No pensé en nada de lo que me había ocurrido el día anterior, estaba totalmente concentrada en el examen, no quería fallar.
Me dirigí al baño para ducharme y lavarme los dientes, luego fui a vestirme con el traje de deporte que nos habían dado en la academia, una sudadera gris con el escudo de la policía en el lado izquierdo del pecho y un pantalón de chándal de color azul marino. Me peiné con la típica coleta que solía llevar y me puse la gorra azul que venía con el traje, me calcé unas deportivas blancas y salí a la calle, más concretamente al patio que rodeaba la casa. Salí y el sol me dio directo en los ojos, había nubes en el cielo, pero los rayos se filtraban por estas de forma muy potente. Me dirigí a la parte de atrás, a la zona trasera de la casa, esta estaba al lado del bosque donde me perdí, no quise recordarlo y empecé a correr en círculos por allí. El aire era gélido, me azotaba la cara y me quedaba sin aliento, pero yo seguí con mi entrenamiento, intentando controlar mi respiración para que no me produjese flato.
Paré a las ocho y media para descansar un rato y beber algo de agua. Volví a dentro y cogí las llaves del coche. Cerré la puerta de casa y me metí en mi calentito Ford Kuga blanco y me dirigí hacia la carretera para llegar hasta Port Ángeles.
Llegué allí en media hora, me sobraba tiempo, así que aparqué el coche en la zona más cercana a la academia y salí de allí para dar una vuelta por las calles del pueblo.
Cuando en mi reloj de muñeca marcaron las nueve y cuarto dejé mi caminata hacia ninguna parte para volver sobre mis pasos y llegar al centro donde me iban a examinar lo antes posible. Una vez allí, vi a todos mis compañeros de la academia esperando en una gran sala, todos hablando en silencio. Me senté en una silla apartada de los demás, no mantenía mucha relación con ellos, sabía que no todos pasaríamos a ser policías y todos serían capaces de cualquier cosa por llegar a serlo, por eso mismo no mantenía mucho contacto porque, y si me hacía amiga de uno de ellos y luego este tuviese que pasar por encima de mí para conseguir la plaza, ya me había pasado eso antes y no quería repetir la experiencia.
Un hombre salió por una puerta que había al fondo a la derecha del cuarto y todos se quedaron callados cuando este hizo su aparición, sabíamos quien era, el sargento Horace Smith, él vigilaría nuestras pruebas físicas junto con otros dos cargos importantes, el jefe de policía de Port Ángeles, Roger Thomas Johnson, y el jefe de policía de Forks, Charlie Swan, a su hija la había conocido el día anterior, entonces me pregunté, ¿sería esa una de las señales de las que me había hablado Seth? Busqué haber si había metido la libreta que solía llevar encima y la encontré, pero, ¿cuándo la había metido yo allí dentro, en los bolsillos del pantalón del chándal? La última vez que la había visto había sido cuando apunté la noche anterior el número del móvil de Bella y no recordaba dónde la había dejado. La cogí y escribí, con el bolígrafo que llevaba atado a ella, en una hoja la palabra “Señales”, y debajo de esta escribí: “1ª) jefe de policía Swan/padre de Bella”. Guardé la libreta otra vez en mi bolsillo rápidamente y volví la cabeza hacia la persona que estaba en la puerta.
El sargento Smith se dirigió hacia el centro de la sala y luego salieron por la misma puerta por la que había salido él el jefe Johnson y el jefe Swan, y fueron a reunirse con él.
-Buenos días. –Dijo el sargento Smith-. Hoy serán sometidos a una serie de pruebas físicas que no les llevará mucho tiempo realizarlas. El jefe Johnson les explicará ahora en que consistirán dichas pruebas.
Todos fijamos la vista en el jefe de policía de Port Ángeles.
-Hola, buenas chicos. –dijo dando un paso hacia delante-. Uno a uno seréis llamados por apellido y nombre, cruzaréis esa puerta y os encontraréis un largo pasillo, lo cruzaréis hasta llegar a una puerta de aluminio. Atravesadla y llegaréis a un circuito embarrado, tendréis que sortear los distintos obstáculos que se os aparecerán en el. La prueba será superada con buena nota si obtenéis una buena marca, que será distinta dependiendo de si sois hombres o mujeres, vuestra altura y vuestro peso. Tardaréis alrededor de siete minutos en completar el circuito.
-El jefe de policía Swan será quien os llame, él os acompañará y también será uno de los examinadores de esta prueba. –dijo el sargento Smith.
-Cuando acabéis la prueba, -siguió el jefe Johnson-. Entraréis en el mismo pasillo del que salisteis y entraréis en otra habitación distinta esta, la distinguiréis porque en el lateral del marco de la puerta pondrá “RESULTADOS”. Eso es todo.
Después de aquella introducción el sargento Smith y el jefe Johnson se marcharon por la puerta por la saldríamos todos a continuación. El jefe de policía Swan se quedó allí, sonriendo, luego dijo:
-Iré diciendo los apellidos y los nombres en orden alfabético y os acompañaré hasta el circuito, allí se os explicará con más detenimiento la prueba, de acuerdo. -dijo algo más serio-. Allen, Michael. Luego Brown, Lilian.
Un chico, probablemente Michael Allen, se levantó de una silla, era moreno, con los ojos pequeños y azules y el pelo de color castaño rojizo. Este salió por la puerta detrás del jefe Swan. La chica, Lilian Brown, se encontraba de pie y caminaba de un lado a otro de la sala, estaba muy nerviosa. Miré la hora del reloj, exactamente las nueve y media de la mañana, aproximadamente, la prueba duraba siete minutos. No me fijé en mis compañeros, solo mis ojos se centraron en las manecillas de mi reloj, esperando a que alcanzasen la rayita que indicaba el número treinta y siete.
Esperando en aquella habitación dejé de mirar la hora y conté a las personas que allí se encontraban, contándolos uno a uno, llegué hasta la cifra número veintinueve, con el que se había marchado éramos treinta, treinta aspirantes a policía, nos dividirían entre el pueblo de Forks y el de Por Ángeles, dependiendo de la zona en la que viviésemos y de cuantos aprobásemos. Recordé que cuando entré en la academia éramos sesenta, y habían ido eliminando a la gente que no había aprobado los exámenes teóricos o los tests psicotécnicos, las pruebas médicas y, ahora eliminarían a algunos de nosotros, pero después de este examen quedaba otro más, el definitivo.
Miré el reloj y ya eran las diez menos veintitrés, la aguja ya había alcanzado el treinta y siete y, justo en aquel momento apareció el jefe Swan por la puerta.
-Brown, Lilian acompáñeme. –dijo desde allí-. Bryant, Alexander es el siguiente.
La chica salió por la puerta muy despacio y yo seguí contemplando la hora. No sabía los nombres ni apellidos de mis compañeros, no sabía cuando me iba a tocar, pero no estaba nerviosa, en absoluto.
Pasaron otros siete minutos y el jefe Swan volvió a hacer su entrada en la habitación.
-Bryant, Alexander venga conmigo. Collin, Edward… -dijo, noté que su voz se quebraba al decir aquel nombre-. Vaya preparándose.
Salieron por la puerta los dos hombres y yo me quedé pensando en el nombre que había dicho, Collin, Edward. ¿La segunda señal? No tenía por qué, el nombre era el mismo, pero el apellido no, aunque se pareciese extrañamente al apellido Cullen. No podría ser aquello como otra señal, pero, volví a sacar la libreta y, en la hoja en la que había escrito antes puse: “2ª) Edward Collin, parecido a Edward Cullen”, volví a guardar la libreta y dejé de pensar en ello.
El policía era muy puntual y siempre pasaban siete minutos desde que cogía a uno y a otro.
Collin, Edward.
Cooper, Stephanie.
Daniels, Jason.
Uno por uno, pasando una vez más por la “D”, dos veces por la “E”, tres por la “F”, dos por la “H” hasta llegar a la “J”.
-Hall, Logan puede acompañarme ya. Jones, Eva. –dijo mientras me miraba-. Va a continuación.
Dicho eso esbozó una ligera sonrisa y se marchó cerrando la puerta algo más fuerte que las otras veces.
Me había mirado a al cara y había sonreído, a los otros que había nombrado solo los miraba cuando se encontraban de pie o levantaban la mano para indicar su posición, y nunca había sonreído a nadie excepto a mí. Los otros se percataron de aquella reacción y me miraron al cerrarse la puerta, sus ojos me atravesaban y era muy fácil saber lo que estaban pensando. Pensarían que yo era la enchufada o algo así, que pasaría la prueba sin necesidad de hacerla. Aquellos siete minutos fueron insoportables y muy lentos, todos mirando y hablando, no me gustaba ser el centro de atención y aquello me iba poniendo cada vez más nerviosa, entonces se abrió la puerta.
-Jones, Eva acompáñeme. –Dijo sin atravesar la puerta-. Mills, Helena es la siguiente.
Me levanté decidida, sin darle importancia a nada ni a nadie en la habitación, salí por la puerta y oí como se cerraba suavemente. Entonces miré el largo pasillo de izquierda a derecha, al lado de la puerta de la que había salido había otra con un cartel en el que ponía “RESULTADOS” en letras mayúsculas, y al fondo una puerta de aluminio, allí es a donde nos dirigíamos.
Seguí de cerca al jefe de policía de Forks hasta allí, y antes de abrirla se giró y me miró.
-Bella me ha pedido que te diga que se encuentran bien, Jake le dijo que estabas algo nerviosa por su salida y la de Seth y los lobos, pero que no pasó absolutamente nada de lo que tengas que preocuparte.
-Le puede decir que me alegro de que al final no les ocurriese nada.
-Yo me encargo. Por cierto, le dije que tenías la prueba física y me dijo que te deseara suerte, por parte de todos.
-Muchas gracias.
Aquella pequeña conversación resultó agradable y tranquilizadora, era por eso por lo que me había sonreído y mirado al decir mí nombre. Ya no me encontraba nada nerviosa, y me relajé aun más de saber, por fin, que Bella y Seth se encontraban a salvo.
-Edward dice que lo harás muy bien.-dijo el jefe Swan abriendo la puerta y saliendo al exterior.
Edward Cullen también sabía que me presentaba para policía, se lo habrían dicho. No me gustó nada escuchar aquello último. Por un lado me alegraba de su confianza, pero algo me impacientaba y las piernas me flaquearon, no tuve más remedio que aguantar y moverlas para salir al exterior.
El cielo estaba encapotado, lleno de nubes oscuras, y el sol apenas se veía. Unas gotas empezaron a caer.
-“Voy a tener suerte al correr por el barro”, pensé
Allí, a pie de pista, se encontraban el sargento Smith y el jefe de policía Johnson, luego se le unió el jefe Swan. Yo me anduve hacia ellos hasta ponerme enfrente.
-Jones, Eva. –dijo el sargento, esperaba una respuesta.
-Presente. –dije decidida, me erguí en el sitio.
-Va a ser sometida a una prueba de ejercicio físico en la que tendrá que correr por este circuito, -dijo señalándolo con la mano-, deberá sortear algunos obstáculos mediante saltos, arrastrando su cuerpo o trepando con o sin ayuda de cuerdas, nunca deberá abandonar el circuito para burlar los obstáculos, si lo hace, su prueba no contará. Deberá llegar al final del circuito en un tiempo inferior a seis minutos, si se ve sobrepasado dicho tiempo se la detendrá y se dirigirá a la habitación señalada con el cartel de “RESULTADOS”. Tiene alguna pregunta.
-No, señor.-dije respirando hondo.
-De acuerdo. –Dijo el jefe Johnson-. Colóquese en la línea de salida, tocaré el silbato una vez para dar la salida, si a sobrepasado el tiempo límite lo tocaré dos veces y usted se deberá de detener, saliendo inmediatamente del circuito y viniendo hacia aquí para que el jefe de policía Swan la acompañe a la habitación.
Asentí y me dirigí hacia la marca salida del circuito, me coloqué para salir corriendo, concentrándome bien en mí meta: llegar hasta el final superando los obstáculos sin salir del circuito y sin superar un máximo de seis minutos.
Un calor descomunal me recorrió la espalda, era como estar en un de mis sueños en los que me despertaba gritando, pero aquel calor no dolía, sino que me llenaba de energía. El fuego se fue apoderando de mi cuerpo en cuestión de segundos, envolviendo mis piernas y mis brazos, dándoles más fuerza, era capaz de todo en aquel momento.
El silbato sonó una vez y salí disparada, estaba lloviendo ahora con más ímpetu, pero no me preocupé por el agua. Me sentí libre, corría más rápido que nunca, de pronto vi el primer obstáculo, una barra de metal que me llegaba por las rodillas, lo superé sin problemas, vi la siguiente barra que me llegaba por la cintura, otro pequeño salto y ya había pasado al otro lado sin detenerme, ahora vi una pared de hormigón que me llegaba también por la cadera, me preparé para lucirme, haría algo que nunca había hecho, pero estaba segura de que me saldría a la perfección, haría el salto del ángel. Corrí a más velocidad y salté el muro pasando la cabeza primero, extendiendo las manos hacia delante al caer y rodar sobre mi cuerpo para seguir corriendo. Lo había hecho sin hacerme ningún rasguño, a la perfección a pesar de que era mi primer salto de este estilo. Me sentí totalmente libre.
Seguí corriendo a un ritmo menos acelerado que el anterior, fijé mi vista en el siguiente obstáculo, otro muro de hormigón pero algo más alto que yo, no podría saltarlo por encima, tendría que trepar y pasar al otro lado. Salté y me agarré al borde de este, pasé una pierna y después la otra, luego me dejé caer y seguí corriendo, había perdido algo de tiempo en aquel sitio y aceleré el paso. Quedarían dos o tres pruebas más, vi la siguiente, tendría que arrastrarme por el suelo, pasando por debajo de unos alambres. Me tiré al suelo y me empujé con los brazos y las piernas todo lo que rápido que pude, no me resultó nada complicado y crucé al otro lado en cuestión de segundos, aunque habría jurado que era bastante largo. Me puse en pie y seguí corriendo, no quedaba nada. Una última prueba, una zanja llena de agua que tendría que saltar, mediría aproximadamente un metro y medio de largo, y parecía profundo. Aceleré todo lo que pude y salté sin tocar el agua que era salpicada por la lluvia. Caí rodando al suelo de forma lateral llenándome de barro la espalda, las piernas y la cabeza, me levanté y seguí corriendo el tramo final pensando dónde me había dejado la gorra, en el coche, el la sala o enganchada al alambre, podía pensar en aquello porque estaba segura de que iba con tiempo de sobra. Llegué al final del circuito sin acordarme de donde la había dejado y decidí dejar de pensar en eso. Paré y no me sentí nada cansada, el agua de la lluvia me mojaba entera y era algo que me aliviaba. Miré a los tres policías y los encontré con las bocas abiertas. Fui hacia ellos corriendo y, una vez allí, no hablaron hasta pasados unos minutos.
-Jones, Eva. –dijo el sargento Smith con los ojos desorbitados-. Ha completado el recorrido en dos minutos treinta y cuatro segundos. Es la mejor marca que hemos visto en toda nuestra carrera.
-Y el salto del ángel que ha hecho, -dijo el jefe Johnson- ha sido impresionante. Nadie lo había hecho nunca, solo se limitaban a ser mecánicos, pero usted ha sido sublime.
-Realmente asombroso. –Dijo el jefe Swan acercándose a mí-. Todavía quedan tres minutos, ¿qué vamos a hacer usted?
Esbozaron los tres una sonrisa que nunca me imaginé verlas en sus rostros, era felicidad lo que sentían.
El calor que había atestado mi cuerpo minutos antes se estaba desvaneciendo y yo me sentí aliviada por notar su ausencia, había estado bien, pero no me sentía con más fuerzas para soportar aquel fuego sin ponerme a gritar. Les miré con una sonrisa, me fijé en sus cabezas y vi que ellos si tenían gorras, no tenían el rostro empapado, a diferencia de mí, que tendría que tener una pinta horrible, mojada y llena de barro.
-Jones, Eva –dijo el sargento- tendrá que acompañar al jefe de policía Swan hasta la habitación donde se encuentran los compañeros que ya han realizado esta prueba. Cuando ya hayan completado todos, la prueba, nos dirigiremos hacia allí para comunicarles los resultados.
Yo asentí y seguí al jefe Swan hacia la puerta de aluminio que nos llevaría otra vez adentro.
-Has hecho una prueba asombrosa. –Dijo abriendo la puerta-. Quedan todavía unos minutos, si no te importa podríamos hablar un poco.
-Claro, por supuesto. –le contesté entrando en el pasillo.
-¿Cuándo conociste a Bella?
-Bueno, ayer. Me encontraron en el bosque y me llevaron a su casa.
-Sí, eso fue lo que me dijo, habían encontrado a una chica en el bosque. ¿Cómo fuiste a parar allí?
-No lo recuerdo, solo me dirigí al bosque porque olí que algo se estaba quemando y, de repente, me encontraba acostada en la cama de Bella.
-La policía de Forks está investigando algunas desapariciones por la zona, pero es algo similar a lo que te ha ocurrido a ti. Por eso quiero que nos cuentes todo lo que recuerdes, es importante.
-Por supuesto, también tengo que informar a Jake, así que no me importa en absoluto decírselo a alguien más.
-Me alegro de que nos puedas ayudar, Eva. Pasa ya por esta puerta. Nos veremos en un rato.
Asentí y abrí la puerta del letrero. Allí había catorce personas, todas ellas manchadas de barro, pero ni por asomo se acercaban a mi estado. Todos se volvieron hacia mí y se extrañaron de mi aspecto. Pensarían que me habría salido la prueba muy mal, pero yo sabía que eso no era así.
Fueron llegando personas cada siete minutos, algunos con la cara resplandeciente, otros casi llorando, pero hubo una chica que me llamó la atención. Esta también se fijó en mí y se sentó a mi lado.
-Hola, soy Anna. –se presentó ella.
-Yo Eva. –la contesté.
-Vaya, tú aspecto es realmente… -se cortó a mitad de la frase, no sabía como describirme.
-Sí, estoy muy presentable. –terminé por ella.
-Exacto, esa es la palabra, -dijo ella riéndose- ¿tan mal te ha salido?
-No, para nada. Lo que pasa es que he estrenado el suelo. Cuando iba a empezar empezaba a llover.
-Que buena suerte tienes.
La sonreí y ella me devolvió otra sonrisa de oreja a oreja.
-Bueno, y a ti que tal te ha ido. –la pregunté.
-Pues, no ha sido uno de mis mejores días, he llegado justita de tiempo, pero es que estaba derrotada.
-¿Por?, ¿qué te ha pasado? –la pregunté intrigada.
-Hoy, alrededor de las seis de la mañana, he amanecido en medio del bosque.
Aquella confesión me hizo estremecerme, ¿la habría ocurrido lo mismo que a mí?
-Y, ¿cómo llegaste allí?
-Lo último que recuerdo es ver al atardecer una luz brillante, cegadora. Como si algo se estuviese quemando, no supe lo que era y fui hacia su dirección, que era dentro del bosque y…ya.
-¿Es lo último de lo que te acuerdas?
-Sí, después de esto me iré directa la comisaría de Forks y anunciaré este pequeño lapsus, haber si me pueden ayudar.
-Ahora están investigando algunas desapariciones como esa. –Anna me miró extrañada al decir aquello.
-¿Cómo sabes eso?
-Porque yo me desperté ayer en casa de unas personas que me recogieron en el bosque.
Se quedó boquiabierta con lo que le dije. Estuvimos hablando de ello mientras pasaban las personas restantes, pude contar cuatro, y después llegaron los policías y tuvimos que detener nuestra charla. Se colocaron en mitad de la sala y todos les escuchamos.
-Todos y cada uno de ustedes han completado el recorrido. Ahora se les informará quien no ha aprobado el examen físico.
Estaba muy nerviosa, aunque sabía que mi marca había sido muy buena no pude evitar sentirme algo agobiada con el resultado. Todos estaban igual de nerviosos que yo, algunos podían disimularlo a la perfección, a otros se les notaba a la legua.
-Bryant, Alexander; Collin, Edward; Mills, Helena; -sentí un gran alivio al no escuchar mi nombre-. Stewart, Anna; Tucker, Jason. No han aprobado la prueba, lo sentimos.
Miré a Anna y ella me miró a mí, aquella era la primera vez que habíamos hablado en todo el curso y no volvería a saber de ella. Nos abrazamos, tenía los ojos llorosos, peo no parecía estar triste por no haber pasado.
-Si llegas a ser policía, investiga lo que te he contado antes. –me dijo riéndose entre sollozos.
-Por supuesto, ¿te volverás a presentar?
-Quizás el año que viene, mi sueño siempre ha sido ser policía, y no me cansaré de intentarlo.
Las dos nos volvimos a abrazar, después, ella se fue por la puerta que estaba al otro lado de la sala con todos los otros, y me di cuenta de que Edward Collin también había suspendido.
Las veintiocho personas que estábamos allí vimos como se marchaban, cuando el último cerró la puerta, el jefe de policía Swan dijo:
-El último examen tendrá lugar el lunes de la semana que viene, a la misma hora y en el mismo lugar que hoy. Quien apruebe ese examen entrará en el cuerpo de policía de Forks o en el cuerpo de policía de Port Ángeles, dependiendo de sus condiciones. Pueden marcharse.
Los tres policías salieron de la sala los primeros, seguidos de aquella multitud que se encontraba eufórica. Yo me quedé la última, para no toparme con ninguno al salir de allí. Me acordé de Anna y de lo que le había pasado aquella noche, saqué mi libreta y apunté: “3ª) Anna Stewart se despertó en el bosque/lo último que recuerda es una luz brillante.”; ¿podría considerarse aquello como una señal?
Salí del centro y me dirigí hacia el coche, al entrar en el, miré en el asiento del copiloto y vi mi gorra, ¿cuándo me la había quitado? No le di importancia y me conduje hasta mi casa. Una vez allí, fui directa a la ducha, necesitaba lavarme y quitarme todo el barro que llevaba encima. Me vestí y me preparé algo para comer, tampoco tenía mucha hambre. Miré el reloj de mi muñeca y eran las dos y media de la tarde. No tenía absolutamente nada que hacer, tendría que entrenar para el siguiente examen físico, pero ya me pondría por la tarde, así que me tumbé en el sofá y me dormí, estaba derrotada.
No había tenido sueños, -como casi nunca cuando dormía una siesta- tenía las piernas dormidas y me costó muchísimo andar hacia la cocina. Al llegar miré en la puerta del frigorífico y me di cuenta de que tenía una nota de mi hermana que decía: “Haz la compra, hay dinero en el bote. ¿Puedes comprar algún refresco? Besos. Jess”
Cogí el bote de encima del mueble de la cocina y saqué cincuenta dólares. Cogí las llaves del coche, me monté en este y me dirigí al supermercado del pueblo. Allí me encontré con Thomas Roberts, el ayudante del jefe Swan, me acerqué para saludarle, pero la conversación se extendió algo más, hablando de mi extraordinario tiempo en el examen, me contó que su marca también fue una de los mejores. Seguí mi trayecto por la tienda comprando todo lo que era necesario, además de los refrescos.
Al salir de allí con el carro, choqué con una señora que no hizo más que gritarme porque había asustado a su perrito. “Vieja loca”, pensé.
Metí las bolsas en el coche y después me fui a la gasolinera, todavía me sobraba algo de dinero, así que lo utilicé para rellenar el depósito.
Mientras iba por la carretera para volver a casa, conducía sin darme cuenta de nada, sin prestar atención a las cosas. Pensaba en que ya no había tenido más señales desde aquella mañana, y no había absolutamente nada que me llevase hacia la reserva Quileute, ni al bosque. Iba por la carretera pegada a la zona del bosque, algo me hizo girar la cabeza hacia la masa forestal oscura que había a mi izquierda. El sol todavía no se había escondido del todo y algunos rayos se filtraban por la densa arboleda, estonces fue cuando una luz cegadora salió de allí. Miré rápidamente y allí la vi, iba justo a mi lado, como si fuese corriendo. Me quedé mirándola durante un rato y no me percaté de que seguía al volante de mi Ford. Me iba acercando a la zona del bosque, donde estaba la luz, entonces giré la cabeza otra vez hacia la carretera y vi un árbol enfrente, me iba a empotrar contra el. Fue un acto reflejo, intenté volver otra vez a mi carril, pero me pasé y mi coche se caló en la cuneta embarrada. Salí ilesa de aquel despiste, los coches que pasaban me pitaba, peroro no les hice caso. Bajé del coche y miré otra vez al bosque, donde hacía segundos estaba aquella luz ahora no había nada, solamente la oscuridad del bosque aunque yo sabía que aquello seguía allí. El sol ya había desaparecido en el horizonte y no quedaba nada de la luz que solía dejar tras esconderse, este se veía oculto por las nubes negras que avecinaban tormenta.
Di una vuelta alrededor del coche para asegurarme de que no había sufrido ningún rasguño, simplemente estaba atascado allí, lleno de tierra mojada.
-Perfecto, tendré que lavarlo otra vez. –dije en voz alta.
Me recosté sobre el capó del coche pensando en aquella luz brillante que había visto, y caí en la cuenta de una cosa que me habían dicho aquel mismo día, horas atrás. Saqué la libreta que metí en el bolsillo del pantalón limpio que me puse después de ducharme, y fui a la hoja en la que había apuntado las señales, allí leí y releí la número tres: “Anna Stewart se despertó en el bosque/lo último que recuerda es una luz brillante”. ¿Sería la misma luz brillante que acababa de ver?, ¿ahora podría considerarse como otra señal? Lo apunté como posible señal: “4ª) Una luz brillante (posiblemente la misma que había visto Anna) me ciega mientras conduzco y me hace salir de la carretera.”
Tiré la libreta dentro del coche muy cabreada, no sabía lo que estaba sucediendo. Unas luces de un coche aparecieron por el mismo carril por el que conducía yo anteriormente, y se pararon detrás de mí. Un chico salió del coche y se acercó a mi, no pude verle la cara hasta que no estuve cara a cara conmigo, su rostro era alargado, con una nariz larga y perfilada y una barba de varios días, esto le hacía un chico muy guapo, su pelo rubio -al igual que su barba- estaba cuidadosamente peinado con gel y sus ojos eran de color azul, era alto y delgado. Me miró sorprendido, como si yo no tuviese que estar allí.
-¿Puedo ayudarte en algo? –me dijo, no tendría que tener más de veintidós años.
-Eh, bueno. Me he salido de la carretera, pero estoy bien. –dije señalando el coche.
-Un Ford Kuga, es bastante bueno. ¿Cómo te has salido de la carretera?
Pensé en decirle lo de la luz, pero preferí mentir, algo piadoso y sin dar mucho detalle.
-Solo…me despisté. Giré el volante en un acto reflejo y eso es lo que ha pasado. –dije, tampoco le estaba mintiendo del todo.
-Bueno, si necesitas ayuda. Soy Mike Newton. –dijo tendiéndome la mano.
Se la estreché mientras le decía mi nombre.
-Eva Jones, encantada.
-¿Te dirigías a la Push? –dijo señalando la carretera-. Puedo remolcarte si quieres.
-No, no iba hacia la Push, ¿por qué? –dije extrañada.
-Porque has cogido la carretera que lleva hacia allí.
Era cierto, había tomado la carretera que me llevaría a la Push, había estado siguiendo a aquella la luz sin darme cuenta. Tenía que apuntar aquello en la libreta, eso sí podía considerarlo una señal.
Mike se quedó mirándome algo extrañado, quise cambiar el por qué iba yo a la Push a, por qué iba él.
-Y, tú ¿por qué vas a la Push? –le dije-. No te veo muy parecido a los demás Quileutes.
-Sí, -dijo riéndose a carcajadas-eh…bueno, en realidad no voy a la reserva concretamente. Voy a una casa en el bosque, a ver a una amiga y a su novio.
No podía ser, me quedé con la boca abierta cuando dijo aquello: “una casa en el bosque/una amiga y su novio” Pensé en cuanta gente de la zona podría vivir en la reserva Quileute, en medio del bosque, precisamente una chica y su novio. Me arriesgué a preguntar los nombres de aquellas dos personas y obtuve la contestación que esperaba.
-¿Puedo preguntar sus nombres? –dije recelosa.
-Sí, son Bella Swan y creo que él se llama Jacob… ¿Black?, no sé. Ella iba conmigo al instituto, el chico es de la reserva, no lo conozco mucho, la verdad, un día fuimos al cine y la cosa acabó algo rara, en fin.
Tendría que apuntar aquello enseguida. “Maldito Seth y sus puñeteras señales”, pensé. No podía estar pasando aquello, no era posible. Intenté poner cara de póker y hacer como si no estuviese sorprendida por aquello.
-Am, Bella y Jake.
-¿Los conoces? –me preguntó él realmente interesado.
-Sí, pero solo de un día. Son muy amables. Les podrías dar recuerdos de mi parte.
-Y, ¿por qué no te vienes? –dijo-. Te remolco si hace falta, a mí no me…
-No, muchas gracias. –dije interrumpiéndole-. Tengo que volver a casa, tengo cosas que hacer.
-Lo primero será lavar el coche, ¿me equivoco? –dijo echando una ojeada a mi Ford blanco lleno de barro.
-Por supuesto, me gusta que mi coche esté presentable. –dije sonriéndole-. Muchas gracias por bajarte a preguntar qué me había pasado.
-No se merecen, Eva. –Dijo devolviéndome la sonrisa-. Eres de Forks, ¿no?
-Sí, vivo algo más alejada del pueblo, lo que pasa es que me he despistado y me he pasado la salida.
-Bueno, ya nos veremos. –dijo despidiéndose levantando la mano y yendo hacia su coche.
Se montó en su automóvil –no pude distinguir la marca- y desapareció por la carretera hacia el horizonte alumbrado por sus faros.
Estaba realmente estupefacta, ¿qué demonios había pasado? Lo que me había dicho Seth el día anterior iba a ser cierto, ahora sí me lo creía del todo.
Me metí en el coche y apunté: “5ª) Conozco a un chico, Mike Newton, amigo de Bella y Jacob.”, “6ª) La luz me había desviado hacia la carretera que lleva a la Push.”
No sabía si estar asustada o intrigada, si dirigirme a casa de Bella o volver a la mía, si buscar a Seth para darle una paliza por haber dicho aquello o dejarle con vida. Elegí las opciones de intriga, volver a casa y dejar a Seth con vida.
Arranqué el coche y puse dirección a mi casa. No pensé en aquello, puse todos mis sentidos en la carretera para no despistarme otra vez, concentrándome al cien por cien en todas las señales, semáforos, pasos de cebra, peatones y otros coches. Me conseguí evadir de todos mis pensamientos hasta llegar a mi destino.
Descargué las cosas y las coloqué en sus respectivos lugares. Miré el reloj, eran las nueve menos cinco de la noche. Me volví a duchar para despejarme la mente, me puse el pijama y me metí en la cama sin cenar, se me había pasado el hambre por completo. No sabía que podría depararme el día siguiente y estaba muy nerviosa y a la vez cansada. Mí mente estaba atestada de información de aquel día y quise barrerla toda para dejar paso a una imagen que había decidido guardar. Me quedé dormida pensando en el rostro y el cuerpo de un dios griego de esa época, esta me reconfortó al instante; pensé en Edward Cullen.