me dijo tras devolverme una sonrisa de medio lado.
-Eva Jones.
-Eres de Forks.-dijo dando un paso hacia atrás.
-Sí, por suerte no me he ido de la zona.-le dije avergonzada.
Pareció incomodarse con mi respuesta de una manera extraña, como si nunca se hubiese percatado de mi presencia y se sintiese culpable por ello.
Edward volvió a respirar de forma profunda y me percaté de que el iris amarillo había sido eclipsado por aquellas pupilas penetrantes. Se le habían dilatado tanto que no quedaba ningún rastro de su color natural. Se dio la vuelta y Alice lo llevó hasta la cocina donde antes se encontraban Bella y Jacob, pero estos también habían cambiado su posición, ahora se encontraban a mi lado, flanqueándome, como si me estuviesen protegiendo de algo.
-Edward, mírame.-le dijo Alice.
Fue lo único que alcancé a escuchar porque después empezaron a hablar en susurros casi inexistentes que, incluso dudaba de que ellos mismos fueran capaces de oírse, además, sus labios se movían a gran velocidad, era imposible seguir aquella conversación.
-Será mejor que me vaya.-dijo de pronto Edward en voz tan alta que estaba segura de que la podían haber oído fuera de la casa.
Pasó a mi lado rozando su hombro contra el mío de forma suave, pero, en cierto modo brusca también, cortante.
¿Le había hecho yo algo? Me concentré en las palabras que habíamos intercambiado y no encontré ningún atisbo de grosería ni nada que le hubiese podido, a mi entender, ofender de alguna manera.
Salió del salón diciendo cosas por lo bajo, sin que nadie le oyese. Parecía bastante enfadado, algo le había pasado en aquella habitación y yo podría tener la culpa de ello. Cerró de un portazo la puerta de la calle que retumbó por toda la casa. Alice salió tras él no sin antes darse la vuelta para decir:
-Lo siento mucho, Eva. Tú no tienes la culpa del humor de mi hermano.
Después, salió por la puerta principal con mucho sigilo. No me había dado cuenta de que andaba con movimientos gráciles y rítmicos, como si estuviese bailando ballet. Muy estilizados, con clase, y sobre todo, silenciosos.
Me giré hacia Jacob y Bella que se habían vuelto para mirarme. No supe reaccionar ante aquella mirada, y tampoco ante las palabras de Alice.
¿Por qué iba a tener yo la culpa del humor de Edward?, y ¿por qué tenía ella que disculparle? No lo entendía y decidí no seguir pensando en aquello.
Quise enfadarme con él por aquella reacción, pero no pude. Era odioso el cómo podía haber entrado con tanta facilidad en mi memoria quedando su imagen allí, estática, como si estuviese en un altar, glorificado e inmortal en mi mente. Cada parte de su cuerpo se había sellado y grabado a fuego en mi retina, su pelo de color cobrizo y alborotado, sus impresionantes ojos cautivadores de iris amarillo y profundas pupilas negras dilatadas, como las de un gato que se dispone a cazar a su presa. Su nariz recta, sus labios redondeados y carnosos en aquella mandíbula fuerte. Su cuerpo musculoso y escultural, perfecto, digno de, como había dicho anteriormente, un dios glorioso, y su inconfundible piel blanca como el mármol. Me perdí en el recuerdo de su imagen, idealizando cada uno de los movimientos y palabras que me había dirigido. No quería escapar de allí, quería quedarme con él en mi memoria, en aquel podio que le había construido. ¿Tanto me había impresionado?, ¿aquella imagen me había calado tanto como para que me hubiese llegado tan adentro? Parecía que sí.
Volví a la realidad pensando en todo lo anterior, antes de ver a Edward, y recordé que hacía unas horas había estado cavilando sobre cómo había llegado a parar allí y que Jacob me dijo también que le contase todo lo que pudiese recordar, así que se lo conté.
-Chicos, cuando se fue Bella y me quedé sola me puse a pensar en la noche que había pasado fuera y…
Empecé a decirles todo lo que había recordado, la salida con los amigos, la llamada de mi hermana, el olor a quemado que olía particularmente dulce, el lugar donde se encontraban mis zapatos, mi entrada en el bosque, y, a partir de ahí, las cosas vanas que venían a la mente, la voz antigua y suave, casi inaudible de un hombre, las sombras, el bosque y la oscuridad de este.
Ambos me escucharon con gran expectación, no se perdieron ninguna de mis palabras, e incluso se rieron cuando les dije dónde dejé mi calzado, pero algo les llamó la atención, el momento del extraño efluvio que salía del bosque y que tenía aquel aroma dulzón. Además de aquello, hicieron también gran hincapié en la voz tenue y débil del hombre. No recordaba más, así que no pude seguir hablando.
-¿Su voz podría ser como un tenue suspiro?-dijo Bella mientras se movía impaciente de un lado a otro.
-Sí, así lo recordé, como un tenue suspiro.-contesté alarmada, la había descrito como yo había hecho antes al recordarla.
-Y,-siguió ella sin detenerse.- ¿Había alguna chica, recuerdas alguna voz femenina?
Me quedé pensativa varios minutos, volviendo atrás en mi memoria para diferenciar algo que indicase que allí se hallase alguna mujer. No pude percibir nada, aunque me acordé de una silueta menuda que tenía algo en la cara de color rojo brillante, como el de la sangre, en cuanto me acordé de aquello se lo hice saber de inmediato.
-No recuerdo ninguna forma de mujer, pero si a alguien pequeño que podría tener en la cara algo de color rojo.
Bella se quedó quieta, petrificada por aquella revelación. Se dio la vuelta y miró a Jacob con la cara totalmente descompuesta. Él vio la preocupación en sus ojos y yo me di cuenta de que algo no iba bien, ¿podrían conocer a alguien que yo había nombrado?
Al cabo de unos minutos dirigieron hacia mí sus miradas, pero ya no había nada de preocupación ni desconcierto, y la cara de Bella volvió a su estado natural. Intentaban que yo no me diese cuenta de aquellas expresiones, pero era demasiado tarde porque había podido contemplar el terror en los ojos de ambos.
La puerta de la casa se abrió y fue atravesada por Seth y su hermana. El chico pasó hasta acercase a mí y me dio un puñetazo amistoso en el brazo, yo le devolví otro, pero el contacto de su piel me hizo separarlo rápidamente, este se rió y se dio la vuelta mirando a Leah que se había quedado en la puerta, cruzada de brazos y con cara seria. Seth volvió su cabeza hacia Jacob y le dijo:
-Leah ha decidido llamar a Quil y a Embry, van a dar una vuelta por el bosque.
-Solo quería que lo supieses, Jake.-dijo Leah desde atrás.- ¿Te unirás a nosotros más tarde?
Jacob afirmó con la cabeza a su pregunta y esta salió corriendo hacia el exterior.
-Eva,-dijo Seth volviéndose hacia mi.- ¿No echas nada de menos?
-¿A qué te refieres, Seth?-contesté intrigada.
-Leah y yo pasamos por la zona en la que te encontramos y, he visto esto,-dijo sacándose un teléfono móvil del bolsillo de sus vaqueros pirata.- ¿Es tuyo este Sony Ericsson?
Aquel móvil de color blanco era, sin duda, mío. No me había preocupado por él en absoluto y tampoco me entusiasmé cuando lo vi en la mano de Seth. ¿Seguiría funcionando?, y, de ser así, ¿me habría llamado alguien?
Llevé mi mano hasta la palma abierta de Seth que sostenía mi teléfono para cogerlo. Apreté la tecla que lo encendía esperando a que la pantalla se encendiese. Así ocurrió,-ya sabía que mi móvil seguía funcionando- tecleé el número PIN y le di a iniciar. Este empezó a funcionar como de costumbre, todo parecía normal. Esperé un rato a que apareciese si había tenido alguna llamada y, así fue. Cinco llamadas Jessica.
-Me disculpáis un momento, voy a llamar a mi hermana.-les dije mientras me dirigía hacia la salida.
-No salgas a fuera.-dijo alarmado Seth corriendo hacia mi.-Quédate aquí, ya nos vamos nosotros.
Aquello sonó extraño, por qué tenían que irse ellos de su propia casa cuando yo podía salir perfectamente de allí y tardar solamente cinco minutos en volver a entrar.
-Eva, quédate dentro.-dijo Jacob agarrando de la mano a Bella y tirando de ella hacia la puerta.-Tú, no puedes salir.
-¿Por qué no?-pregunté algo extrañada.
-Porque ahí fuera hace mucho frío.-dijo Seth mientras salía.
-Vosotros vais sin camiseta y no os pasa nada.
-Ya, pero tú no tienes zapatos.-dijo Jacob echando a Bella hacia fuera, esta parecía igual de extrañada que yo.-Además, eres una invitada, siéntete a gusto en casa y, no salgas.
Después de haber dicho aquello salió cerrando de un portazo zanjando el tema.
Miré la puerta de la calle y luego me dirigí hacia la ventana, ellos no estaban allí, se habían marchado. Olvidé aquello y busqué el número en la agenda del móvil para llamar a Jessica. Esperé y luego sonó su voz a través del auricular.
-¡¿Dónde te has metido?! ¡Llevo toda la mañana llamándote!-fue lo primero que me gritó.
-Hola a ti también.-contesté sarcásticamente alejando el móvil de la oreja.
-¿Quieres qué te lo repita?
-Salí anoche a Port Ángeles y me he levantado hace poco.-metí.
-De acuerdo, si me dices eso antes me quedo más tranquila. Oye que Ben y yo nos quedaremos una o dos semanas en Seattle.
-Vale, me las arreglaré sola en casa.
-Recuerda que tienes los últimos exámenes de la academia.
-Ya lo sé, no te preocupes.
-Venga, amor. Muchos besos.
-Pásatelo bien y, sal algún día de la habitación.-la dije sarcásticamente.
-No te prometo nada, adiós.-se despidió riéndose.
Su voz se apagó en el móvil y me lo guardé en el bolsillo. ¿Cómo sabrían ellos cuando había terminado de hablar? Me asomé por la ventana y les vi aparecer por el fondo del bosque. En cuestión de segundos estaban entrando por la puerta.
-Bueno, vamos a comer.-dijo Seth levantando la mano.
Me fijé en que llevaba en la mano una bolsa de papel. La colocó sobre la mesa de la cocina y Bella sirvió lo que había dentro en cuatro platos.
-Ve colocando la mesa Seth.-le ordenó.-Eva, te gusta el pescado frito.
Asentí con la cabeza mientras ayudaba a Seth a colocar los platos, los vasos, los cubiertos y las servilletas.
-Pero no es solamente pescado frito casero.-dijo este mientras dejaba en la mesa una botella de agua.-Está hecho por Sue Clearwater.
-¿Tú madre?-pregunté yo al ver que se sentía tremendamente orgulloso.
-Mi madre.-dijo sentándose a la mesa.
Todos le seguimos y nos pusimos a devorar aquella comida exquisita, el mejor pescado frito que había probado nunca. Después de comer, nos quedamos allí sentados, esperando a que alguien hablase, y, como nadie empezó, lo hice yo.
-Bella, he visto en una foto al jefe de policía de Forks, Charlie Swan, ¿es tu padre?
-Sí, es mi padre ¿le conoces?-dijo.
-Nunca he hablado con é, de vez en cuando viene a la academia para explicarnos algunas cosas.-contesté.
-¿Va a la academia para explicar algunas cosas?-dijo extrañada.
-Sí, a la academia de policía que hay en Port Ángeles.
-¿Vas a ser poli?-dijo Seth entusiasmado.
-Si apruebo los dos últimos exámenes sí.
-Vaya, Jake también es “policía”.-dijo Seth mientras ponía comillas con las manos a la palabra policía.
-Verás, no soy ningún “policía”.-dijo Jacob imitándole en la misma palabra.-Solamente vigilo la reserva de los Quileute, en La Push, y algunas zonas de Forks con algunos chicos de allí, además, Seth también está en el ajo, y es el más joven de mi grupo.
-¿Hay más grupos?-pregunté.
-Únicamente dos.-contestó Bella.-El de Sam Uley y el de Jacob.
Seth se levantó de la mesa y se dirigió a la estantería del salón, de allí, cogió el marco más grande que había, el que había estado mirado yo antes, y lo llevó a la mesa, allí, me lo entregó.
-Esta es la…-dijo quedándose mudo durante unos segundos.-banda de Jake.
Jacob y Bella se quedaron mirándole, sus ojos se clavaron en él, como si le estuviesen regañando por algo que había dicho. Jake se volvió hacia mí y fue señalando a todos los que había allí -de izquierda a derecha- mientras decía sus nombres.
-Este es Sam Uley y, los dos chicos que hay después de él son Jared y Paul, ellos forman parte del grupo de de Sam, junto con otros dos chicos, Brady y Collin, ellos no aparecen aquí. Luego están Embry Call y Quil Ateara, y Leah y Seth Clearwater, ellos están conmigo. Leah y Seth fueron los primeros en entrar. Verás, antes éramos uno solo, todos seguíamos a Sam, pero yo pude separarme y formé mi propia…banda, llamémoslo así.
*Al principio yo quería ir solo, a mi aire, pero luego llegó Seth y no me dejaba, se unió por su propia voluntad, y luego le siguió Leah, que no se fiaba de mí y quería estar protegiendo a su hermano. Por último, Quil y Embry vinieron conmigo y yo les acepté, ellos me siguen, pero no tendrían por qué, nunca les he mandado nada y estoy deseando deshacerme de ellos, esto es irónico, son mi familia.
*Después al grupo de Sam se le unieron más chicos, Brady y Collin, por ejemplo, ninguno nos guardamos rencor por aquello, aunque hubo un tiempo de malos rollos y él pensó que quería hacerle frente y que me volvería en su contra, pero no fue nada de eso. Simplemente quería ser libre, olvidarme de todo y convertirme en…
Paró de pronto y miró a su alrededor, sin pararse en ninguno de los tres. Bella cogió el marco y fue posando lentamente su dedo índice en cada una de las personas restantes de la foto indicándome también sus nombres a medida que hacía aquello.
-Jacob y yo, nos acababan de regalar la cabaña, esta foto está tomada delante de ella, y todos los que se encuentran a mi izquierda son quienes la construyeron. Mi amiga Alice, a quien ya conoces, y su pareja Jasper,-él era Jasper, el que había sido mencionado anteriormente por Bella en aquella conversación que mantenía con Alice y que yo había escuchado a medias, él era el que se encontraba estable.-Ellos son Rosalie y Emmett, también son pareja, y ellos son Esme, la esposa del doctor Cullen y Carlisle Cullen, y este último es Edward. Ellos son parte de mi familia, no podríamos vivir sin ellos, ¿verdad, Jake?
-Cierto, ellos vigilan, de algún modo, las zonas de Forks que nosotros no vigilamos.
-¿Por qué vosotros no podéis vigilar esas zonas?-pregunté.
-Porque ellos tampoco pueden vigilar las zonas de La Push y alrededores, no pueden entrar en la reserva y nosotros no podemos entrar en sus dominios.
-Puedo preguntar el por qué.-dije algo recelosa de su contestación.
-Fue hace ya mucho tiempo.-dijo Seth.-La banda de Sam no se siente muy cómoda con ellos aquí, el único que puede entrar es el doctor Cullen, nosotros no podemos visitarle en el pueblo. Pero ya no hay tantos piques como antes, ya nos llevamos bien con ellos, o por lo menos nuestro grupo.
Después de aquello se hizo un silencio bastante prolongado, este fue interrumpido por la alarma del reloj, las cinco de la tarde. Aquel día se me estaba pasando muy deprisa y yo no tenía ganas de irme, pero sabía que tendría que llegar el momento de la despedida tarde o temprano.
Recogimos la mesa y Bella y Jacob se sentaron en el sofá juntos mientras que Seth y yo no habíamos quedado sentados en las sillas de la cocina hablando.
-Mañana volverás, lo sabes.-me dijo él.
-Y eso, ¿por qué?-le pregunté desconcertada.
-Porque hay algo en la zona que te hará volver. Te atraerá hasta aquí y así sucederá hasta que descubras que es. Mientras tanto, todo lo que te rodea te dirá que vengas hacia aquí con señales muy sutiles.
-Seth, me habéis caído muy bien, y me gustaría seguir viéndoos, pero solo volveré cuando me acuerde de más cosas porque Jacob me ha pedido que se las contase, que, por cierto…
Me vino a la cabeza una pregunta que tenía que hacérsela a Jake:
-Oye Jacob,-le dije desde la cocina, este se volvió para mirarme.- ¿Por qué quieres que te cuente las cosas de las que me vaya acordando?
-Es porque he supuesto que te han podido “raptar”, dicho de algún modo. Es decir, he estado pensando en lo que nos has dicho antes, lo del olor y las voces, y he pensado que ha podido ser una banda nueva de algún sitio de la zona que te a podido coger, engañándote con lo del olor y dejarte inconsciente de algún modo. Le diré a Sam que haga vigilancias con su patrulla y yo lo haré con la mía, por si acaso encontramos algo, y es necesario que tú nos ayudes, por eso, te importaría volver si te acuerdas de algo que nos pueda ayudar, cualquier cosa, un recuerdo, una imagen, un sueño…lo que sea.
-¿Un sueño?-pregunté extrañada, él afirmó con la cabeza.-De acuerdo, además, ahora estaré una temporada sola y terminaré los exámenes de la academia pronto, tendré mucho tiempo libre y no me supondrá ningún impedimento venir hacia aquí.
Él me sonrió y se volvió hacia la conversación que estaba manteniendo con Bella antes de ser interrumpidos por mí. Vi a Seth por el rabillo del ojo que se acercaba hacia mí para decirme algo.
-Estate muy atenta,-dijo en voz baja.-Estarás sola unos días, terminarás los exámenes y no habrá nada que te suponga un impedimento para venir.
-Seth, estaré atenta a las señales, pero no volveré mañana.-le contesté.
-¿Qué tienes que hacer mañana?-dijo en voz aun más baja.-Te aseguro que volverás.
-Mañana tengo a las nueve el primer examen físico.-le dije agachando hacia él la cabeza para hablarle más de cerca.-Volveré en tres días, como poco.
Seth se recostó sobre el respaldo de la silla mientras levantaba la palma de su mano e iba guardando uno a uno los dedos hasta que solo dejó el índice indicándome así que volvería en un día. Yo me eché para atrás negando con la cabeza y riéndome a su vez. Sacó otro tema de conversación esta vez hablando en un tono más alto.
-¿Por qué vas a estar unos días sola en casa?
-Mi hermana me llamaba para decirme que se iba a quedar unas semanas en Seattle con su novio.
Seth se quedó pensativo, como si estuviese asimilando la respuesta. No supe si había algo extraño en aquella contestación, pero él siguió mudo durante varios minutos.
Miré hacia la ventana ignorando que este seguía callado. El sol iba tomando el tono anaranjado del atardecer, aproximándose ya el crepúsculo vespertino, este daría paso a la noche. Pensé que dentro de pocos días sería luna llena y me sumergí en mis pensamientos, imaginándome algo tan misterioso y bello como me parecía aquella inmensa luna que solo se podía contemplar una vez al mes. No me vino nada a la cabeza como aquella esfera plateada que colgaba en el cielo, más de una ves me había quedado embobada mirándola, siempre había tenido gran pasión por ella, siempre que había dormido bajo el manto estrellado del cielo nocturno había sido en noches de luna llena, siempre en compañía de mi hermana, a quien también le fascinaba, o de mis padres cuando éramos más pequeñas.
Seguía con la mirada perdida en el bosque mientras Seth seguía callado y se oían los susurros de Jacob y de Bella en el sofá. Volví a sumergirme en mis pensamientos, pero esta vez mirando hacia la puerta de la casa. Me preguntaba por qué no me habían dejado salir para hablar con mi hermana. No había visto el sitio donde me encontraba, aquella cabaña de piedra en un claro del bosque. Solo había visto los árboles que rodeaban la casa a través de las ventanas. De pronto, mis reflexiones sobre aquel tema fueron interrumpidas por un aullido fiero. Sería de algún lobo de la zona, como había dicho Bella, por allí rondaban algunas manadas de lobos. Aquel ruido sonó muy cerca de allí.
Seth se levantó corriendo pero no se movió, estaba esperando algo, quizás otro aullido que le informase de algo. Jacob y Bella también se levantaron del sofá y se quedaron inmóviles de pie, al igual que el otro, esperando algún otro sonido. Se hizo un insoportable silencio, cargando la atmósfera de un aire algo nervioso y alterado, ¿qué era lo que sucedía? Nadie se movió y yo no quise interrumpir nada, me quedé sentada, en silencio y expectante, agudizando el oído.
Otro aullido volvió a retumbar en toda la casa, más cerca que el anterior, y, después de este, un fiero rugido, algo más lejano que el ruido anterior. Ambos sonidos eran amenazadores, pero el rugido resultó más agresivo, como si se dispusiese a matar a alguna presa, o si se estuviese llevando a cabo alguna pelea.
Seth salió corriendo hacia la salida, abrió la puerta violentamente y no la cerró al salir, dejando que entrase el frío del atardecer y el aroma de la tierra. Le vi correr hacia el bosque casi con los pantalones en los tobillos, ¿qué le pasaba con aquellos pantalones? Bella y Jacob se dieron cuenta también de aquello y se pusieron delante de las ventanas para que no viese nada. Pasados unos segundos se apartaron de allí y Bella fue corriendo hacia la puerta, -seguramente para cerrarla, pensé- pero ella salió también de la cabaña y la vi dirigirse al bosque, entrando por la misma zona por la que había pasado antes Seth, entonces me encontraba sola con Jacob. Otro rugido salió del bosque, ahora mucho más cerca, y también sonaron más aullidos. Supuse que una manada de lobos estaba manteniendo alguna pelea con otros animales, pero, por qué habían salido Seth y Bella, arriesgando así su vida. Me sentí realmente alarmada y muy preocupada por ellos. No podrían defenderse de ellos si se habían adentrado en el bosque, los atraparían antes y, probablemente morirían. Me levanté de un salto y me dirigí hacia la ventana para escrutar el campo, el sol ya se había puesto hacía rato y empezaba a inundar la zona una oscuridad casi absoluta.
Jacob me apartó de la ventana corriendo y me sentó en el sofá, ¿qué era lo que hacía? Su novia y su amigo se habían adentrado en una zona ahora altamente peligrosa, llena de lobos agresivos.
Le miré a la cara sin decir absolutamente nada, pude ver en sus ojos una desesperación absoluta, el rostro totalmente inundado por la incertidumbre, la descomposición de sus facciones se veía reflejada con gran claridad en aquella habitación. Mantenía los puños apretados de pura ira, esta se arremolinaba en ellos para querer salir a golpes, pero Jacob no los dejaba y se mantenía inmóvil ante aquella situación.
¿Por qué no hacía nada?
Esta pregunta entraba y salía por mi mente a cada minuto que pasaba, y estaba segura que no entraba solo en la mía.
El exterior se llenaba de feroces gruñidos, aullidos y gañidos de los agresivos lobos, pero no se oía ni un solo ruido que proviniese de un humano, ni un grito, ni palabras sueltas, nada que pudiese indicar que Seth y Bella se encontraban allí, ni heridos ni a salvo.
-Será mejor que te lleve a casa. –dijo Jacob dirigiéndose hacia su habitación.
Yo le seguí, de pronto un ataque de rabia contenida atravesó mi pecho para quedarse allí y trepar hasta mi garganta para querer salir, pero yo no le dejé y tuve que retenerlo algún tiempo allí abajo, empujándolo hacia el estómago.
-Jake, no voy a ir a ninguna parte hasta que ellos dos no vuelvan.-dije sosegada.
Jacob estaba buscando una camiseta para ponerse, cogió la primera que vio y se la colocó rápidamente para luego salir hacia el pasillo.
-Eva, están bien.-dijo tranquilamente-. No te preocupes por ellos, yo no lo hago.
Mentira. Aquella mentira era tan evidente que me hizo hasta reír de agonía. La ira subió tan deprisa por el pecho que lo fue abrazando, destruyendo mi interior a medida que avanzaba dispuesta a salir por la boca, quería gritarle y luego salir al bosque para ayudarles. Tragué saliva y respiré hondo, aquellas dos acciones resultaron agradables ante aquel dolor descomunal y volví a empujarlo otra vez hacia abajo, esta vez hasta el intestino.
-Jacob, por favor. -le imploré-. Eso de que les va bien no te lo crees ni tú, tenemos que hacer algo.
Se giró con una sonrisa en la cara algo desconcertante.
-Los lobos no les van a hacer absolutamente nada, -dijo mucho más convencido, parecía verdad-. Son las criaturas menos peligrosas que hay por la zona, créeme.
Aquello no tenía sentido, por lo menos para mí. “Las menos peligrosas” no era la frase adecuada mientras se oían sus aullidos amenazadores en el interior del bosque. Seguía convencida de que teníamos que salir a buscarles.
Jacob salió por la puerta hacia el exterior y yo le seguí rápidamente para no perderle de vista. A fuera reinaba un caos total entre los ruidos de los lobos, pero no se veía ninguno aunque sonasen muy cerca de allí. La oscuridad llenaba cada rincón de la zona, era la primera vez que me encontraba fuera de la cabaña-consciente- y no pude verla en todo su esplendor, era como si hubiésemos salido de un gran agujero negro. La luz del atardecer se había disipado por completo y ya se podía ver la luna en aquel cielo encapotado de nubes. Jacob se dirigió hacia una Chevy antigua y antes de abrir la puerta se giró para decirme:
-Por favor, sube a la camioneta y te llevaré al pueblo. Es mejor que no estés aquí.
Aquella palabras eran suplicantes y realmente él quería que yo no me hallase cerca de allí, no solo por lo de los lobos, en el tono de su voz se percibía también terror, algo mayor que aquellos animales, quizás algo más peligroso.
Asentí y entré en la camioneta sin decir absolutamente nada, estaba demasiado absorta en sus palabras y buscaba alguna razón que explicase por qué no me dejaba Jacob Black que corriese para ayudar a las personas que me habían encontrado horas antes en el bosque y me habían acogido tan amablemente en su casa. Él entró después de mí, se quedó un rato mirándome y yo también giré la cabeza hacia él para verle los ojos. Ya no estaba asustado, ya no había incertidumbre en su mirada. Los ruidos habían cesado por fin, ahora solo quedaba esperar.
Arrancó el coche y fue hacia un camino embarrado a través de los árboles, miré por el retrovisor y vi dos figuras a lo lejos, pero se veía bien que eran Seth y Bella, no parecían nada contentos, andaban algo cansados y con la cabeza gacha, ¿qué habría sucedido allí dentro?
Jacob también los vio y les pitó cuando nos adentrábamos algo más en el oscuro bosque. En su expresión al fin hubo paz y yo también me sentí a gusto.
El viaje no duró mucho, ambos estuvimos callados la mayor parte del tiempo, solo hablamos cuando ya estuvimos en el pueblo y tuve que indicarle la zona donde vivía, después, no cruzamos ni una sola palabra más.
Bajé del coche cuando llegó a la puerta de la casa en la que vivíamos mi hermana y yo, ahora desierta por la ausencia de ambas. Él también salió del coche y me acompañó hasta el porche, antes de que pudiese sacar unas llaves de debajo de una tablilla de esta, Jake habló:
-Todavía es pronto, aunque estarás cansada, supongo.
-Sí, qué hora es. –pregunté mirando la pantalla de mi móvil-. Vaya, no es para nada tarde, van a ser las siete.
-Eva, te habrás fijado en que Seth y Bella salían del bosque.
-Sí, los vi por el espejo retrovisor de la Chevy.
-Están bien, no tienes por qué preocuparte de nada.
-Claro Jake, pero me gustaría saber algo de ellos mañana.
-Sí, por supuesto. Te daré el número de teléfono de Bella. –dijo sacando de los pantalones un teléfono móvil.
Mientras él buscaba en la agenda, yo cogí las llaves y abrí la puerta.
-Pasa, ahora me toca a mí alojarte en mi casa, aunque solo sea un rato. –dije mientras le hacía un gesto con la mano invitándole a pasar.
-Accedo encantado. –contestó mientras se reía y entraba en la casa.
Encendí las luces del salón y le indiqué dónde estaba cada cuarto, cocina, habitaciones, el baño etc. Jake se sentó en el sillón negro que teníamos en el salón indicándome que ya había encontrado el número.
-Ya lo tengo Eva, apunta… –me dijo aquel número de teléfono y yo lo apunté en mi agenda y luego en una libretilla que tenía y en la que escribía pequeñas cosas, datos, direcciones, citas, la lista de la compra, cumpleaños… cualquier cosa que necesitase ser recordada, siempre la miraba.
-¿Quieres algo de beber o de comer? –le pregunté entrando en la cocina.
-No, muchas gracias. Tengo que irme para saber lo que ha ocurrido allí. –dijo él levantándose del sofá.
-Llamaré también por si me voy acordando de algo, de acuerdo. –le dije acompañándole a la salida.
-Muy bien, Eva. Ya nos veremos.
Se montó en su camioneta y después se dirigió hacia la carretera que le llevaría de vuelta a su hogar entre los árboles.
Yo cerré la puerta y me fui a mi habitación dispuesta a ponerme un pijama bien calentito. Abrí el armario y vi que no tenía pijamas enteros, sino prendas de dormir sueltas. Cogí un pantalón de un chándal que lo usaba para estar normalmente por la casa, y una camiseta de manga corta que la utilizaba para lo mismo que el pantalón. Tras vestirme, fui a la cocina par servirme un vaso de agua y lo llevé a la habitación. Me lavé los dientes en el cuarto de baño y, por fin, llegué a mi cómoda, confortable y cálida cama. Posé la cabeza sobre la almohada y fue algo absolutamente mágico. Aquella noche descansaría como ninguna otra noche. Cerré los ojos y pensé en todo lo que me había ocurrido aquel día, pero sin centrarme en ningún tema en concreto. Los analicé todos de forma superficial, pero solo me quedé pensando en algo que fue a la cabeza por sí solo, ni recordé con exactitud las palabras de Seth cuando me dijo que habría “señales” que me indicarían que tenía que volver allí. Quise acordarme de las palabras exactas del chico, pero el sueño pudo conmigo antes.
A la mañana siguiente apenas recordaba lo que había soñado.